jueves, diciembre 13, 2007

La moda de Dios

Leonardo Boff
teólogo brasileño

Hoy el tema de Dios está en alza. Algunos, en nombre de la ciencia pretenden negar su existencia como el biólogo Richard Dawkins con su libro El espejismo de Dios (Espasa Calpe, Madrid, 2007; en portugués: Dios, un delirio, São Paulo 2007). Otros, como el Director del Proyecto Genoma, Francis Collins, con el sugestivo título El lenguaje de Dios (São Paulo 2007) presentan las buenas razones de la fe en su existencia. Y hay otros en el mercado, como los de C. Hitchens y S. Harris.

A mi modo de ver, todos estos cuestionamientos trabajan con un equívoco epistemológico de base, que es el de querer plantar a Dios y a la religión en el ámbito de la razón.

El lugar natural de la religión no está en la razón, sino en la emoción profunda, en el sentimiento oceánico, en esa esfera donde emergen los valores y las utopías. Bien decía Blas Pascal al comienzo de la modernidad: «es el corazón el que siente a Dios, no la razón» (Pensées, frag. 277). Creer en Dios no es pensar a Dios sino sentir a Dios a partir de la totalidad del ser.

Rubem Alves en su Enigma de la Religión (1975) dice acertadamente: «La intención de la religión no es explicar el mundo. Ella nace, justamente, de la protesta contra este mundo descrito y explicado por la ciencia. La religión, por el contrario, es la voz de una conciencia que no puede encontrar descanso en el mundo tal cual es, y que tiene como proyecto transcenderlo».

Lo que transciende este mundo en dirección a otro mayor y mejor es la utopía, la fantasía y el deseo. Estas realidades que fueron dejadas de lado por el saber científico volvieron a ganar crédito y fueron rescatadas por el pensamiento más radical inclusive de cuño marxista como en Ernst Bloch y Lucien Goldman. Lo que subyace a este proceso es la conciencia de que pertenece también a lo real lo potencial, lo virtual, aquello que todavía no es pero que puede ser. Por eso, la utopía no se opone a la realidad. Es expresión de su dimensión potencial latente.

La religión y la fe en Dios viven de ese ideal y de esta utopía. Por eso, donde hay religión hay siempre esperanza, proyección de futuro, promesa de salvación y de vida eterna. Ellas son inalcanzables por la simple razón científico-técnica, que es una razón exigua, porque se reduce a los datos, siempre limitados. Cuando se restringe apenas a esa modalidad, se transforma en una razón miope como se nota en Dawkins. Si lo real incluye lo potencial, entonces, con más razón incluye al ser humano, lleno de ilimitadas potencialidades. El ser humano, en realidad, es un ser utópico. Nunca está acabado, siempre está en génesis, construyendo su existencia a partir de sus ideales, utopías y sueños. En nombre de ellos ha mostrado lo mejor de sí mismo.

En este trasfondo es donde podemos volver a situar el problema de Dios de forma sensata. La palabra-clave es apertura. El ser humano muestra tres aperturas fundamentales: al mundo, transformándolo; al otro, comunicándose; al Todo, captando su carácter infinito, es decir, sin límites.

Su condition humaine le hace sentirse portador de un deseo infinito y de utopías últimas. Su drama reside en el hecho de que no encuentra en el mundo real ningún objeto que le sea adecuado. Quiere el infinito y sólo encuentra finitos. Surge entonces una angustia que ningún psicoanalista puede curar. De aquí emerge el tema de Dios. Dios es el nombre -entre tantos otros- que damos al oscuro objeto de nuestro deseo, aquel siempre mayor que está más allá de cualquier horizonte.

Este camino puede -quién sabe...- llevarnos a la experiencia del cor inquietum de San Agustín: «mi corazón inquieto no descansará hasta reposar en ti».

La razón que acoge a Dios se hace inteligencia que intuye más allá de los datos y se transforma en sabiduría que impregna la vida de sentido y de sabor.

lunes, diciembre 03, 2007

Aportes en el tema de Fe y Política

Aportes del
Evangelio y del Pensamiento Social de la Iglesia
en el tema de Fe y Política


Juan Arias Luna, ocd[1]
noviembre 2007


Introducción

Estas reflexiones toman como base el Evangelio y en el Pensamiento Social de la Iglesia (PSI). Se inicia señalando algunos puntos de la práctica de Jesús en los ámbitos social-político y económico, confrontados con la práctica del sistema opresor que le tocó enfrentar en su tiempo. También se propone a la luz de la experiencia de la Iglesia Latinoamericana, algunos criterios y actitudes dentro de la práctica política y cómo se dan las relaciones entre la fe y la política. En segundo lugar, se señala a manera de criterios claros y válidos lo que la Gaudium et Spes, Puebla, Aparecida, y los Obispos del Ecuador, proponen sobre la misión de la Iglesia en el campo político, la relación entre fe y política, los conceptos de política y el compromiso político de los cristianos (laicos y pastores).


