jueves, febrero 23, 2006

Bruna y otras más

Maria Clara Lucchetti Bingemer
Teóloga


Un reciente reportaje de una de las revistas más leídas del país dio mas detalles de lo que la televisión ya había anunciado hace no mucho tiempo. En las grandes ciudades, muchas niñas de clase media, que tienen una vida holgada y buena instrucción, buscan la prostitución como medio de vida.

Las publicaciones traen el testimonio de Bruna Surfistinha, sobrenombre de la muchacha que sacó su propio caso a la calle y al espacio público. Junto a ella, testimonian otras, ninguna por encima de los 25 años. La mayoría vive con sus padres, que o no saben o toleran su elección profesional. ¿El motivo de la decisión y de la elección? Dinero y nada más que dinero.

El trabajo honesto, prolongado y cotidiano jamás fue fuente de renta fácil y rápida. Hay que trabajar toda una vida, de sol a sol, para jubilarse ya en edad avanzada con algún dinero guardado para una vejez decente. Las niñas del reportaje no se conforman con ese ritmo ni con este estado de cosas. Descubrieron en la "atención" a ejecutivos de alto nivel y en el "trabajo" en prostíbulos de lujo una fuente mucho más rápida y fácil de alcanzar los objetos de consumo soñados y deseados.

Es así que muchas de ellas hoy tienen coche, computador, móvil de moda, además de ropas de marca, perfumes caros e incluso casa propia. Ganan en un sólo servicio de una hora lo que llevaría muchas veces más de un mes obtener en un sudado y oscuro trabajo. Ahora el dinero les llega abundantemente a sus manos. Mientras haya juventud y belleza, habrá programas. Y hombres aburridos, que pagan caro por el placer de alquilar aquello que no consiguen cultivar gratuita y amorosamente en sus hogares y alcobas.

Lejos de mí querer aquí juzgar a Bruna y sus compañeros. ¿Quién soy yo para penetrar en la intimidad de sus jóvenes corazones y saber qué dramas y dolores pasaron por allí para que optaran por ese camino? ¿Quién soy yo para evaluar los vacíos y carencias de afecto, de sentido para la vida que atormentan sus noches insomnes y sus días tranquilizados con drogas y bailes incesantes? ¿Quién soy yo para imaginar el tremendo vacío de horizonte y de trascendencia que hace que sus vidas cotidianas sólo se expliquen por lo inmediato: el placer inmediato, el lucro inmediato, el poder adquisitivo inmediato?

Me pesa en el corazón, sin embargo, leer los testimonios de esas jóvenes al hablar sobre sus vidas. Me pesa verificar lo que la sociedad neoliberal hizo con ellas y su vocación de seres humanos. Me pesa constatar que el único valor que las mueve es el dinero y por él venden lo que tienen más precioso en la vida: su cuerpo, su persona, su dignidad. Me pesa ver que algunas declaran haber quedado con “asco de hombre” y, por lo tanto, admiten que se han colocado para siempre fuera del alcance del amor, sus éxtasis y sus encantos. Me pesa ver que el pan de cada día de estas niñas es contemplar la morbidez de las infidelidades masculinas, que delante de ellas, en el motel, telefonean a sus esposas con sórdidas mentiras antes de usarlas más de una vez en la cama sin amor y sin otro compromiso que el pago que vendrá después.

Algunas aún tienen sueños: casarse con un jugador de fútbol, mirando el dinero que disfrutarán con el compañero. O escribir un libro y tener el mismo éxito editorial que Bruna Surfistinha, lanzando un best seller en una cultura que consume de todo, sobre todo lo que no hace pensar ni exige altura de espíritu. Otras desean salir de aquella vida. Tienen vergüenza de salir a la calle y se sienten señaladas por el dedo de quienes pasan, aunque nada en su apariencia denuncie a la clásica prostituta callejera, de ropa barata y corta, senos semidesnudos y pocos dientes en la boca. El sello que llevan en la cabeza, sin embargo, les pesa de la misma manera. Se sienten marginadas, malditas, avergonzadas.

Triste cultura la nuestra en que la que el ser humano ha sido reducido a un mero sujeto consumidor de bienes inútiles y superfluos. Y que para adquirirlos haga cualquier cosa: transportar droga, marcado para morir preso en las redes del tráfico, o vender el propio cuerpo joven, hecho para el amor y la maternidad, en el anonimato de relaciones estériles y destructivas.

Resta esperar que Bruna y sus amigas un día encuentren en su camino alguien que las trate como personas y les muestre cuánto valen, cuán preciosas son sus vidas y sus cuerpos, y que vale la pena invertir su tiempo y su potencial en el amor cultivado y afectuoso y en el trabajo honesto y en la creatividad de cada día, que puede tardar, pero que hará toda la diferencia. (Traducción ALAI)

viernes, febrero 10, 2006

La "guerra" dialéctica Bush-Chávez

Roberto Mansilla Blanco
Instituto Galego de Análise e
Documentación Internacional


Si se tomaran al pie de la letra las noticias más recientes, existe una sensación de que EEUU y Venezuela se encaminan hacia la ruptura definitiva de sus relaciones. El cada vez más elevado tono conflictivo entre el Departamento de Estado y el gobierno bolivariano y un preocupante e infantil toma y daca diplomático, parecen presagiar un 2006 repleto de sucesos en las tensas relaciones entre Washington y Caracas. Si bien esta puja tiene aparentes tintes irresponsables y ridículos, no deja de representar una coyuntura alarmante.

Paralelo al apretado calendario electoral de este año en América Latina, Chávez espera revalidar su presidencia el próximo mes de diciembre. Todo apunta a que conseguirá la reelección, tomando en cuenta que sigue cosechando sólidos niveles de popularidad, que las arcas financieras fluyen al elevado ritmo de los precios petroleros y que la oposición política se encuentra desorientada, sin candidatos visibles e, incluso, con limitado margen de operatividad, a pesar de que su estrategia abstencionista en los pasados comicios legislativos de diciembre de 2005 mezcló un ambiguo efecto que transita entre lo exitoso y lo riesgoso.

En la Casa Blanca calculan que seis años más de presidencia de Chávez hasta el 2013 provocarán mayores dolores de cabeza para el principal consumidor del petróleo venezolano en una coyuntura en la cual el encarecimiento de los precios del mercado de crudo amenaza con estallar si la crisis nuclear con Irán se prolonga al Consejo de Seguridad de la ONU y, eventualmente, se active la aplicación de sanciones o la posible respuesta militar occidental.

