martes, octubre 31, 2006

Los movimientos sociales en la lucha contra la pobreza

Frei Betto
religioso dominico

Los movimientos sociales son organizaciones de la sociedad civil que presionan a la sociedad política (Estado e instituciones afines), mirando por la defensa y/o la conquista de derechos (humanos, civiles, políticos, económicos, ecológicos, etc.). Hay movimientos sociales espontáneos y efímeros (como la reciente protesta de jóvenes de la periferia francesa contra el consumismo, expresada en la quema de automóviles) y otros que se prolongan en el tiempo y adquieren diversas formas para reivindicar un único derecho, como la desigualdad de las mujeres en relación con los hombres (ver la obra “Lisístrata”, del griego Aristófanes, nacido en el siglo 5º a.C., y el movimiento feminista de la segunda mitad del siglo 20).

La organización de la sociedad en movimientos sociales es inherente a su estructura de poder. El teatro tuvo en la Grecia antigua el papel político de dotar a la población de razón crítica a través de una expresión estética, como comprueba, en la obra de Sófocles, Antígona frente a Creonte (la conciencia del individuo basada en la justicia ante la legalidad del poder respaldada en la tradición), tal como sucedió recientemente con el Guernica, de Picasso, espejo de los horrores causados por el fascismo.

Los movimientos sociales adquieren, a través de la historia, distintas expresiones: estética, religiosa, económica, ecológica, etc. A partir del siglo 1º el Imperio Romano vio minadas sus bases por un movimiento social de carácter religioso -el Cristianismo- que se negó a reconocer la divinidad del César y propugnó la radical dignidad de todo ser humano, llamado a la comunión de amor con los semejantes y con Dios, según el mensaje predicado por una víctima del Imperio -Jesús de Nazaret-, en quien los adeptos de la nueva fe reconocían la presencia de Dios en la Tierra.

Los movimientos sociales tienden a revestirse del carácter predominante del poder vigente en una sociedad. Así, durante la Edad Media los umiliati de Milán se constituyeron en una fuerza de presión a favor de la deselitización de la Iglesia, culminando en el franciscanismo, igual que las cofradías y hermandades del Brasil colonial pueden ser consideradas anticipaciones arcaicas de los sindicatos.

Autonomía de los movimientos sociales

Desde la Revolución Francesa la sociedad civil pasó a movilizarse cada vez más frecuentemente en forma de movimientos sociales. Sin embargo es reciente la noción de que la sociedad civil se organiza para presionar al poder público, y no necesariamente para anhelar también “la toma del poder”. Eso posibilitó el carácter multifacético de los movimientos -indígenas, negros, mujeres, migrantes, homosexuales, etc.- y el hecho de que constituyen instancias políticas no siempre partidarias. Esa “laicización” de los movimientos sociales es lo que les permitió alcanzar autonomía en relación a las instancias de poder -político, religioso, económico, etc.- y, al mismo tiempo, surgir como fuerzas alternativas frente al poder institucionalizado. Es el reciente fenómeno del empoderamiento de la sociedad civil que, cuanto más fuerte es, más logra cambiar la democracia meramente representativa en democracia efectivamente participativa.

Hambre y pobreza en el Tercer Milenio

El síntoma más grave de nuestro atraso civilizatorio es la existencia de la pobreza como fenómeno colectivo. Según la ONU somos 6.500 millones de habitantes, 2/3 de los cuales viven por debajo de la línea de pobreza, o sea, sobreviven con una renta mensual per capita equivalente, como máximo, a US$ 60, o de US$ 2 al día. Eso significa que no sólo fracasó el modelo de socialismo europeo, sino también el mismo capitalismo, ya que sus riquezas y avances tecnocientíficos sólo benefician a una parcela mínima de la sociedad. Ésta puso los pies en la Luna y se aproxima a Marte, pero todavía no logró poner nutrientes suficientes en el estómago de 1.300 millones de personas que sobreviven en situación permanente de inseguridad alimentaria y nutricional.

Datos de la FAO revelan que a cada hora mueren mil seres humanos debido a la desnutrición, de los cuales, anualmente, 5 millones son niños menores de cinco años. Y eso no es debido a la falta de alimentos o al exceso de bocas. La FAO asegura que el planeta produce alimentos suficientes para 11 mil millones de personas, casi el doble de la población actual. La causa principal es la falta de justicia, de compartir los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano.

En el mundo actual hay cuatro causas de muerte precoz: enfermedades (cáncer, vih/sida...), accidentes (de tráfico y de trabajo), violencia (homicidios, suicidios, terrorismo y guerra) y el hambre. Esta última es la que causa más víctimas y, sin embargo, la que provoca menos movilización de la sociedad para tratar de erradicarla.