1. Aportes desde la reflexión bíblica - teológica y pastoral

1.1. La práctica de Jesús

Tomamos un ejemplo de relación entre fe y política en la práctica de Jesús ante la situación social de su tiempo:

El general Pompeyo domina Siria y Palestina, pone gobernadores para controlar la región.

Se cobra tributos e impuestos que llegan a un 25% de la producción, lo que significa una carga muy pesada para el pueblo y sobre todo para los pobres.

Para contabilizar bien a los que pagaban impuestos, se manda a hacer un censo, que fue el que puso en camino a Belén a José y María, que estaba encinta.

Este primer censo se hizo por orden del emperador César Augusto, siendo Quirino, gobernador de Siria (Lc 2,1-2).

Por parte de los judíos el poder está en manos de Herodes el grande, al nacer Jesús. El hijo de éste, Herodes Antipas, intervino en la muerte de Jesús.

Los bienes, al igual que hoy, se concentraban en pocas manos, pues el 80% de la producción se queda en un 10% de la población. Mientras que un 70% de la población sólo recibe un 20% de las riquezas.

Se da un reforzamiento entre los tres poderes: económico (tener), político (poder), y el ideológico (saber). Entre ellos se apoyan mutuamente para sostener esta situación de pecado que va en contra del proyecto de vida que Dios tiene para con el pueblo.

Comparemos la práctica de Jesús con la práctica del poder opresor:

a.- En lo económico:

La práctica de Jesús:

Práctica del sistema opresor

- es de comunión y de compartir con el pueblo (Lc 6,38);
el Reino de Dios es la abundancia que se promueve y comparte;
las comunidades siguieron el ejemplo de Jesús (Hch 2,42-47).

- es un sistema de acumulación, robo, acaparamiento de los bienes sólo para unos pocos;
es la deuda, los impuestos e intereses que someten y humillan al pueblo.


b.- En lo político:

La práctica de Jesús:

Práctica del sistema opresor

- en el Reino de Dios, la autoridad se entiende como servicio al pueblo. El verdadero poder está basado en la justicia e igualdad (Mc 10,43-44);
entre los seguidores de Jesús, el poder nunca debe ser para provecho propio. Su única razón es la del servicio. Tanto los jefes políticos como los religiosos deben estar al servicio del pueblo.

- hay dominación del pueblo, explotación, aprovechamiento, tolerancia de los abusos, corrupción y mentira.



c.- En lo social:

La práctica de Jesús:

Práctica del sistema opresor

- libertad y amor entre los seres humanos;
espíritu profundo de solidaridad y ayuda mutua, de perdón y amor aún a los enemigos;
el Reino de Dios no invita a ser presumidos y egoístas, invitan sí al trabajo y al esfuerzo, pero con prudencia y espíritu crítico (Mt 10,16);
el discípulo de Jesús debe trabajar con tenacidad, decisión y rendimiento eficaz (Mt 25,14-30).

- se provoca división, envidia, temor y egoísmo. Parece que cuanto más divididos estemos los pobres, es mejor para ellos;
nada de organizaciones del pueblo como sindicatos, comités, defensa de derechos humanos…

-
1.2. Criterios y actitudes cristianas en la práctica de la política:

Situarnos como Jesús. En actitud de conversión, alertas a los signos de los tiempos.

Desde el lugar social de los pobres. El Dios de Jesús es el Dios de los pobres que reclaman justicia.

Con actitud esperanzada. Dando cuenta de nuestra esperanza en Cristo.

Actitud de Oración - nueva espiritualidad.

Con solidaridad afectiva y efectiva compasión, compromiso.

El hombre, la mujer son sujetos de la economía, la política. No son instrumentos de producción y explotación.

Participación ciudadana - democracia participativa - sentido de comunión.

Desde las organizaciones del pueblo, desde la cultura popular - cambiando el sentido de la globalización neoliberal.