Por si fuera poco, Venezuela y Cuba ya anunciaron que votarán a favor del programa nuclear iraní una vez se discuta en el Consejo de Seguridad. Y como la crisis de Oriente Medio parece venir instalándose en el llamado "patio trasero" norteamericano, el líder del partido islamista Hamas, vencedor de las legislativas palestinas, Khaled Mashal, ya anunció una gira por Venezuela, Brasil y Argentina, con la finalidad de recaudar fondos entre la activa diáspora árabe y palestina que tiene, en el caso de Chávez, a un sólido benefactor. El objetivo es contrarrestar el previsible corte financiero europeo e israelí al futuro gobierno palestino.


Insultos de ida y vuelta

La crisis actual entre Washington y Caracas da a conocer también un rosario de calificativos propios de una retórica barriobajera, impropia de altas esferas diplomáticas. A finales de enero, en una inusual declaración, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, no tuvo reparos en comparar a Chávez como un "nuevo Hitler" para América del Sur, por la "perniciosa influencia expansiva de la revolución chavista".

En diciembre pasado, el presidente venezolano habría realizado una declaración que la fundación Simon Wiesenthal calificó de "antisemita". Sin mencionar al pueblo judío, Chávez arremetió contra los que "asesinaron a Cristo en la cruz". A los ojos de EEUU e Israel, esta declaración ubicó a Chávez al lado de líderes conflictivos como el presidente iraní Mahmud Ahmadíneyad, cuya generosidad hacia las declaraciones antisemitas le llevaron a instar a "borrar del mapa a Israel" e, incluso, exigir a Alemania y Austria que cedan territorio en el centro europeo para reubicar allí al Estado israelita.

Para la retórica de Chávez, las ambigüedades no existen. En diversas ocasiones, como la reciente presencia de movimientos sociales alterglobalización asistentes al Foro Social Mundial realizado en Caracas, el presidente venezolano no titubeó en calificar a su homólogo estadounidense George W. Bush de "asesino y genocida". Y si el líder nazi fue el referente de Rumsfeld a la hora de calificar a Chávez, éste reafirmó muy claramente que Bush es el "nuevo Hitler".

El punto álgido llegó la semana pasada, cuando la retórica dio paso a acciones concretas. El gobierno venezolano expulsó a John Correa, agregado militar naval de la embajada estadounidense, acusado por Chávez de manejar supuestas actividades conspirativas junto a militares de la Fuerza Armada Nacional. La reacción en Washington no se hizo esperar: expulsaron a la ministra consejera de la embajada venezolana en EEUU, Jenny Figueredo. Ésta fue recibida en Caracas con todos los honores en un acto político donde no descuidó en declarar que se sentía "orgullosa por haber sido expulsada por el gobierno de Bush".

De las declaraciones se pasó a la movilización de calle. En Caracas, al mejor estilo de las manifestaciones en La Habana contra "el imperialismo estadounidense", el gobierno de Chávez organizó una multitudinaria marcha, repudiando la acción diplomática del gobierno de Bush y reafirmando la defensa de la soberanía nacional.

Curiosa y simultáneamente, en la capital habanera, los gobiernos estadounidense y cubano vienen implementando desde comienzos de año sendas actividades políticas proselitistas, que tienen como escenario los alrededores de la Oficina de Intereses de EEUU en Cuba. De este modo, Chávez ingresa en este círculo, el cual también se traduce en el ámbito armamentístico.


La Revolución se arma

En enero, la pendiente hacia el deterioro de las relaciones venezolano-estadounidenses fue alargándose. Chávez amenazó con comprar más armas a Rusia, China e Irán, si EEUU persistía en su veto ante la compra de patrulleras españolas por parte de Venezuela, cuya patente pertenece a la empresa estadounidense EADS-CASA. A comienzos de enero, Caracas recibió casi en su totalidad el cargamento de 100.000 fusiles AK-47 comprados a Moscú a mediados de 2005.

Analistas de la Forecast International, una firma de la industria militar, ven con preocupación la política de compra armamentística por parte de Chávez. Sus informes más recientes consideran que la compra de armas a España le daría a Chávez capacidad para responder a infiltraciones fronterizas y combatir una insurgencia interna. En realidad, es aún prematuro analizar la naturaleza de las compras armamentísticas a España, previstas originalmente para la lucha antinarcóticos. Pero otro enfoque supone la compra de fusiles rusos, cuya operatividad causa mayor alarma en la población civil.

Sosteniendo las tesis conspirativas, la abogada estadounidense Eva Golinger, una de las más conocidas activistas a favor de la revolución de Chávez, acusó al Departamento de Estado norteamericano de enviar mercenarios militares para instigar acciones conspirativas en Venezuela. Estas denuncias no han sido aún confirmadas, lo cual podría suponer uno más de los constantes rumores que circulan en Venezuela.

El caso es que, para prevenir posibles maniobras militares estadounidenses de invasión a Venezuela, el pasado sábado 4 de febrero, durante la conmemoración del 14º aniversario del intento de golpe militar de Chávez, el propio presidente aceleró la preparación de milicias urbanas para "defender la Revolución", cuyo cálculo espera ascender a los dos millones de reservistas.

En septiembre pasado, Chávez firmó una ley de defensa que convierte la preservación de la República Bolivariana de Venezuela en misión militar, creando una Reserva Militar y una Guardia Territorial de aproximadamente 2,8 millones de milicianos, fieles al presidente y con capacidad para operaciones de resistencia ante cualquier agresión interna o externa.

Todo este escenario plantea una sensación de acoso exterior para el gobierno de Chávez. En Caracas parecen temer una situación similar a la invasión norteamericana al Panamá del general Manuel Antonio Noriega en 1989. De allí la activación de la llamada estrategia de "guerra asimétrica", evaluada por la FAN venezolana en el 2005.


Petróleo, nada más que petróleo

Situaciones pintorescas de lado, y a pesar de que los barriles de petróleo venezolano siguen llegando a las costas de EEUU (según el Departamento de Estado, en el 2005, las exportaciones petroleras venezolanas a ese país se calcularon en 1,6 millones de barriles diarios), la crisis entre ambos países profundiza la preocupación hemisférica de Washington ante los nuevos modelos políticos y de integración regional.

