Frei Betto
religioso dominico
Los movimientos sociales son organizaciones de la sociedad civil que presionan a la sociedad política (Estado e instituciones afines), mirando por la defensa y/o la conquista de derechos (humanos, civiles, políticos, económicos, ecológicos, etc.). Hay movimientos sociales espontáneos y efímeros (como la reciente protesta de jóvenes de la periferia francesa contra el consumismo, expresada en la quema de automóviles) y otros que se prolongan en el tiempo y adquieren diversas formas para reivindicar un único derecho, como la desigualdad de las mujeres en relación con los hombres (ver la obra “Lisístrata”, del griego Aristófanes, nacido en el siglo 5º a.C., y el movimiento feminista de la segunda mitad del siglo 20).
La organización de la sociedad en movimientos sociales es inherente a su estructura de poder. El teatro tuvo en
Los movimientos sociales adquieren, a través de la historia, distintas expresiones: estética, religiosa, económica, ecológica, etc. A partir del siglo 1º el Imperio Romano vio minadas sus bases por un movimiento social de carácter religioso -el Cristianismo- que se negó a reconocer la divinidad del César y propugnó la radical dignidad de todo ser humano, llamado a la comunión de amor con los semejantes y con Dios, según el mensaje predicado por una víctima del Imperio -Jesús de Nazaret-, en quien los adeptos de la nueva fe reconocían la presencia de Dios en
Los movimientos sociales tienden a revestirse del carácter predominante del poder vigente en una sociedad. Así, durante
Autonomía de los movimientos sociales
Desde
Hambre y pobreza en el Tercer Milenio
El síntoma más grave de nuestro atraso civilizatorio es la existencia de la pobreza como fenómeno colectivo. Según
Datos de
En el mundo actual hay cuatro causas de muerte precoz: enfermedades (cáncer, vih/sida...), accidentes (de tráfico y de trabajo), violencia (homicidios, suicidios, terrorismo y guerra) y el hambre. Esta última es la que causa más víctimas y, sin embargo, la que provoca menos movilización de la sociedad para tratar de erradicarla.
¿Por qué nos movilizaremos tanto en función del combate contra el vih/sida, los accidentes de tráfico y el terrorismo, y somos indiferentes ante la verdadera arma de destrucción masiva, el hambre? Hasta ahora sólo he encontrado una respuesta, y además es cínica: de los cuatro factores, el hambre es el único que hace distinción de clases. Nunca nos amenaza a nosotros, los bien nutridos. Sólo los miserables mueren de hambre. Y como, en este asunto, hay que darle la razón a David Hume y a Adan Smith, cuando afirman que incluso en las causas altruistas somos movidos por el egoísmo, quedamos indiferentes porque el hambre no nos amenaza. Los miserables, a su vez, carecen del mínimo de condiciones para organizarse en movimientos sociales; apenas les interesa su pan de cada día.
El programa Hambre Cero
El Brasil es históricamente una nación marcada por la pobreza y el hambre, debido a las estructuras de opresión todavía vigentes en el país. En 1946 el sociólogo Josué de Castro publicó su clásico libro “Geografía del hambre”, en el que defiende la tesis de que el hambre no viene por voluntad divina ni por las condiciones climáticas desfavorables para la agricultura. El hambre es causada por la estructura de la sociedad, injusta y desigual. Es pues un problema eminentemente político.
A comienzos de la década de 1990 Lula, actual presidente del Brasil, propuso que la cuestión del hambre fuese llevada a la calle. Dicha tarea fue realizada con éxito por el sociólogo Betinho, líder de la ‘Acción de
Elegido presidente el año 2002, Lula estableció el programa Hambre Cero, buscando asegurar a toda la población brasileña alimentos en cantidad y calidad suficiente y erradicar, en la medida de lo posible, las causas de la miseria. El primer objetivo fue relativamente alcanzado en los últimos cuatro años, gracias al principal programa del Hambre Cero -
A pesar de su relativo éxito, a
No hay que esperar, sin embargo, que el combate al hambre y a la pobreza dependa solamente del poder público. Es papel de los movimientos sociales asumir esta tarea, sin dejar de presionar al Estado. Téngase presente que el gobierno es como el frijol, sólo funciona en la olla a presión. La mayoría de los derechos civiles conquistados no fue resultado del beneplácito del poder público, sino de las luchas de los movimientos sociales, como se comprueba con el fin de la discriminación de los negros en Estados Unidos, del apartheid en Sudáfrica y con la emancipación de las mujeres en muchos países. Los movimientos sociales son los actores protagonistas de la verdadera democracia.
Globalización de la solidaridad
El mundo actual está marcado por profundas desigualdades que impiden la tan deseada paz. Basta señalar que el 80% de la riqueza está en manos del 20% de la población. La paz nunca será fruto de la imposición de las armas y del equilibrio de fuerzas, como pretende el presidente Bush, sino de la promoción de la justicia, como propone el profeta Isaías (32,17). Por eso, les cabe a los movimientos sociales -cuya expresión planetaria es hoy el Foro Social Mundial- ampliar los vínculos capaces de fomentar la globalización de la solidaridad, en contraposición al actual modelo neoliberal de globocolonización. Es necesario que las mujeres de España sepan y quieran movilizarse a favor de los derechos de las mujeres de Guatemala, y que los recolectores de material reciclable de las calles de Nairobi se sientan hermanados a los recogedores de Manila o de São Paulo.
He ahí la más urgente tarea que desafía a los movimientos sociales en este inicio del Tercer Milenio: erradicar el hambre y la pobreza, hasta el punto de volverlas crímenes horrorosos y graves violaciones a los derechos humanos, como ya sucede con la esclavitud y la tortura, aunque se sigan practicando en muchos países.
Es urgente movilizar a toda la sociedad en el combate a las causas de la pobreza, desde las estructurales -como los subsidios agrícolas en los países industrializados, los criterios injustos adoptados por
Hagamos de la sociedad civil una amplia red de movimientos sociales y transformemos la pobreza, de un problema social, en una cuestión política. Sólo así lograremos perfeccionar nuestro proceso democrático y erradicar la miseria y el hambre. (Traducción de J. L. Burguet)