La participación política esta necesitada de un nuevo lugar para la esperanza.

Recuperar la política para el pueblo - la dimensión política de la fe.

1.3. Los diez mandamientos de la relación fe y política:

La fe y la política se dirigen al mismo objetivo: realizar el proyecto de Dios en la historia; pero no son la misma cosa, son diferentes.

La vivencia de la fe es necesariamente política. El cristiano vive su fe en el compromiso liberador con los oprimidos.

La fe es un don, nos viene de Dios a través de la Iglesia, de las comunidades que creen. La política es una herramienta que exige aprendizaje, es arriesgado improvisar la política.

Una política contraria a los derechos del pueblo usa la fe, una religión que adormece al pueblo, esta religión solo ayuda a los intereses de los opresores.

La política es autónoma, no depende de la fe, pero una política popular marcha necesariamente en dirección del horizonte apuntado por la fe.

Fe y política son espacios diferentes que se complementan en la práctica de la vida del bien común.

La fe es tratada en la iglesia donde es celebrada, anunciada y vivida. La política es mejor tratada en las organizaciones del pueblo, en los movimientos populares y en espacios políticos que asumen los derechos de los pobres.

No debemos confundir la esfera de la expresión y celebración externa religiosa de la fe y de la Iglesia, con las esferas de la política, pero aunque diferentes, son complementarias.

La fe cristiana contiene valores que cuestionan y guían la actividad política.

La política es tanto más popular, cuanto más el pueblo se compromete y participa activamente en los cambios sociales, tanto más evangélica, cuanto más las personas descubren y siguen a Jesús-son fieles al Dios de la vida, a su proyecto de liberación-a su Iglesia.


2. Aportes desde el Pensamiento Social de la Iglesia

2.1. La vida en la comunidad política (Gaudium et Spes, nn.73-76)


La vida pública en nuestros días

La conciencia más viva de la dignidad humana ha hecho que en diversas regiones del mundo surja el propósito de establecer un orden político-jurídico que proteja mejor en la vida pública los derechos de la persona, como son el derecho de libre reunión, de libre asociación, de expresar las propias opiniones y de profesar privada y públicamente la religión. Porque la garantía de los derechos de la persona es condición necesaria para que los ciudadanos, como individuos o como miembros de asociaciones, puedan participar activamente en la vida y en el gobierno de la cosa pública. La mejor manera de llegar a una política auténticamente humana es fomentar el sentido interior de la justicia, de la benevolencia y del servicio al bien común y robustecer las convicciones fundamentales en lo que toca a la naturaleza verdadera de la comunidad política y al fin, recto ejercicio y límites de los poderes públicos (GS.73).

Naturaleza y fin de la comunidad política

La comunidad política nace para buscar el bien común, en él que encuentra su justificación plena y su sentido y del que deriva su legitimidad primigenia y propia. Es evidente que la comunidad política y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto por Dios, aun cuando la determinación del régimen político y la designación de los gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos.

Síguese también que el ejercicio de la autoridad política, así en la comunidad en cuanto tal como en las instituciones representativas, debe realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar el bien común -concebido dinámicamente- según el orden jurídico legítimamente establecido o por establecer. Es entonces cuando los ciudadanos están obligados en conciencia a obedecer. De todo lo cual se deducen la responsabilidad, la dignidad y la importancia de los gobernantes (GS.74).

Colaboración de todos en la vida pública

Recuerden todos os ciudadanos el derecho y al mismo tiempo el deber que tienen de votar con libertad para promover el bien común. La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las cargas de este oficio.

Los cristianos todos deben tener conciencia de la vocación particular y propia que tienen en la comunidad política; en virtud de esta vocación están obligados a dar ejemplo de sentido de responsabilidad y de servicio al bien común, así demostrarán también con los hechos cómo pueden armonizarse la autoridad y la libertad, la iniciativa personal y la necesaria solidaridad del cuerpo social, las ventajas de la unidad combinada con la provechosa diversidad. El cristiano debe reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales discrepantes y debe respetar a los ciudadanos que, aun agrupados, defienden lealmente su manera de ver. Los partidos políticos deben promover todo lo que a su juicio exige el bien común; nunca, sin embargo, está permitido anteponer intereses propios al bien común.

Quienes son o pueden llegar a ser capaces de ejercer este arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia venal. Luchen con integridad moral y con prudencia contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el absolutismo de un solo hombre o de un solo partido político; conságrense con sinceridad y rectitud, más aún, con caridad y fortaleza política, al servicio de todos (GS.75).