Del mismo modo, no hay que olvidar la repercusión que tiene en Washington la estrecha alianza de Chávez con Fidel Castro, en un momento en que parece ser vox populi la inminencia de un proceso de cambio o transición en Cuba. Otro escenario lo constituye el hecho de que Venezuela sea vecino de Colombia, con todas las implicaciones que esto conlleva para la política antidrogas y antiguerrilla de Washington en el plano andino.

Como la materia petrolera sigue siendo el vértice clave de las relaciones entre Washington y Caracas, es obvio que los movimientos de la "diplomacia petrolera" chavista y su estrategia continental del ALBA, generan fricción en el gobierno de Bush, ahondadas por el descuido de la política estadounidense hacia los asuntos latinoamericanos y su paulatina pérdida de influencia. El "arma petrolera" de Chávez le ha llevado, en reiteradas ocasiones, a amenazar con suspender el suministro a EEUU.

Los proyectos regionales de Chávez, tales como Petrocaribe, Petroamérica, Petroandina y Petrosur, inquietan a su principal consumidor energético. Hace dos semanas, durante una cumbre con sus homólogos Lula y Kirchner, Chávez impulsó la creación del mayor gasoducto suramericano, cuya longitud de 10.000 km. permitiría crear una red de distribución desde el río Orinoco hasta el río de La Plata, transportando 150 millones de metros cúbicos diarios. Este proyecto tiene también a la Bolivia de Evo Morales como peón de importancia. Venezuela y Bolivia tienen las mayores reservas hemisféricas de gas natural y sus actuales gobiernos manifiestan un marcado rechazo al ALCA estadounidense.

En esta línea se ubica la política oficial venezolana de cara a las inversiones de las multinacionales petroleras, principalmente estadounidenses. La nueva estrategia de la estatal petrolera venezolana, PDVSA, busca diversificar los socios y mercados, sin enfocarse única y exclusivamente en EEUU, país que compra el 70% de las exportaciones petroleras venezolanas. Irán, Argelia y China se han convertido en socios de importancia para el gobierno de Chávez, cuyo país posee unos 72.000 millones de barriles de crudo en reservas probadas, las mayores de todo el hemisferio occidental.

Del mismo modo, el gobierno venezolano revisa unos 33 contratos suscritos en la década de los noventa, con la finalidad de aumentar la fiscalidad de compañías como Chevron-Texaco, Exxon Mobil, BP, TotalFinaElf y Royal Dutch Shell, retirarles el control operativo de los pozos y obligarlas a convertirse en socios minoritarios de PDVSA. En caso de rechazar estas condiciones, Chávez ya les ha advertido a las multinacionales que deben abandonar el país.

A pesar de ello, las relaciones petroleras entre Washington y Caracas siguen siendo sólidas. Retórica de confrontación aparte, la multinacional Chevron-Texaco sigue constituyéndose como el puntal de un negocio que, entre un 30 y un 50% del petróleo venezolano, está siendo explotado por las multinacionales, con una capacidad de producción aproximada de 2,6 millones de barriles diarios. Las reservas de crudo de la Faja Petrolífera del Orinoco son el objetivo principal de extracción de estas multinacionales.

En el 2005, la estela política de Chávez ha sido la más influyente en el ámbito regional, proceso que espera continuar con los distintos escenarios electorales del 2006, principalmente en Perú, Ecuador y Nicaragua. Su oferta de ayuda financiera, sanitaria y petrolera a países vecinos ha provocado fricciones en la Casa Blanca, lo cual acelera los temores y alertas de que la confrontación Washington-Caracas se encamine por otros niveles, ajenos a la política y la diplomacia.

miércoles, febrero 08, 2006

Darnos: guía de lectura de “Deus Caritas Est”

Guía de lectura de la Encíclica “Deus Caritas Est”[1]


Dios es Amor, y la fe, un encuentro con Él y con su don, que provoca en nosotros la necesidad de darnos a los ecesitados


José Ignacio Calleja
Facultad de Teología de Vitoria-Gasteiz
Vitoria (Álava). Eclesalia


Dios es amor y nuestro amor, antes que un mandamiento o ley, es una respuesta a ese don del amor de Dios, experimentado por cada uno y todos juntos. Sin esta experiencia de encuentro con una Persona, Cristo, con el acontecimiento de su Persona y de su Vida, con una Persona como Amor que se nos da, no hay camino cristiano, no hay respuesta cristiana, aunque haya “cumplimiento legal. Ser cristiano es, así, comunicar el amor que se nos da, el que nos colma gratuitamente, y como tal nos desborda (n 1). Dios nos colma de su amor y de este “antes” pende y debe nacer en nosotros el amor como respuesta (n 17).


PRIMERA PARTE (nn 1-18):


La unidad del amor en la creación y en la historia de la salvación


Hay una relación intrínseca entre la realidad del amor humano y el amor gratuito de Dios. El fenómeno humano del amor está, ahí, como una realidad central en nuestras vidas. Sus diversas manifestaciones, visibles ya en los distintos usos de la palabra “amor”, se unifican siempre en una relación inseparable de eros y ágape. Estos dos conceptos no son antagónicos, ni el cristianismo los ha hecho tales.
Ambos se refieren a dos dimensiones presentes, con acento
mayor de una u otra, en todos los significados del concepto amor y,
por supuesto, en la asunción cristiana de la realidad humana
del amor. Eros representa aquella dimensión del amor
caracterizada por la pasión espontánea, posesiva,
irrefrenable, enamorada, ensimismada, fascinada por la promesa de
felicidad (n 7). Es connatural con nosotros, nos pertenece, pero
vivida de forma “ebria y ensimismada”, está
condenada al exceso, a la desviación destructiva, a una
divinización que la deshumaniza (n 4). Ágape,
por su parte, representa aquella dimensión del amor
caracterizada por el reconocimiento y respeto del otro, por la
entrega y preocupación por el otro, por el bien del amado;
conlleva, por tanto, la alegría de la donación, la
renuncia, la entrega, la generosidad y hasta el sacrificio. El ágape,
momento o dimensión, se inserta en el eros inicial, para, así,
nos desvirtuarse y perder su propia naturaleza. Dar y recibir, amar y
ser amado. Y en el inicio de todo, ser amado por Dios. Somos eros
que busca a Dios y ágape que transmite el don recibido.