¿Por qué nos movilizaremos tanto en función del combate contra el vih/sida, los accidentes de tráfico y el terrorismo, y somos indiferentes ante la verdadera arma de destrucción masiva, el hambre? Hasta ahora sólo he encontrado una respuesta, y además es cínica: de los cuatro factores, el hambre es el único que hace distinción de clases. Nunca nos amenaza a nosotros, los bien nutridos. Sólo los miserables mueren de hambre. Y como, en este asunto, hay que darle la razón a David Hume y a Adan Smith, cuando afirman que incluso en las causas altruistas somos movidos por el egoísmo, quedamos indiferentes porque el hambre no nos amenaza. Los miserables, a su vez, carecen del mínimo de condiciones para organizarse en movimientos sociales; apenas les interesa su pan de cada día.

El programa Hambre Cero

El Brasil es históricamente una nación marcada por la pobreza y el hambre, debido a las estructuras de opresión todavía vigentes en el país. En 1946 el sociólogo Josué de Castro publicó su clásico libro “Geografía del hambre”, en el que defiende la tesis de que el hambre no viene por voluntad divina ni por las condiciones climáticas desfavorables para la agricultura. El hambre es causada por la estructura de la sociedad, injusta y desigual. Es pues un problema eminentemente político.

A comienzos de la década de 1990 Lula, actual presidente del Brasil, propuso que la cuestión del hambre fuese llevada a la calle. Dicha tarea fue realizada con éxito por el sociólogo Betinho, líder de la ‘Acción de la Ciudadanía contra el Hambre y la Miseria y por la Vida’. Gracias a su carisma, por primera vez se realizó una masiva movilización nacional, a través de comités de la sociedad civil, en función del combate al hambre. Pero el movimiento no llegó a las causas del problema. Se centró más en sus efectos, aunque tuvo el mérito de politizar el tema.

Elegido presidente el año 2002, Lula estableció el programa Hambre Cero, buscando asegurar a toda la población brasileña alimentos en cantidad y calidad suficiente y erradicar, en la medida de lo posible, las causas de la miseria. El primer objetivo fue relativamente alcanzado en los últimos cuatro años, gracias al principal programa del Hambre Cero -la Bolsa Familiar, que distribuyó una ayuda mínima a cerca de 40 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria y nutricional. Lula propuso en la ONU algo semejante a escala mundial; fue apoyado por Kofi Annan, Zapatero, Chirac y Lagos, entonces presidente de Chile, y acogido por más de cien jefes de Gobierno y de Estado, entre ellos el papa Juan Pablo II. Sin embargo la propuesta no salió del papel.

A pesar de su relativo éxito, a la Bolsa Familiar le falta encontrar su puerta de salida, de modo que pueda garantizar a sus beneficiarios independencia en relación al poder público, acceso al empleo y condiciones de generar su propia renta. A mi criterio, la puerta de salida sería la reforma agraria, promesa de la campaña del 2002 y que el presidente Lula desea llevar a cabo en su segundo mandato.

No hay que esperar, sin embargo, que el combate al hambre y a la pobreza dependa solamente del poder público. Es papel de los movimientos sociales asumir esta tarea, sin dejar de presionar al Estado. Téngase presente que el gobierno es como el frijol, sólo funciona en la olla a presión. La mayoría de los derechos civiles conquistados no fue resultado del beneplácito del poder público, sino de las luchas de los movimientos sociales, como se comprueba con el fin de la discriminación de los negros en Estados Unidos, del apartheid en Sudáfrica y con la emancipación de las mujeres en muchos países. Los movimientos sociales son los actores protagonistas de la verdadera democracia.

Globalización de la solidaridad

El mundo actual está marcado por profundas desigualdades que impiden la tan deseada paz. Basta señalar que el 80% de la riqueza está en manos del 20% de la población. La paz nunca será fruto de la imposición de las armas y del equilibrio de fuerzas, como pretende el presidente Bush, sino de la promoción de la justicia, como propone el profeta Isaías (32,17). Por eso, les cabe a los movimientos sociales -cuya expresión planetaria es hoy el Foro Social Mundial- ampliar los vínculos capaces de fomentar la globalización de la solidaridad, en contraposición al actual modelo neoliberal de globocolonización. Es necesario que las mujeres de España sepan y quieran movilizarse a favor de los derechos de las mujeres de Guatemala, y que los recolectores de material reciclable de las calles de Nairobi se sientan hermanados a los recogedores de Manila o de São Paulo.

He ahí la más urgente tarea que desafía a los movimientos sociales en este inicio del Tercer Milenio: erradicar el hambre y la pobreza, hasta el punto de volverlas crímenes horrorosos y graves violaciones a los derechos humanos, como ya sucede con la esclavitud y la tortura, aunque se sigan practicando en muchos países.

Es urgente movilizar a toda la sociedad en el combate a las causas de la pobreza, desde las estructurales -como los subsidios agrícolas en los países industrializados, los criterios injustos adoptados por la OMC y la contravención financiera “legalizada” en paraísos fiscales-, hasta las ideológicas, como son las que todavía nos impiden reconocer a todo ser humano dotado de irreductible dignidad o, según la expresión de Jesús, como “templo vivo de Dios”.

