lunes, junio 18, 2007

El abandono y maltrato de los ancianos

un tema vergonzosamente recurrente

ALC

Desde siempre, los pueblos que se precian de responsables y sabios, han respetado, cuidado y honrado a sus ancianos. Bien sabido es que en oriente, la tradición está fuertemente atada a los mayores y cada persona nace y crece sabiendo que se les debe honra y cariño.

La Biblia, como libro que refleja la vida de un pueblo del oriente, no es ajena a esta realidad. Basta leer en Salmos, Proverbios y Eclesiastés, para conocer la idiosincrasia judía que ve en la cabeza blanqueada por los años un signo de tiempos vividos, de aprendizajes efectuados, de sabiduría a tener en cuenta.

¿Que nos pasó a los pueblos occidentales? Digo occidentales y pienso en occidentales y cristianos. Porque los pueblos originarios de estas tierras sabían de la sabiduría puesta en los ancianos; los consejos de ancianos son un claro ejemplo de la autoridad derivada en ellos.

Pensaba esto hoy- desde mi identidad cristiana, desde mi ser humana- cuando se conmemora el Día Mundial sobre la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Este día ha sido instituido por la Red Internacional para la Prevención del Abuso y Maltrato en la Vejez –INPEA- International Network for the Prevention of Elder Abuse

La ciudad de Buenos Aires dio a conocer ayer que unas 1.200 denuncias mensuales por maltrato a adultos mayores se reciben por mes en la subsecretaría de Integración y Promoción del ministerio de Derechos Humanos de la Ciudad de Buenos Aires, distrito donde habitan 700 mil hombres y mujeres con más de 60 años.

"La mayoría de las denuncias provienen de mujeres", afirmaron desde la subsecretaria. Qué pasa con estos adultos mayores? Las denuncias dicen que son sometidos a situaciones de maltrato y abuso que "muchas veces no son registrados como tales", a modo de ejemplo citaron "el maltrato financiero que los hijos ejercen sobre los padres".

¿Qué tipo de maltrato existen? Los expertos identifican varios tipos: Maltrato físico, emocional, por descuido o abandono, sexual, cultural y estructural.

Los españoles tienen problemas similares, el diario el País afirma que, según fuentes socialistas, las estadísticas indican que entre el 26 y el 50% de las víctimas ancianas sufren más de un tipo de malos tratos, y que en el 50-60% de los casos los hijos son los principales responsables.

"Honra a tu padre y a tu madre", nos han enseñado, y aunque a veces es cierto que hay padres o madres que no han sabido ni querido buscar el cariño y el respeto de sus hijos e hijas, es verdad que los ancianos constituyen un grupo vulnerable y por lo tanto, un sector que debe ser protegido.

Me decía un colega musulmán que en el mundo islámico, uno raramente encuentra asilos o instituciones destinadas al cuidado de los ancianos. "En el Islam, no es suficiente que tan solo oremos por nuestros padres, sino que debemos tratarlos con una ilimitada compasión, recordando que cuando éramos unos niños desvalidos ellos nos prefirieron a si mismos", afirman.

Los tiempos actuales hacen que lo que está escrito en las tradiciones, sea imposible de cumplir en la práctica, me dicen algunas personas, y tienen también razón. La gente ahora trabaja todo el día, no tiene espacio en sus hogares y apenas puede arreglarse con su propia vida. ¿Cómo hacerse cargo de un anciano o anciana? Así, con esas motivaciones atendibles, los hogares de ancianos están llenos de abuelos que no saben nada más de aquellos hijos que vieron nacer y crecer, de los nietos que esperan en vano, vayan a verlos. El abandono es una forma de maltrato que se lleva sigilosamente las ganas de vivir de cualquier ser humano. Cuando hay afectos y ganas, muchos problemas encuentran soluciones.

La sociedad también es expulsiva de los ancianos; como su valor de mercado y de mano de obra es escasa o nula, se tornan descartables. Los planes sociales no contemplan su realidad, las más de las veces precaria en salud y fuerzas. Los aportes de toda una vida de trabajo son apenas suficientes para adquirir medicamentos y es ahí donde muchos se hacen dependientes de sus hijos o nietos, con todas las posibilidades de ser maltratados o abusados. Las calles también están llenas de peligros y obstáculos para quienes se desplazan, por sus años, con dificultades motoras.