En la
relación de ambas dimensiones, con su peculiar proporción
en cada clase de amor, el amor sale purificado y acomodado a la
condición integral del ser humano (n 8), la de una criatura
unitaria (n 5), cuerpo y alma, alma y cuerpo en la unidad íntima
de la persona única (n 8). Si se separan alma y cuerpo,
y con ellos eros y ágape, “la esencia del
cristianismo quedaría desvinculada de las relaciones vitales
fundamentales de la existencia humana” (n 7)
[2]
En realidad, concluye, “eros y ágape...
nunca llegan a separarse completamente. Cuanto más encuentran
ambos, aunque en diversa medida, la justa unidad en la única
realidad del amor, tanto mejor se realiza la verdadera esencia del
amor en general” (n 7).


La fe
bíblica asume el fenómeno humano del amor, porque asume
a todo el hombre (n 8), purificando su búsqueda y abriéndolo
a nuevas dimensiones. El propio amor de Dios a Israel es eros y, a la
vez, totalmente ágape, amor apasionado, y amor gratuito y que
perdona.


El amor del
ser humano y su matrimonio es el icono más logrado de la
relación de Dios con su pueblo, y medida del amor humano.


Jesucristo
hace realidad el amor de Dios en su forma más radical (n 12),
hasta encarnarla en su persona y vida. A la vez, perpetúa su
entrega de amor mediante la institución de la Eucaristía,
que nos incorpora realmente a la dinámica de su entrega. Este
sacramento implica una “mística” de abajamiento de
Dios y de asociación del ser humano a su obra salvífica,
pero con un sentido social, es decir, “quedo unido al Señor
con todos los demás que comulgan”; los que comemos del
mismo pan, somos un solo cuerpo (1Cor 10, 17). Todos los cristianos,
a partir de la Eucaristía, somos un Nosotros. En ella, el amor
de Dios nos llega corporalmente para seguir actuando en nosotros y
por nosotros. Así, fe, culto y ethos componen una sola
realidad
.


Las
parábolas aclaran y amplían el sentido cristiano de la
“projimidad”, es decir, universal y concreta, aquí
y ahora, hacia cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo
pueda ayudar, como fusión del amor a Dios y al prójimo,
viendo y sintiendo al otro con los ojos y el corazón de Dios,
de Jesucristo (n 18), y, por ende, haciéndolo desde el corazón
y llegando a su corazón. Esta experiencia de proximidad total
abre mis ojos a lo que Dios me está dando, “me hace
sensible también ante Dios” (n 18), por encima de una
relación sólo “correcta”, pero sin amor:
“Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un
único mandamiento... ambos vienen del amor que viene de Dios,
que nos ha amado primero” (n 18). La acogida de este amor de
Dios, su profundidad y realismo, puede decirse, se corresponde con la
hondura de nuestro amor o servicio a los demás.


SEGUNDA
PARTE
(nn 19-41):


Cáritas,
el ejercicio del amor por parte de la Iglesia como “comunidad
de amor”.


La pregunta
que la encíclica va a responder queda formulada así (n
1): ¿Cómo cumplir de manera eclesial el mandamiento
del amor al prójimo?


Pero, ¿tan
importante es la caridad en la vida de la Iglesia? Toda la
actividad de la Iglesia es expresión de un amor, recibido
y dado, que busca el bien integral del ser humano. Ese amor se
expresa como servicio de caridad a los hombres en todas sus
necesidades. Hablamos ya del amor al prójimo, enraizado en el
amor de Dios, como tarea de cada fiel y de toda la comunidad
eclesial (n 20), local, particular y universal. De ahí que la
caridad
necesite de una organización para un
servicio comunitario ordenado. La Iglesia lo sabe y ha sido
siempre consciente (Hch 2, 44-45) de que la tarea de la
caridad tiene importancia constitutiva, es parte de la
definición de la Iglesia ((Hch 2, 42; 4, 32-37). Por
más que hayan cambiado las circunstancias históricas,
ha permanecido la conciencia de que “en la comunidad de los
creyentes no debe haber una forma de pobreza en la que se niegue a
alguien los bienes necesarios para una vida decorosa” (n 21).
Es un principio eclesial fundamental (n 21), como se verifica en la
aparición histórica del ministerio diaconal (Hch 6,
5-6).


Con el paso
del tiempo, el ejercicio de la caridad (n 22) se confirmó como
uno de los tres ámbitos esenciales de la vida eclesial,
“pertenece a su esencia tanto como el servicio de los
Sacramentos y el anuncio del Evangelio” (n 22), dando lugar a
estructuras jurídicas precisas, desde el siglo IV de nuestra
era
[3],
hasta nuestros días.


Insistamos
en esto, dice. La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa
en una triple tarea (Anuncio, Liturgia y Diaconía). Son
inseparables y se implican mutuamente (n 25): “Para la Iglesia,
la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que
también se podría dejar en manos de otros, sino que
pertenece a su naturaleza y es manifestación
irrenunciable de su propia esencia
(n 25).


Esto es
válido en la Iglesia, “familia de Dios en el mundo”,
y supera sus confines, hasta cualquiera que sea el necesitado, como
lo muestra la parábola del Buen Samaritano; pero en la
Iglesia, “familia”, es especialmente válido.


Caridad
y Justicia


Tenía
que surgir la pregunta por esta relación. Y, ¿cómo
la resuelve? La caridad ha sido cuestionada, dice, no sin razón,
como una realidad amenazada de manipulación cuando se presenta
y realiza como sustitutivo de la justicia. Tiene su parte de verdad.
La cuestión del orden social justo se plantea en la sociedad
industrial de un modo nuevo. Es la relación justa entre
capital y trabajo. La Iglesia lo percibió tarde, es cierto,
pero ya en el siglo XIX nuevas Congregaciones Religiosas
desarrollaron la acción caritativa de la Iglesia en la nueva
situación. A la vez, desde 1891, la Iglesia ha desarrollado un
magisterio social, la DSI, de valor cierto e irrenunciable. En la
nueva situación, “a causa de la globalización de
la economía” (n 18), la “doctrina social de la
Iglesia” “propone” orientaciones válidas,
más allá de sus confines, ofrecidas “al diálogo”
con “todos” los que se preocupan en serio por el hombre y
el mundo (n 27).