Hagamos de la sociedad civil una amplia red de movimientos sociales y transformemos la pobreza, de un problema social, en una cuestión política. Sólo así lograremos perfeccionar nuestro proceso democrático y erradicar la miseria y el hambre. (Traducción de J. L. Burguet)

martes, octubre 24, 2006

Respuesta coherente a los tiempos que vivimos

Un gesto molesto

José Antonio Pagola

teólogo y sacerdote

(Marcos 10, 46-52) Jesús sale de Jericó camino de Jerusalén. Va acompañado de sus discípulos y más gente. De pronto se escuchan unos gritos. Es un mendigo ciego que, desde el borde del camino, se dirige a Jesús: «Hijo de David, ten compasión de mí».

Su ceguera le impide disfrutar de la vida como los demás. Él nunca podrá peregrinar hasta Jerusalén. Además, le cerrarían las puertas del templo: los ciegos no podían entrar en el recinto sagrado. Excluido de la vida, marginado por la gente, «abandonado» por los representantes de Dios, sólo le queda pedir compasión a Jesús.

Los discípulos y seguidores se irritan. Aquellos gritos interrumpen su marcha tranquila hacia Jerusalén. No pueden escuchar con paz las palabras de Jesús. Aquel pobre molesta. Hay que acallar sus voces: Por eso, «muchos le regañaban para que se callara».

La reacción de Jesús es muy diferente. No puede seguir su camino, ignorando el sufrimiento de aquel hombre. «Se detiene», hace que todo el grupo se pare y les pide que llamen al ciego. Sus seguidores no pueden caminar tras él, sin escuchar las llamadas de los que sufren.

La razón es sencilla. Lo dice Jesús de mil maneras en parábolas, exhortaciones y dichos sueltos: el centro de la mirada y del corazón de Dios son los que sufren. Por eso él los acoge y se vuelca en ellos de manera preferente. Su vida es, antes que nada, para los maltratados por la vida o por las injusticias: los condenados a vivir sin esperanza.

Nos molestan los gritos de los que viven mal. Nos puede irritar encontrarnos continuamente en las páginas del evangelio con la llamada persistente de Jesús. Pero no nos está permitido «tachar» su mensaje. No hay cristianismo de Jesús sin escuchar a los que sufren.

Están en nuestro camino. Los podemos encontrar en cualquier momento. Muy cerca de nosotros o más lejos. Piden ayuda y compasión. La única postura cristiana es la de Jesús ante el ciego: «¿Qué quieres que haga por ti?».

No ha de ser así

(Marcos 10, 35-45) Santiago y Juan se acercan a Jesús con una petición extraña: ocupar los puestos de honor junto a él. «No saben lo que piden». Así les dice Jesús. No han entendido nada de su proyecto al servicio del reino de Dios y su justicia. No piensan en «seguirle», sino en «sentarse» en los primeros puestos.

Al ver su postura, los otros diez «se indignan». También ellos alimentan sueños ambiciosos. Todos buscan obtener algún poder, honor o prestigio. La escena es escandalosa. ¿Cómo se puede acoger a un Dios Padre y trabajar por un mundo más fraterno con un grupo de discípulos animados por este espíritu?

El pensamiento de Jesús es claro. «No ha de ser así». Hay que ir exactamente en la dirección opuesta. Hay que arrancar de su movimiento de seguidores esa «enfermedad» del poder que todos conocen en el imperio de Tiberio y el gobierno de Antipas. Un poder que no hace sino «tiranizar» y «oprimir».

Entre los suyos no ha de existir esa jerarquía de poder. Nadie está por encima de los demás. No hay amos ni dueños. La parroquia no es del párroco. La Iglesia no es de los obispos y cardenales. El pueblo no es de los teólogos. El que quiera ser grande, que se ponga a servir a todos.

El verdadero modelo es Jesús. No gobierna, no impone, no domina ni controla. No ambiciona ningún poder. No se arroga títulos honoríficos. No busca su propio interés. Lo suyo es «servir» y «dar la vida». Por eso es el primero y más grande.

Necesitamos en la Iglesia cristianos dispuestos a gastar su vida por el proyecto de Jesús, no por otros intereses. Creyentes sin ambiciones personales, que trabajen de manera callada por un mundo más humano y una iglesia más evangélica. Seguidores de Jesús que «se impongan» por la calidad de su vida de servicio.

Padres que se desviven por sus hijos, educadores entregados día a día a su difícil tarea, hombres y mujeres que han hecho de su vida un servicio a los necesitados. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Los más «grandes» a los ojos de Jesús.

Lo que nos falta

(Marcos 10, 17-30) Un hombre se acerca a Jesús. Es rico: no tiene problemas materiales. Es bueno: su conciencia no le acusa de nada. Sin embargo, se le ve agitado. Viene «corriendo», urgido por su inquietud. «Se arrodilla» ante Jesús como último recurso, y le hace una sola pregunta; ¿qué tengo que hacer para evitar que la muerte sea el final de todo?

Jesús le recuerda los mandamientos. Según la tradición judía, son el camino de la salvación. Pero omite los que se refieren a Dios: «amarás a Dios», «santificaras sus fiestas»... Sólo le habla de los que piden no hacer daño a las personas: «no matarás», «no robarás»... Luego añade, por su cuenta, algo nuevo: «no defraudarás», no privarás a otros de lo que les debes. Esto es lo primero que quiere Dios.