La comunidad política y la Iglesia

Es
de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad pluralística, tener un recto concepto de las relaciones entre la comunidad política y la Iglesia y distinguir netamente entre la acción que los cristianos, aislada o asociadamente, llevan a cabo a título personal, como ciudadanos de acuerdo con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en nombre de la Iglesia, en comunión con sus pastores.

La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas, habida cuesta de las circunstancias de lugar y tiempo. El hombre, en efecto, no se limita al solo horizonte temporal, sino que, sujeto de la historia humana, mantiene íntegramente su vocación eterna. La Iglesia, por su parte, fundada en el amor del Redentor, contribuye a difundir cada vez más el reino de la justicia y de la caridad en el seno de cada nación y entre las naciones. Predicando la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano.

Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solos aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones.

2.
2. Evangelización, ideologías y política (Puebla 507-534)

La Iglesia como Madre y Maestra, experta en humanidad, debe discernir e iluminar, desde el Evangelio y su enseñanza social, las situaciones, los sistemas, las ideologías y la vida política del continente. Debe hacerlo, aun sabiendo que se intenta instrumentalizar su mensaje. Por eso, proyecta la luz de su palabra sobre la política y las ideologías, como un servicio más a sus pueblos y como guía orientadora y segura para cuantos, de un modo u otro, deben asumir responsabilidades sociales (P.511-512)

Evangelización y política

La dimensión política, constitutiva del hombre, representa un aspecto relevante de la convivencia humana. Posee un aspecto englobante, porque tienen como fin el bien común de la sociedad. Pero no por ello agota la gama de las relaciones sociales (P.513). La fe cristiana no desprecia la actividad política; por el contrario, la valoriza y la tiene en alta estima (P.514).

La Iglesia -hablando todavía en general, sin distinguir el papel que compete a sus diversos miembros- siente como su deber y derecho estar presente en este campo de la realidad: porque el cristianismo debe evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política. Critica por esto, a quienes tienden a reducir el espacio de la fe a la vida personal o familiar, excluyendo el orden profesional, económico, social y político, como si el pecado, el amor, la oración y el perdón no tuviesen allí relevancia (P.515).

En efecto, la necesidad de la presencia de la Iglesia en lo político, proviene de lo más íntimo de la fe cristiana: del señorío de Cristo que se extiende a toda la vida. Cristo sella la definitiva hermandad de la humanidad; cada hombre vale tanto como otro: "Todos sois uno en Cristo Jesús" (Gál. 3,28). Del mensaje integral de Cristo se deriva una antropología y teología originales que abarcan "la vida concreta, personal y social del hombre" (EN 29). Es un mensaje que libera porque salva de la esclavitud del pecado, raíz y fuente de toda opresión, injusticia y discriminación (P. 516-517).

Conceptos de política y de compromiso político

Deben distinguirse dos conceptos de política y de compromiso político: primero, la política en su sentido más amplio que mira al bien común, tanto en lo nacional como en lo internacional. Le corresponde precisar los valores fundamentales de toda comunidad -la concordia interior y la seguridad exterior- conciliando la igualdad con la libertad, la autoridad pública con la legítima autonomía y participación de las personas y grupos, la soberanía nacional con la convivencia y solidaridad internacional. Define también los medios y la ética de las relaciones sociales. En este sentido amplio, la política interesa a la Iglesia y, por tanto, a sus Pastores, ministros de la unidad. Es una forma de dar culto al único Dios, desacralizando y a la vez consagrando el mundo a El (LG 34). La Iglesia contribuye así a promover los valores que deben inspirar la política, interpretando en cada nación las aspiraciones de sus pueblos, especialmente los anhelos de aquellos que una sociedad tienda a marginar. Lo hace mediante su testimonio, su enseñanza y su multiforme acción pastoral P.521-522).