Hoy, la
relación intrínseca entre “el compromiso
necesario por la justicia” y “el servicio de la caridad”
(n 28), exige tener en cuenta dos hechos. Uno, la justicia
tiene que regir la vida social y el Estado, pero su concreción
en estructuras sociales y estatales es competencia de la política.
La Iglesia, expresión social de la fe, y el Estado,
encarnación institucional de la política, “son
dos esferas distinta”; eso sí, “siempre en
relación recíproca” (n 28). ¿Por qué
esa relación? Veamos.


La política
es un procedimiento para determinar “los ordenamientos
públicos”, pero su objeto y su medida intrínseca
es la justicia, que tiene naturaleza ética (n 28). El
Estado, suprema encarnación institucional de la política,
intentará realizar la justicia aquí y ahora, pero
sabiendo que antes del “cómo”, hay otra pregunta
más radical que dice así: “¿qué es
la justicia?” (n 28). Atender a ambas dimensiones a la vez,
cómo y qué, es una cuestión
central que concierne, dice, “a la razón práctica”
[4].
Esta “razón práctica”, es decir, la razón
política relativamente autónoma (nn 28 y 29) está
amenazada de ceguera por el interés y el poder. Y aquí,
“política y fe se encuentran” (n 28), porque la fe
es “una fuerza purificadora de la razón misma”,
para que sea más ella misma; tal es el lugar o servicio
de la “doctrina social católica”. Ésta
no pretende la primacía de la Iglesia sobre el Estado,
“tampoco quiere imponer a los que no comparten la fe sus
propias perspectivas y modos de comportamiento” (n 28), sino
contribuir a la purificación de la razón y
ayudar al reconocimiento y práctica de lo que es justo aquí
y ahora.


La
“doctrina social de la Iglesia” argumenta “desde la
razón y el derecho natural”
[5],
pero no es tarea de la Iglesia hacer valer políticamente ella
misma esta doctrina, sino servir a la formación de las
conciencias en la vida política. La construcción de un
orden social y estatal justo, “mediante el cual se da a cada
uno lo que le corresponde”, es “un quehacer político;
directamente”, tarea política, y, mediatamente,
un quehacer humano primigenio, y por ello, moral, tarea de la
Iglesia, “mediante la purificación de la razón y
la formación ética”, que es su contribución
específica (n 28).


La empresa
política de realizar la sociedad más justa posible no
es inmediatamente tarea de la Iglesia, sino del Estado y de la
sociedad, pero la Iglesia en ningún caso “debe quedarse
al margen en la lucha por la justicia” (n 28). Se inserta en
ella, debe hacerlo, por la “argumentación
racional”
[6]
y “despertando fuerzas espirituales” que allanen el
camino de la justicia.


Esto en
cuanto a la Iglesia en su conjunto. Y ¿los laicos? Si
el compromiso por la justicia en cuanto tarea política
directa, es decir, estructuras justas en la sociedad y el Estado, es,
sólo, mediatamente, competencia de la Iglesia, como
hemos visto, “los laicos” sí lo tienen como un
“deber inmediato” (n 29). Como ciudadanos del Estado que
son, no pueden evitar la política en su concreción de
instituciones y leyes, buscando su justa configuración,
“respetando su legítima autonomía” (la de
la política) y “cooperando con los otros ciudadanos”
y “bajo su propia responsabilidad” (n 29), viviéndolo
todo como expresión de su fe y, por tanto, como “caridad
social” (n 29), pero, propiamente, no es la Iglesia en cuanto
tal quien actúa en la política por ellos. Los laicos no
son el largo brazo de la Iglesia en la política.


Y, ¿dónde
queda entonces la caridad? “La caridad siempre será
necesaria, incluso en la sociedad más justa” (n 28).
Siempre habrá situaciones “humanas” que la
requieran y, además, el Estado no puede asegurar lo esencial
en la atención a los necesitados: “una entrañable
atención personal” (n 28). Además, en cuanto a la
solidaridad en la vida pública, el Estado debe regirse por el
“el principio de subsidiaridad”, es decir, el que reclama
dejar y aun facilitar la iniciativa a la sociedad en cuanto a la
solidaridad. La Iglesia es “una de estas fuerzas vivas”
creadoras de solidaridad (n 28) y pretende una ayuda integral, cuya
negación sólo puede proceder del más craso
materialismo.


Y en la
vida de la Iglesia, ¿qué relación hay entre
“el compromiso por el orden justo del Estado y la sociedad”
y “la actividad caritativa organizada?


Ya
conocemos lo dicho sobre los laicos y su presencia autónoma y
propia en la política, y ahora nos sale al paso la cuestión
de la caridad como obra de “las organizaciones caritativas de
la Iglesia”. Ésta son “obra propia” de la
Iglesia (n 29). Es decir, en ellas la Iglesia es “sujeto
directamente responsable” y “actúa conforme a su
naturaleza” de Iglesia de Jesucristo. Hablamos de esta
“organización caritativa de la Iglesia” que, por
cierto, no anula la acción caritativa individual.


El contexto
de esta “organización caritativa de la Iglesia” es
el de un mundo globalizado en muchos sentidos y, en particular, en el
de las comunicaciones. Este fenómeno hace que el mundo sea más
pequeño para conocer las necesidades y disponga, a la vez, de
medios más abundantes y rápidos para la ayuda
humanitaria. El mundo entero, además, tiende a constituir el
horizonte de la acción solidaria. Y la sociedad civil entera,
por su parte, aparece y es el sujeto, más que los individuos,
de los modos actuales de la solidaridad nacional e internacional (n
30). En tal contexto, surgen formas nuevas de colaboración
entre entidades estatales, civiles y eclesiales, un voluntariado
social con diversas formas y para diversos servicios. Este fenómeno
del voluntariado civil solidario se une al crecimiento de nuevas
formas de actividad caritativa en las Iglesias, fecunda unión
de caridad y evangelización. El ecumenismo de la caridad
social cristiana es muy estimado por los católicos, pues todas
las iglesias cristianas quieren la realización del ser humano
conforme a su dignidad de imagen de Dios. Una voz común de los
cristianos al respecto ha de ser muy eficaz.