Al ver que el hombre ha cumplido esto desde pequeño, Jesús «se le queda mirando». Lo que le va a decir es muy importante. Siente cariño por él. Es un hombre bueno. Jesús le invita a seguirle a él hasta el final: «Te falta una cosa: vende lo que tienes y da el dinero a los pobres... luego, ven y sígueme».

El mensaje de Jesús es claro. No basta pensar en la propia salvación; hay que pensar en las necesidades de los pobres. No basta preocuparse de la vida futura; hay que preocuparse de los que sufren en la vida actual. No basta con no hacer daño a otros; hay que colaborar en el proyecto de un mundo más justo, tal como lo quiere Dios.

¿No es esto lo que nos falta a los creyentes satisfechos del Primer Mundo, que disfrutamos de nuestro bienestar material mientras cumplimos nuestros deberes religiosos con una conciencia tranquila?

No se esperaba el rico la respuesta de Jesús. Buscaba luz a su inquietud religiosa, y Jesús le habla de los pobres. «Frunció el ceño y se marchó triste». Prefería su dinero; viviría sin seguir a Jesús. Tal vez ésta es la postura más generalizada entre los cristianos del Primer Mundo. Preferimos nuestro bienestar. Intentamos ser cristianos sin «seguir» a Cristo. Su planteamiento nos sobrepasa. Nos pone tristes porque, en el fondo, desenmascara nuestra mentira.

viernes, octubre 20, 2006

¿Quién tiene la Culpa?

Tato Bores

humorista argentino

La culpa de todo la tiene el ministro de Economía dijo uno.

¡No señor! dijo el ministro de Economía mientras buscaba un peso debajo del zócalo. La culpa de todo la tienen los evasores.

¡Mentiras! dijeron los evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50 por ciento también en negro. La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuesto.

¡Falso! dijeron los de la Dirección General Impositiva, mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo. La culpa de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la plata.

¡Pero, por favor...! dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas públicas. La culpa de todo la tienen los de la patria financiera.

¡Calumnias! dijo un banquero mientras depositaba a su madre a siete días de plazo en un Banco. La culpa de todo la tienen los corruptos que no tienen moral.

¡Se equivoca! dijo un corrupto, mientras vendía a cien dólares un libro que se llamaba "Haga su propia estafa" pero que, en realidad, sólo contenía páginas en blanco. La culpa de todo la tiene la burocracia que hace aumentar el gasto público.

¡No es cierto! dijo un empleado público mientas con una mano se rascaba el ombligo y con la otra el trasero. La culpa de todo la tienen los políticos que prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos.

¡Eso es pura maldad! dijo un diputado mientras preguntaba dónde quedaba el edificio del Congreso. La culpa de todo la tienen los dueños de la tierra que no nos dejaron nada.

¡Patrañas! dijo un terrateniente mientras contaba hectáreas, vacas, ovejas, peones y recordaba antiguos viajes a Francia y añoraba el placer de tirar manteca al techo. La culpa de todo la tienen los comunistas.

¡Perversos! dijeron los del politburó local mientras bajaban línea para elaborar el duelo. La culpa de todo la tiene la guerrilla trotskista.

¡Verso! dijo un guerrillero mientras armaba un coche-bomba para salvar a la humanidad. La culpa de todo la tienen los fascistas.

¡Malvados! dijo un fascista mientras quemaba una montaña de libros juntamente con el librero. La culpa de todo la tienen los judíos.

¡Racistas! dijo un sionista mientras miraba torcido a un coreano del Once. La culpa de todo la tienen los curas que siempre se meten en lo que no les importa.

¡Blasfemia! dijo un obispo mientras fabricaba ojos de agujas como para que pasaran diez camellos al trote. La culpa de todo la tienen los científicos que creen en el Big Bang y no en Dios.

¡Error! dijo un científico mientras diseñaba una bomba capaz de matar más gente en menos tiempo con menos ruido y mucho más barata. La culpa de todo la tienen los padres que no educan a sus hijos.

¡Infamia! dijo un padre mientras trataba de recordar cuantos hijos tenía exactamente. La culpa de todo la tienen los ladrones que no nos dejan vivir.

¡Me ofenden! dijo un ladrón mientras arrebataba una cadenita a una jubilada y, de paso, la tiraba debajo del tren. La culpa de todo la tienen los policías que tienen el gatillo fácil y la pizza regalada.

¡Patrañas! dijo un policía mientras primero tiraba y después preguntaba. La culpa de todo la tiene la Justicia que permite que los delincuentes entren por una puerta y salgan por la otra.

¡Desacato! dijo un juez mientras cosía pacientemente un expediente de más de quinientas fojas que luego, a la noche, volvería a descoser. La culpa de todo la tienen los militares que siempre se creyeron los dueños de la verdad y los salvadores de la patria.

¡Negativo! dijo un coronel mientras ordenaba a su asistente que fuera preparando buen tiempo para el fin de semana. La culpa de todo la tienen los jóvenes de pelo largo.