Las iglesias olvidan a menudo las necesidades diferentes de quienes portan canas. Pocas comunidades plantean actividades para ellos y les dedican tiempo de reflexión. Incluso, con la onda de renovación litúrgica en muchas comunidades, las personas mayores son vistas como obstáculos ya que muchos se resisten a los cambios, y son dejados de lado por las liturgias y celebraciones. Es importante que en cada iglesia haya espacios para todos y todas, con sus necesidades y sus maneras de alabar a Dios.

Cuando los ojos de una anciana o un anciano me encuentran en las calles de esta ciudad, y en el frío del invierno los veo vendiendo algo para subsistir, una enorme carga me invade el alma. Ellos deberían estar cuidados, respetados, descansando de toda una vida de esfuerzos, y están ahí, dejando sus últimos años sin disfrutar.

Resumiendo, hay mucho para hacer. Si queremos ser seres humanos concientes, tenemos la misión de cuidar y respetar a los mayores. Si nos guía la fe cristiana, deberíamos tomar más ejemplos de nuestro libro sagrado y ver que las misiones y las promesas divinas muchas veces llegaron en la ancianidad (Abraham, Moisés, Simeón, Isabel y Zacarías). La imagen y semejanza de Dios no se desvirtúa con los años, por lo tanto no hay excusas para que nosotros la desvirtuemos.

viernes, junio 01, 2007

Cuando lo procaz entra a su casa por la pantalla

Claudia Florentin
periodista argentina
editora de ALC


El Comité Federal de Radiodifusión (Comfer) anunció ayer sanciones a ShowMatch, un programa nocturno que se emite por Canal 13 y que que conduce el popular empresario de medios Marcelo Tinelli, por una baile llamado "del caño" donde una vedette finalizó en topless.


ShowMatch empezó el año pasado apuntando a cumplir sueños a cambio de bailar y ganar. Un o una figura famosa acompañaba a un "soñador" en bailes que luego terminaban en premios.

Este año, con el mismo argumento, pero con el agregado de un caño, como en aquellos bailes eróticos de lugares reservados para mayores, apunta decadente y groseramente hacia juegos sexuales de mal gusto para la televisión abierta. Si alguien quiere verlos, pues existe la televisión codificada.


Un espectáculo al que una persona con algo de valores en la cabeza, no iría, ahora está, como por arte de magia en el ciclo de televisión de mayor audiencia. Alguien puede argumentar que el ciclo se emite en horario de protección al menor, es verdad, pero durante todo el día y en las propagandas del programa, se repiten hasta el cansancio las mismas imágenes groseras.

Lo triste y lamentable es que los casi 40 puntos de rating son números contundentes de una sociedad que perdió toda brújula, que no puede medir las consecuencias de lo que ve y promueve, y que después de pregunta el porqué de la promiscuidad y precocidad de muchos niños y adolescentes.

¿Será que no se puede dejar de mirar? ¿Qué lo procaz y provocativo hace caer hasta el más plantado? No adhiero a la posición que dice "uno puede cambiar de canal"; el tema no es ese, es poder entender que los contenidos de la TV argentina están cayendo y, mientras tanto, el público aplaude. Mientras más cae, menos opciones existen y más vulnerables son quienes debemos proteger: nuestros niños y adolescentes.

Me preocupa como madre, teóloga y comunicadora, lo que dejan esos programas; me ensombrece las tardes saber que mis hijos se enteran en la escuela lo que yo no dejo mirar, pero que sus compañeros de 10 años ven y comentan; me espanta que padres y madres se sienten con sus niños como si se tratara de iguales, a ver estos ciclos; me asombra que las iglesias no digamos nada.

¿Qué será de la formación de estos niños hoy, adultos mañana, con semejante carga imposible de procesar en sus mentes y corazones? ¿Qué sociedad tendremos si un niño de 8 años puede ver lo que su inocencia aún ni imagina?

Sepan disculpar mi extremada indignación, pero ante tanta falta de sentido, muchas veces no encuentro sosiego.