La
actividad caritativa de la Iglesia, sin embargo, tiene un perfil
característico
.
Con sus luces y sombras en la
historia, es factor de gran peso en la evangelización. Es
necesario, así, que no se diluya la caridad (y las Cáritas)
en “una organización asistencial genérica”
(n 31), una más. Hay rasgos, para evitarlo, que constituyen su
esencia, la de la “caridad cristiana y eclesial”.


Así,
el primero, como en la Parábola del Buen Samaritano, la
caridad es ante todo “respuesta a una necesidad inmediata, en
una determinada situación”, hecha, “ya”, con
profesionales competentes, técnicamente, pero, sobre todo,
convertidos al amor de Dios y mediadores de esa experiencia.


En segundo
lugar, “independiente de partidos e ideologías”,
y, sobre todo, de la concepción marxista de la revolución
y el progreso, la que decía que toda caridad inmediata y
personal es alienante y justificación del statu quo y,
al cabo, contrarrevolucionaria. No hay que temer una caridad
inmediata y urgente(n 31)
[7].


En tercer
lugar, la caridad no ha de ser un medio con función
proselitista (n 31). Es amor gratuito, no intenta imponer la fe; pero
tampoco calla. La caridad como testimonio ya habla por sí
misma de Dios, pero el cristiano sabe “cuando es tiempo de
hablar de Dios y cuando es oportuno callar sobre Él, dejando
que hable sólo el amor” (n 31). Todos en la Iglesia, las
organizaciones caritativas en especial, tienen este cometido de
reforzar la conciencia creyente de sus miembros, para ser testigos
creíbles de Cristo, ora de palabra, ora con su silencio,
siempre con su ejemplo.


¿Quiénes
son responsables de la acción caritativa de la Iglesia?

El sujeto de las organizaciones de caridad de la Iglesia es la
Iglesia misma, y lo es en todos sus niveles de expresión. En
particular, los Obispos tienen la primera responsabilidad en
las Iglesias Particulares de cumplir, hoy, el Programa de Hechos de
los Apóstoles (2, 42-44) (n 32). La Iglesia, familia de Dios
(en el mundo), tiene que ser hoy ejemplo de ayuda, dentro, y hacia
fuera. El ejercicio de la caridad, no lo olvidemos, es “una
actividad de la Iglesia como tal” (n 32), y “forma
parte esencial de su misión originaria, al igual que el
servicio de la Palabra y los Sacramentos
” (n 32).


Los
colaboradores que en la práctica hacen este servicio de
la caridad en la Iglesia, no han de interpretar la acción
caritativa desde una ideología, sino desde la fe que actúa
por amor (n 33). Estos colaboradores han de ser prontos a sintonizar
con otras organizaciones de solidaridad, respetando la “fisonomía”
específica del servicio de caridad (1 Cor 13), como amor por
el hombre, alimentado en Cristo. Darse como persona, par no humillar
al ayudado, darse como un don de amor, desde la humildad,
“abajándose”, sin mérito propio, como
instrumento de la “gracia”, instrumento en manos del
Señor, confiando en Él
[8].
¡Cuidado!, les tentará la ideología
revolucionaria, la que quiere todo y ya (¿el marxismo?) y su
contraria, la inercia del nada se puede hacer (“¿el
neoliberalismo hecho dogma?). Ni soberbia ni resignación. La
oración tiene aquí un lugar vital, como fuente
inagotable de eficacia, frente al activismo y el secularismo (n 37).
Rezamos no para corregir los planes de Dios (¿oración
de petición?), sino para encontrarnos con Dios, cobrar
esperanza y sentir su gracia. Pasaremos por dificultades de
confianza, al no entender el mal en el mundo, el motivo del silencio
y aparente ausencia de Dios (JOB); llegaremos al grito de Jesús
en la cruz (Mt 27, 46). “Nuestra protesta” (n 38), “no
quiere desafiar a Dios”, sino afirmar nuestra fe en su bondad
radical y última, incluso “aunque su silencio siga
siendo incomprensible para nosotros” (n 38). En fin, “vivir
el amor y, así, llevar la luz de Dios al mundo: a esto
quisiera invitar con esta Encíclica” (n 39).


Conclusión.
Para concluir, una mirada a los Santos, es decir, “a quienes
han ejercido de manera ejemplar la caridad, y, entre los Santos,
sobresale María, espejo de toda santidad (n 41). En los Santos
es claro “que, quien va a Dios, no se aleja de los hombres”
(n 42); a ella confiamos la Iglesia, “su misión al
servicio del amor”.





[1]
Texto completo de la Encíclica “Deus Caritas Est”
se la puede encontrar en el sitio web del Vaticano
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est_sp.html




[2]
Parece estar hablando de la Ley de la Encarnación en la
Historia de la Salvación, sin citarla.




[3]
Cfr., datos históricos en nn 23-24.




[4]
El uso de este concepto “razón práctica
no lo veo claro en la Encíclica. Quiero creer que se reconoce
la política como realidad autónoma, relativamente
desde luego, que dispone de recursos morales propios antes de su
encuentro con la moral de la fe religiosa
. Pienso en la política
laica inspirada en los derechos humanos. El texto, sin embargo, no
deja claro cómo se purifica la razón política
no sólo por la fe, sino también por recursos propios
de la razón. Hago, por ello, la interpretación más
conforme con la democracia laica.




[5]
Llama la atención esta referencia a la argumentación
de la doctrina social de la Iglesia, “desde la razón y
el derecho natural”, sin añadir expresamente “a
la luz de la fe”. Precisamente, la doctrina social de la
Iglesia en Juan Pablo II venía reclamando su estatuto de
teología moral social, lo cual requiere siempre, entre sus
fuentes de argumentación, la Revelación. Si argumenta
sólo desde “la razón y el derecho natural”,
estamos ante un conocimiento filosófico con hondas raíces
en la historia del cristianismo, una especie de “filosofía
social cristiana” o, con más pretensión, de
“ética social cristiana” que tiene que aclarar su
relación con la ética social de los derechos humanos
o, en otro lenguaje, la moral civil de las democracias en cuanto
tal.




[6]
Entiendo, ahora sí, que apela a la aportación ética
de la Iglesia, hecha en términos de razón moral
natural. Y, de nuevo, la duda de si la razón política
es capaz de tener acceso propio a la razón moral natural.