¡Ustedes están locos! dijo un joven mientras pedía explicaciones de por qué para ingresar a la facultad había que saber leer y escribir. La culpa de todo la tienen los ancianos por dejarnos el país que nos dejaron.

¡Embusteros! dijo un señor mayor mientras pregonaba que para volver a las viejas buenas épocas, nada mejor que una buena guerra mundial. La culpa de todo la tienen los periodistas porque junto con la noticia aprovechan para contrabandear ideas y negocios propios.

¡Censura! dijo un periodista mientras, con los dedos cruzados, rezaba por la violación y el asesinato nuestro de cada día. La culpa de todo la tiene el imperialismo.

Thats not true! (¡Eso no es cierto!) dijo un imperialista mientras cargaba en su barco un trozo de territorio con su subsuelo, su espacio aéreo y su gente incluida. The ones to blame are the sepoy, that allowed us to take even the cat (la culpa la tienen los cipayos que nos permitieron llevarnos hasta el gato).

¡Infundios! dijo un cipayo mientras marcaba en un plano las provincias más rentables. La culpa de todo la tiene Magoya.

¡Ridículo! dijo Magoya acostumbrado a estas situaciones. La culpa de todo la tiene Montoto.

¡Cobardes! dijo Montoto que de esto también sabía un montón. La culpa de todo la tiene la gente como vos por escribir boludeces.

¡Paren la mano! dije yo mientras me protegía detrás de un buzón. Yo sé quién tiene la culpa de todo. La culpa de todo la tiene El Otro.

¡El Otro siempre tiene la culpa! ¡Eso, eso! exclamaron todos a coro. El señor tiene razón: la culpa de todo la tiene El Otro. Dicho lo cual, después de gritar un rato, romper algunas vidrieras y/o pagar alguna solicitada en los diarios, y/o concurrir a algún programa de opinión en televisión (de acuerdo con cada estilo), nos marchamos a nuestras casas por ser ya la hora de cenar y porque el culpable ya había sido descubierto. Mientras nos íbamos no podíamos dejar de pensar:

¡Qué flor de porquería que resultó ser El Otro...!

viernes, octubre 13, 2006

¿Qué ética va a prevalecer?

Leonardo Boff

Teólogo


En la campaña electoral por la presidencia, la ética constituye uno de los temas principales. Y ahí no cabe el fariseísmo, en el sentido de sentirse por un lado el portador de la ética y por el otro, su violador. Ambos candidatos necesitan entonar su mea culpa y reconocer graves desvíos éticos en sus respectivos partidos. Existe el peligro de que se privatice la ética, es decir, que se discuta solamente la ética en la política y no la ética de la política. En otras palabras, no basta que haya políticos éticos, con virtudes personales reconocidas (ética en la política); lo importante es que prevalezca la discusión acerca de la ética de la política. Ésta trata del marco institucional que obliga a los ciudadanos a vivir ciertos valores fundamentales para la sociedad. Sobre todo importa discutir el carácter ético del proyecto político del candidato; en qué medida rompe con la tradición de privilegios que han caracterizado a la política brasileña y qué mediaciones usará para promover la justicia y la inclusión de los millones desposeídos. Éste es el nudo de la cuestión. Los ciudadanos tienen derecho a conocer los proyectos políticos de cada candidato y las formas de llevarlos a cabo. Ahí podrán ver su carácter ético o no ético.


Con la intención de animar este debate quisiera referir una discusión reciente entre dos paradigmas de la ética: entre el núcleo de la moralidad clásica, la ética de la justicia, y el núcleo de la nueva moralidad, la ética del cuidado. He participado en esta reflexión, suscitada por primera vez por filósofas y educadoras feministas estadounidenses, especialmente Carol Gilligan y Nel Noddings. Ellas nos han hecho tomar conciencia del hecho de que la reflexión ética de Occidente, heredada de los griegos, pasando por Tomás de Aquino, Kant y culminando en Habermas, es marcadamente masculina. Se centra en la autonomía del individuo, portador de derechos y deberes, teniendo como eje estructurador, la imparcialidad de la justicia.


Esta ética ha alcanzado dimensiones irrenunciables, tanto en el aspecto interpersonal como en lo social, pero en ella hay un empobrecimiento de la experiencia humana, ya que no incluye la contribución de las mujeres. Ellas están más próximas al misterio de la vida, son por naturaleza más cooperativas, tejen más adecuadamente redes de relaciones afectivas, familiares y comunitarias, alimentan la preocupación por los otros y toman en consideración las debilidades humanas y los procesos de desarrollo, poco contemplados por la ética de la justicia. Para que la vida humana funcione no basta que haya igualdad de derechos y deberes y que unos y otros sean observados. Se necesita también el cuidado, pues todo ser vivo desea y necesita ser cuidado, y nosotros sentimos naturalmente el impulso de cuidar. De ahí la solidaridad, la corresponsabilidad y la compasión, como irradiaciones del cuidado.