[7]
Llama la atención aquí la falta de un comentario sobre
la denuncia política que debe acompañar, a mi
juicio, a toda acción caritativa por más concreta y
urgente que sea. En realidad, toda la Encíclica, genial en
tantos aspectos, padece el olvido de los condicionamientos y
consecuencias políticas de la caridad, más allá
de las mejores intenciones de los cristianos. Una crítica más
severa de la gestión neoliberal de la globalización,
un aprecio más nítido del significado cristiano del
cambio de estructuras y el reconocimiento de que nadie se libra
enteramente de alguna ideología, hubiera enriquecido mucho
esta teología y pastoral de la caridad.




[8]
Notemos aquí una “espiritualidad o mística”
del voluntariado de la caridad eclesial, muy digna de ser
profundizada.






lunes, febrero 06, 2006

El idioma en la era del móvil y de Internet

Jorge Planelló
periodista, CCS


En su libro Defensa apasionada del español, Alex Grijelmo se refiere a la pobreza de un idioma que evolucione desde el deterioro. Carteles de aviso, subtítulos en películas y artículos de prensa son ejemplo del poco cuidado que en ocasiones se presta a la ortografía. En los programas de televisión infantiles, el empeño por usar expresiones modernas reduce a una sola palabra todos los matices.

Al utilizar los jóvenes las nuevas tecnologías como teléfonos móviles o Internet, el deseo de comunicar prevalece sobre las reglas gramaticales. Es interesante cómo compensan mediante el lenguaje la impersonalidad de una conversación en un chat o con mensajes telefónicos. Más que empobrecer el idioma lo adaptan a las nuevas circunstancias. Dos personas frente a frente comunican además de con la palabra con los gestos y los cambios de tono. Mediante onomatopeyas, abreviaturas o la supresión de las vocales, los jóvenes pretenden ganar inmediatez e intensidad en su mensaje. Se trata de decir lo máximo en el menor espacio posible.

Nada sucede si se concibe esta forma de expresión como algo independiente de la lengua común. "El problema no es la tecnología, sino la ignorancia", ha dicho el escritor y académico de la lengua Antonio Muñoz Molina. Los diferentes medios tecnológicos pueden coexistir. Ni la televisión ha desplazado a la radio, ni los soportes electrónicos al libro. Tampoco una conversación por chat o a través de mensajes puede competir con aquella en la que las dos personas de cualquier edad se hallan presentes porque son formas de interacción complementarias.

Por ello el riesgo para la riqueza del idioma no es este uso lingüístico. Más bien que se utilice sin distinción, como cuando un alumno escribe en un examen igual que en un mensaje de móvil, lo que pone de manifiesto una carencia educativa. En España más de la mitad de los hogares tienen menos de 100 libros, 3 de cada 10 personas de entre 14 y 24 años no leen y todavía menos, 6 de cada 10, entre los alumnos de primaria. Ante este panorama, la responsabilidad del idioma se delega en gran medida a los medios de comunicación.

De una manera u otra los jóvenes siempre han buscado registros propios para diferenciarse de los más mayores. Lázaro Carreter se refería a "la sensación de vejez que rodea a ciertas palabras, y la necesidad que sienten las generaciones jóvenes de sustituirlas por otras de faz más moderna".

"Los idiomas cambian, inventando voces, introduciendo las de otros o modificando las propias", escribía. Con las nuevas tecnologías se precisan diferentes formas de utilizar el lenguaje. Igual que nadie escribe como habla, tampoco es adecuado escribir para los internautas como en el papel o mantener el estilo de una carta en un correo electrónico o un mensaje por el móvil.

Pero los jóvenes no son el único motor de cambio del lenguaje. La comunicación no es privilegio de unos pocos. Para Lázaro Carreter "se requiere la máxima unidad en los cambios". Así, se ha de facilitar el acceso a las nuevas tecnologías a personas de todas las edades.

En el cuarto centenario de la genial obra de Miguel de Cervantes, el lenguaje aparece como algo vivo. Somos capaces de padecer las fatigas de Don Quijote y gozar de sus andanzas, aunque el estilo del texto de Cervantes resulta lejano. Esta evolución es un síntoma de salud, en la medida en que se adapta el idioma a los últimos avances tecnológicos y necesidades. Pero ha de progresar con la aportación de sus hablantes, no con el deterioro. Perderíamos el vínculo cultural si se suprimiesen, por ejemplo, las vocales. "Las mismas letras, dice Grijelmo, sobre las que han descansado sus ojos millones de personas en cinco continentes, en Guinea, en Filipinas, en El Salvador o en Miami".

viernes, febrero 03, 2006

¿Quién manda en el mundo?

Leonardo Boff
Teólogo


Con la autonomización de la economía y el debilitamiento de los Estados-nación es ilusorio pensar que los presidentes elegidos sean quienes tienen el mando del país. Quien decide los destinos reales del pueblo no es el Presidente. Él es rehén del Ministro de Hacienda y del Presidente del Banco Central que, a su vez, son rehenes del sistema económico-financiero mundial, a cuya lógica se someten. Cuando el Presidente Bush habla a la nación, seguramente mucha gente lo escucha. Cuando habla el presidente de la Reserva Federal (FED) toda la nación se para. Lo que él tenga que decir significa la vida o la muerte de muchos empleos y el destino de empresas.

Los dueños del mundo están a la sombra de los bancos. Son los que controlan los mercados financieros, las tasas de interés, las infovías de comunicación, las tecnologías biogenéticas y las industrias de la información.

Inmensos consorcios privados actúan a nivel planetario. Sin preguntar a nadie y sin ningún tipo de control dilapidan el patrimonio común de la humanidad en beneficio propio. En pocos años deforestaron 800.000 hectáreas de las islas de Borneo, Java, Sumatra y Sulawesi (Célebes). Los incendios proyectaron una humareda del tamaño de medio continente. Esos mismos grupos mancomunados con los nuestros actúan ahora en la selva amazónica. Las leyes de protección ambiental son inoperantes frente al ansia de conseguir dólares, vía exportación, para que el país haga frente a los compromisos de la deuda externa e interna. El agronegocio implica deforestar, liquidar la biodiversidad, homogeneizar la producción en escala.

Esta lógica funciona en el sistema globalizado mundial, creando desigualdades y devastaciones ecológicas allí donde se implanta. Para el 2010 se prevé que las selvas hayan disminuido un 40%. En el 2040 el aumento de los gases de efecto invernadero puede provocar un calentamiento de 1ºC a 2ºC elevando el nivel de las aguas oceánicas de 0,5 a 1,5 metros, afectando a millares de ciudades costeras. Seis millones de hectáreas de tierras fértiles desaparecen al año bajo el efecto de la desertización.