La base antropológica de esta ética de lo femenino es otra. Para ella no existe el individuo aislado que precisa un contrato social para vivir junto con los otros, sino que ese individuo está siempre conectado con el otro y con la naturaleza. La motivación para vivir valores, y con ello una vida ética, no viene de la razón y de los principios, sino de la emoción del afecto y de la autoimplicación. El deseo natural de ser cuidados, aceptados y amados, cosa que ha sido ignorada por la ética vigente, es lo que mueve profundamente nuestras vidas.


Hacer política es cuidar del pueblo y atender sus necesidades, repitió muchas veces el presidente Lula. Realizar esto es poner en práctica la justicia. Éste es el criterio para juzgar éticamente los proyectos de los dos candidatos.

jueves, octubre 12, 2006

Dos mil millones de seres humanos en la miseria…
“el sistema no funciona”

Sergio Ferrari
periodista - Suiza

No siempre es fácil sintetizar los grandes temas de la humanidad en pocas palabras o explicar el complejo entramado internacional con sencillez. Detrás de cada concepto, la síntesis y la riqueza pedagógica. Algunas de las virtudes de Ignacio Ramonet, periodista, doctor en Semiología y en Historia de la cultura, investigador, analista y por sobre todo, militante social. Uniendo profesión y compromiso, a sus 63 años, no para ni un solo momento. Apuesta por un movimiento alter mundialista politizado y comprometido. Se entusiasma al convocar a un control ciudadano planetario sobre los medios de comunicación (Observatorio mundial). Cazador-cazado, “entrevistador”-entrevistado, Ramonet es generoso en palabras y pensamiento. “Su” Le Monde Diplomatique lo prueba. Este diálogo, lo confirma.

P: ¿En tanto que sistemático analista de lo “universal”, cómo definiría la situación de nuestro planeta hoy, a pocos meses de concluir el sexto año del nuevo siglo?

R: A partir de cuatro características. La primera, determinante, la globalización neoliberal. Es una particular dinámica político-económica, político-ideológica o económico-ideológica que marca el mundo hoy. La segunda, el unilateralismo estadounidense. Los Estados Unidos dominan el planeta, esencialmente a nivel militar, pero también en lo económico, tecnológico, cultural y ejercen una presión evidente sobre todo y todos. Otra marca de la etapa: una gran parte del mundo se encuentra marginalizada a partir de las lógicas antes mencionadas. Especialmente África, donde se concentran numerosos fenómenos trágicos, como el desempleo, las migraciones masivas, las enfermedades y pandemias… La cuarta característica, es la emergencia poderosa – que sin duda tendrá un particular significado y marcará la segunda mitad del siglo en curso- de importante regiones del continente asiático, en particular China e India.

Un gran momento para Latinoamérica

P: ¿Y América Latina en este particular concierto de la coyuntura mundial?

R: Curiosamente vive un momento que yo lo definiría como el mejor de su historia. Especialmente en los últimos cinco años. Esto debido a tres razones. Por primera vez el conjunto del continente no padece las taras políticas que lo han caracterizado en otros momentos de su historia con las dictaduras militares. Por otra parte, por primera vez también, este movimiento democrático permite la llegada al poder de sectores de la oposición de centro-izquierda o de izquierda, que ocupan gobiernos y desde allí impulsan cambios democráticos que esos países necesitan. Por otra parte, y tercer argumento, este particular momento político coincide con una bonanza económica significativa a escala internacional, en particular a partir del fin de la crisis de materias primas y esto está produciendo índices de crecimiento en su conjunto como quizás nunca antes había conocido América Latina. Se dan, entonces, condiciones objetivas tanto políticas como económicas para que se produzca el tan ansiado despegue económico. Y por primera vez, en conjunto, desde su independencia en el primer tercio del siglo XIX se produzca con la constitución o la consolidación de las clases medias que tan importantes han sido.


Riqueza y desesperación social

P: Volviendo al estado del planeta tierra, polarizado e ilógico, y retomando el análisis anterior, parecería que nos dirigimos a un pico de embudo, punto máximo de las contradicciones internas a nivel mundial…

R: Absolutamente. Y esto tiene su explicación. La dinámica actualmente hegemónica, la globalización, se apoya en una doctrina que es el neoliberalismo que hace de la competencia y la competitividad, su característica esencial. Y en nombre de esa globalización se da una batalla casi generalizada, en la mayoría de los países, del mercado contra el Estado y del sector privado contra el sector público. Y que incita a los individuos a confrontarse con las colectividades o comunidades. Es una batalla mundial que hace que el territorio –en su sentido abstracto-, es decir el espacio que poseían el Estado y los servicios públicos, en todas partes, decrezca. Y por eso se da la paradoja que en muchos lugares donde hay un gran crecimiento económico también se constata una gran desesperación social. Es la característica del planeta hoy: tanta riqueza acumulada y al mismo tiempo 2 mil millones de personas que viven en la miseria.

La mentira al ataque

P: Paralelo a esta dinámica dominante, se constata una enorme avalancha continua de información. Se vive, también, la paradoja de mayor cantidad de información y, al mismo tiempo, una ciudadanía planetaria que parece estar cada día más desinformada. ¿Es real esa paradoja?

R: Coincido plenamente con el enunciado y agradezco que introduzcas este tema. Es muy real esta contradicción principal. En un mundo que en razón de los grandes avances tecnológicos, especialmente de los últimos 15 o 20 años, produce más información que nunca –la avalancha gigantesca de la que hablas- a través de prensa escrita, radio, TV e Internet. Pero en el que al mismo tiempo se constata un fenómeno creciente de desinformación o mala información. Los medios de comunicación tan desarrollados en lo tecnológico, han cambiado de campo, se han pasado al adversario.

La verdad como respuesta

P: ¿En ese sentido se inscribe su tesis, lanzada hace sólo algunos años en el marco el Foro Social Mundial, sobre la necesidad de una “ecología de la información”?

R: Lancé esa idea en Porto Alegre en la perspectiva de impulsar la creación del Observatorio Internacional de los Medios que se materializó. En la perspectiva de promover un quinto poder y que los ciudadanos trataran de recuperar una información propia, limpia, contra la información del poder. La información, de la misma manera que nuestra naturaleza y el medio ambiente, se ha contaminado con parásitos, bacterias y pesticidas. Y de igual forma que intentamos defender el medio ambiente, debemos también tratar de desintoxicar la información de todas las mentiras. Y esto pasa por una reapropiación. Internet lo permite hoy. En ese marco tan pesimista que describo, hay luces de esperanza. En particular porque existen, gracias a Internet, muchas redes que tratan de contra- informar. Y nunca como ahora fue tan eficaz la contra-información.

P: ¿Se han dado pasos positivos o avances concretos en ese camino de reapropiación de la información por parte del ciudadano?

R: Existe la conciencia que los medios no están funcionando como corresponde. Pero es difícil pasar de esa conciencia a la acción. La experiencia de los últimos años me indica que muy rápidamente se puede caer sólo en el discurso militante. Y se piensa que por decir lo contrario que dice la prensa dominante ya es bueno. Pero a veces lo contrario no es correcto o no es suficiente. Los ciudadanos sienten que la información no funciona pero no cada individuo es un periodista. No es tan simple trabajar la materia prima informativa.

Altermundialismo: actor novedoso

P: Disputas y búsqueda de alternativas…Tanto en los medios de comunicación como, más globalmente, en la sociedad. ¿Qué etapa transita el movimiento alter mundialista que se bate por “otro mundo posible”?

R: El altermundialismo, la búsqueda de opciones y alternativas a nivel planetario, ha sido una de las grandes novedades de estos últimos 7 u 8 años. Indiscutiblemente es el actor político nuevo que más curiosidad e interés ha suscitado. Al cabo de los 6 años de la creación del Foro Social Mundial, que es el elemento catalizador de este movimiento, estamos en un momento de reflexión. Sin duda el entusiasmo de los dos o tres primeros años – ndr entre el 2001 y el 2003 se reunió en Porto Alegre- decayó un poco. Nunca fue tan intenso como ahora el sentimiento que hay que hacer algo diferente porque lo que está en marcha a nivel de modelo planetario no marcha. Pero nos damos cuenta que el movimiento está patinando. Es decir, dando vueltas sobre sí mismo.

Hay que reconocer que el espacio político e ideológico del FSM se ha reducido. Y lo digo teniendo en cuenta dos criterios. La confrontación central hoy es entre los Estados Unidos y el islamismo radical. En ese escenario el movimiento altermundialista se distancia de uno y de otro. Tanto del neo militarismo estadounidense como del islamismo radical y sus métodos espantosos. En esa confrontación, se juega un papel de “observador”. Y en política, todo rol de observador implica inercia y falta de iniciativa.

El segundo aspecto. El movimiento surgió con la idea central de que las cosas se pueden cambiar desde abajo. Que no es necesario conquistar el poder para cambiar una realidad, en continuidad con el pensamiento zapatista del subcomandante Marcos. Que de una u otra forma sostiene que se puede cambiar la sociedad cambiando cada elemento de la misma, desde abajo. Y luego, sea cual sea el gobierno, éste va a tener que aceptar la realidad de una sociedad cambiada. Era en cierta manera, una de las ideas predominantes en torno a las cuales surgió el FSM. Pero en América Latina, justamente donde nació el Foro, llegaron al Gobierno diversos actores progresistas, sea en Brasil, Bolivia, Argentina, Venezuela etc. Y están logrando cambiar las cosas.

Recapitulo: ante el hecho de ser mero espectador del enfrentamiento principal actual a nivel planetario y de ver que las transformaciones se hacen desde el poder reformado a través de gobiernos progresistas…el movimiento se ha reducido. Creo esencial que el movimiento altermundialista escoja su campo y fije un programa. Lo propuse hace dos años en Porto Alegre junto con una serie de personalidades. Encontramos una docena de puntos que hacían la unanimidad aunque manteniendo la diversidad. Sigo pensando que hay que integrar esos doce puntos como objetivos y empujar todos hacia el mismo lado. De esta forma el movimiento recuperaría un sentido y se comprometería con una posición política.

lunes, octubre 02, 2006

¡Abramos las puertas a la paz, no tengamos miedo!