Enfermedades infecciosas de todo tipo viajan a la velocidad de los mercados. El sida en África es una pandemia. La esperanza de vida del África subsahariana ha disminuido 7 años, y en otros países como Uganda, Zimbabwe y Zambia ha retrocedido diez años. El año pasado la producción económica de Kenia por causa del sida cayó un 14,5%. África es un continente abandonado a su propia desgracia, que ni siquiera merece ser explotado. El Papa hace discursos irresponsables.

Si hubiera un poco de humanidad y compasión entre los humanos bastaría con retirar apenas un 4% de las 225 mayores fortunas del mundo para dar comida, agua, salud y educación a toda la humanidad. Estos son datos de la ONU del 2004. En cuanto a esto, todavía mueren de hambre 30 millones de personas y dos mil millones están anémicas.

¿Tendremos tiempo para que la desintegración se muestre creativa? Una leve esperanza se anuncia un poco en todas partes del mundo, en Seattle, en Génova, en Porto Alegre y en los Foros Sociales Mundiales. Ahí surge un anti-poder que pide una nueva justicia planetaria, una tasación significativa de los capitales especulativos, la introducción de una renta de existencia para todos los habitantes de la Tierra (no para que subsistan sino simplemente porque existen), la aplicación rigurosa de la ética de la precaución y del cuidado en las cuestiones ambientales. Esperanzas. Que tengan la fuerza de la semilla.

miércoles, febrero 01, 2006

Globocolonización

Frei Betto
Religioso Dominico


La ONU divulgó un retrato estremecedor del mundo en que vivimos: el documento “The inequality predicament” (La encrucijada de la desigualdad). Somos seis mil trescientos millones de habitantes en esta nave espacial llamada planeta Tierra. Apenas mil millones de ellos, ciudadanos de los países desarrollados, acaparan el 80% de la riqueza mundial.

En las últimas cuatro décadas la renta per cápita de los países más ricos casi se triplicó. Entre los más pobres sólo creció un 25.94%. De 73 países con estadísticas confiables, entre 1950 y 1990 creció la desigualdad en 46 países, en 16 se mantuvo estable, y sólo se redujo en 9.

Imagine todos los bienes de consumo del mundo. Ahora piense que el 86% de ellos quedan en manos del 20% solamente de la población mundial. Y el 20% de los más pobres del mundo se reparten apenas el 1.3% de esos bienes.

El mundo está repartido en más o menos 240 naciones. Vea la diferencia entre los 20 países más ricos y los 20 más pobres. Los primeros usan el 74% de las líneas telefónicas, mientras los demás sólo el 1.5%. Los 20 más ricos consumen el 45% de la carne y del pescado ofrecido por el mercado, y los 20 más pobres apenas el 5%. En materia de energía, los 20 países más ricos consumen el 58%, en tanto que los 20 más pobres sólo el 4%. Respecto al papel, el 87% de la producción queda en los 20 países más ricos, y el 1% en los 20 más pobres.

En cuatro décadas la renta de los 20 países más ricos casi se triplicó: alcanzó en el 2002 el nivel de US$ 32,339 por persona. En los 20 países más pobres creció sólo el 26%, para llegar a los US$ 267.

En América Latina la pobreza quedó congelada en las últimas dos décadas del siglo 20, pero aumentó la desigualdad. A comienzos de los años 90, el 10% de los más ricos del continente detentaba hasta el 45% de la renta nacional. En Brasil el 10% más pobre posee una renta 32 veces superior a la que ganan el 40% de los más pobres. Somos uno de los campeones de la desigualdad, a pesar de que nuestros índices sociales hayan mejorado con el gobierno de Lula.

El informe comprueba que no basta con combatir la pobreza, sino que es preciso atacar también las causas de la desigualdad. En otras palabras, sin distribución de la renta no hay modo de promover la inclusión social. Y la diferencia de clases no sucede sólo entre países ricos y pobres. Dentro de los ricos también hay graves diferencias sociales. La parcela del 1% de los más ricos de los Estados Unidos tiene en sus manos el 17% de la renta nacional.

Dos factores han contribuido a profundizar el abismo entre ricos y pobres: el avance tecnológico por un lado y el menosprecio de la mano de obra por otro. Cuanto más avanzada es la tecnología, menos empleos hay. Un computador en un escritorio de arquitectura, por ejemplo, es capaz de lanzar al desempleo a un buen número de personas. En su búsqueda del lucro excesivo, las empresas tratan de encontrar por todo el mundo quién pueda trabajar más y ganar menos.

Según la central sindical norteamericana AFL-CIO, en los próximos diez años los Estados Unidos exportarán unos 14 millones de empleos. Eso significa que dejarán de ofrecer puestos de trabajo dentro de casa para explotar mano de obra extranjera barata desprovista de seguridad laboral y social

En todo el mundo, la mitad de las personas que trabajan -cerca de 1,390 millones- vive con menos de US$ al día; y la cuarta parte recibe, como máximo, US$ 1 al día. En Brasil, la mitad de los trabajadores dependen de un empleo informal, lo que suele ser sinónimo de pobreza.

Ese panorama tenebroso no puede ser revertido, según el brasileño Roberto Guimarães, coordinador del informe de la ONU, sino con mayor escolaridad y una política de renta mínima. “Tenemos que revisar la estructura de la economía mundial”, dijo. Y añadió: “Si queremos una globalización menos asimétrica, en cuanto se refiere al trabajo, deberíamos tener un marco internacional de empleo. Así sucedió con el medio ambiente hace algunas décadas, cuando las industrias se instalaban donde había menos leyes ambientales. Hoy hay un ISO (certificación internacional) y ya no se da esa discusión perversa”.

El informe muestra que, en Brasil, la (falta de) educación es la responsable del 50% de la desigualdad. La diferencia media de salario entre una persona con carrera superior y una sin estudios es del 814%. La tasa de matrícula en la universidad es del 16%; en la Argentina y Chile del 40%.

Sin cambiar el actual modelo económico, nacional e internacional, centrado en la concentración de la renta, nada indica que en el próximo informe tengamos mejores índices. Aunque siempre queda la esperanza.