Octubre 1º de 2006

El conflicto y las tensiones que sufrimos nos muestran la fragilidad del cimiento y pilares en que se apoyaba la paz y la estabilidad de Oaxaca; ahora vemos con claridad que hay muros qué derribar y grandes grietas por restaurar para que la paz auténtica y duradera sea una realidad en nuestra sociedad y llegue a nuestros hogares.

1.- Derribar los muros

Estos muros son las causas profundas de tantos conflictos familiares y sociales que por décadas han causado daños graves y los seguirán causando si no se derriban: la pobreza lacerante, la injusticia social y la corrupción; estas causas han dado lugar a divisiones, ambiciones, cacicazgos, violencia, débil participación ciudadana con responsabilidad; estos son algunos de los efectos que levantan más los muros que impiden la solidaridad, el desarrollo integral, en resumen la justicia y la paz.

Una sociedad que espera todo de sus gobernantes y líderes, que se acostumbra a que ellos o de fuera solucionen sus necesidades y problemas, va perdiendo la responsabilidad social, sus valores fundamentales y su calidad humana. Donde la sociedad no asume su responsabilidad y deja que otros realicen su función, queda al vaivén de las preferencias o intereses de sus dirigentes y líderes y, no pocas veces, tendrá que acostumbrarse a la violencia y al miedo; el miedo orilla a la inmovilidad y nos vuelve apáticos.

2.- Construir la paz

Construir la paz requiere de todos una participación efectiva, trabajo honesto y solidaridad. La historia nos muestra que ni el paternalismo ni el caudillismo construyen una paz duradera; en cambio, donde se da una auténtica participación social pacífica, ahí se construye la paz para todos.

La participación efectiva y responsable en la consecución del bien común es un deber de todos los miembros de la sociedad; el catecismo de la Iglesia Católica afirma que “Es necesario que todos participen, cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el bien común. Este deber es inherente a la dignidad humana” (n. 1913). Por lo mismo, nadie está dispensado, porque no solo tenemos una responsabilidad personal sino también colectiva en la consecución del bien común y en la construcción de la paz. En este momento, el bien común para Oaxaca es evitar toda expresión de violencia y construir la paz.

Tenemos el ejemplo de buen número de comunidades indígenas que son modelo y verdaderas escuelas para inspirarnos en cómo cuidar y fortalecer el bien común, cómo alimentar la participación efectiva y el servicio desinteresado a la comunidad. Necesitamos voltear los ojos a nuestras comunidades indígenas; seamos humildes para aprender.

El trabajo honesto es el medio como las personas se dignifican, se proyectan y trascienden: marca la naturaleza, la vida de sí mismo y de los demás; nos beneficiamos del trabajo del campesino, del obrero, del artesano, del escritor, del maestro y de los artistas; reconocemos en ellos las marcas de su trabajo. Donde varios trabajan así, se estrechan las relaciones, se convive, surge el aprecio y el apoyo mutuo, se superan y se crece en calidad. De allí el sentido casi sagrado del trabajo.

Quienes vacían el trabajo de su sentido y finalidad se deshumanizan y deshumanizan; el que no trabaja se deshumaniza. No se puede levantar ni progresar un pueblo sin trabajo honesto.

La riqueza cultural y humana de Oaxaca es reconocida en México y en muchos países; ahí están las zonas arqueológicas, los monumentos coloniales, la grandeza de nuestras culturas indígenas, las variadas artesanías y bellas costumbres de nuestros pueblos. El esfuerzo de mujeres y hombres por dejarnos este legado fue motivado por la esperanza de creer en el futuro para sus hijos; esta esperanza se reproduce ahora en muchos oaxaqueños que en otras regiones y países han mostrado que son capaces de superarse y de aportar con su trabajo honesto donde se les brindan oportunidades y se les apoya en los primeros pasos.

En medio de un ambiente muy tenso nos alientan algunos signos: la reunión amplia convocada por el Secretario de Gobernación para el próximo 4 de octubre, la aceptación del Magisterio y de la APPO para participar en ella, la presencia y voz de otras organizaciones. Estamos sufriendo por lo que nuestros padres, hace décadas, permitieron hacer en daño de la sociedad y por lo que nosotros estamos permitiendo; los niños de hoy ya están sufriendo. El presente y el futuro de Oaxaca dependen de si nosotros nos decidimos hoy a construir juntos la paz.

Iniciamos hoy el mes de octubre, mes del rosario; invitamos a todos los católicos a promover y difundir durante el mes esta milenaria oración implorando, por la intercesión de la Santísima Virgen, el don de la paz para Oaxaca. Tengamos muy presente el espíritu y el deber de todo creyente en la construcción de la paz; San Francisco de Asís lo expresa fielmente en su bella oración:

“¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría. ¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto ser consolado como consolar; ser comprendido, como comprender; ser amado, como amar. Porque dando es como se recibe; olvidando, como se encuentra; perdonando, como se es perdonado; muriendo, como se resucita a la vida eterna”. Nuestro saludo y bendición para todos.

+ José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera-Oaxaca

+ Oscar Campos Contreras
Obispo Auxiliar de Antequera-Oaxaca