Segundo: la realización de esta tarea política fundamental se hace normalmente a través de grupos de ciudadanos que se proponen conseguir y ejercer el poder político para resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales según sus propios criterios o ideologías. En este sentido se puede hablar de "política de partido". Las ideologías elaboradas por esos grupos, aunque se inspiren en la doctrina cristiana, pueden llegar a diferentes conclusiones. Por eso, ningún partido político por más inspirado que esté en la doctrina de la Iglesia, puede arrogarse la representación de todos los fieles, ya que su programa concreto no podrá tener nunca valor absoluto para todos. La política partidista es el campo propio de los laicos (GS 43). Corresponde a su condición laical el constituir y organizar partidos políticos, con ideología y estrategia adecuada para alcanzar sus legítimos fines (P. 523-524). El laico encuentra en la enseñanza social de la Iglesia los criterios adecuados, a la luz de la visión cristiana del hombre. Por su parte, la jerarquía le otorgará su solidaridad, favoreciendo su formación y su vida espiritual y estimulándolo en su creatividad para que busque opciones cada vez más conformes con el bien común y las necesidades de los más débiles (P.525).

2.3. Discípulos y misioneros en la vida pública (Aparecida, nn.501-508).

Los discípulos y misioneros de Cristo deben iluminar con la luz del Evangelio todos los ámbitos de la vida social. La opción preferencial por los pobres, de raíz evangélica, exige una atención pastoral atenta a los constructores de la nueva sociedad (n.501).

Consciente de la distinción entre comunidad política y comunidad religiosa, base sana laicidad, la Iglesia no cejará de preocuparse por el bien común de los pueblos, y, en especial, por la defensa de principios éticos no negociables porque están arraigados en la naturaleza humana (n.504).

La coherencia entre fe y vida en el ámbito político, social y económico exige la formación de la conciencia que se traduce en un conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. La vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas (n.505).

El discípulo y misionero de Cristo que se desempeña en los ámbitos de la política, de la economía y en los centros de decisiones sufre el influjo de una cultura frecuentemente dominada por el materialismo, los intereses egoístas y una concepción del hombre contraria a la visión cristiana (n.506).

Tensemos cuán necesaria es la integridad moral en los políticos (n.507).

Los obispos queremos acompañar a los constructores de la sociedad, ya que es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector, formas las conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, y educar en las virtudes individuales y políticas. Queremos llamar al sentido de responsabilidad de los laicos para que estén presentes en la vida pública, y más en concreto “en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias” (n.508).

2.
4. Mensajes de los obispos del Ecuador (19-X-2007)

Nuestro País vive hoy una realidad marcada por el deseo de grandes cambios positivos que afecten profundamente la vida de la Nación para bien de todos.

Los Obispos de la Iglesia Ecuatoriana contemplamos con dolor los rostros de nuestros hermanos que sufren; entre ellos:

Muchos pobres, desempleados, emigrantes, desplazados que buscan sobrevivir con una economía informal.

Muchas mujeres son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica.

Niños y jóvenes que reciben educación de baja calidad y no tienen oportunidades de avanzar en sus estudios ni conseguir trabajo.

Comunidades indígenas y afroecuatorianas que en muchas ocasiones no son tratadas con dignidad e igualdad de oportunidades.

Niños y niñas sometidos al trabajo y la prostitución infantil.

Niños víctimas del aborto.

Nos preocupan quienes dependen de la droga, las víctimas del alcoholismo, los portadores del VIH….

Los niveles de inseguridad ciudadana, de delincuencia y violencia social son alarmantes.

Sufrimos con todos los que sufren soledad y se ven excluidos de la convivencia familiar y social. Es también alarmante el nivel de corrupción en las instituciones públicas y en las economías que involucra tanto al sector público como al sector privado, a lo que se suma una notable falta de transparencia y rendición de cuentas a la ciudadanía. Comprendemos y valoramos que el pueblo se haya manifestado masivamente a favor de UN CAMBIO.

Esperamos que la próxima Asamblea Constituyente pueda realizar los cambios más convenientes y elevamos nuestra oración al Señor para que ilumine a sus miembros.

Los Obispos de la Iglesia Ecuatoriana reunidos en Asamblea Plenaria, a la luz del Evangelio y bajo la guía de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizada en Aparecida-Brasil, queremos transmitirles en esta situación, la esperanza y la alegría de ser discípulos misioneros de Jesucristo Camino, Verdad y Vida que consolida los valores de nuestra identidad y desde ella da respuesta a esta dolorosa realidad.

Como pastores insistimos en unos aspectos fundamentales que deberán ser tomados en cuenta en la Nueva Constitución.

Dignid
ad de la persona humana:

Es imagen de Dios con su yo insustituible. El Estado nace de la interrelación de las personas para promover la expresión y el desarrollo de las mismas.

Educación:

Centrada en la persona humana y sus grandes valores. Educación de calidad para todos. La educación en libertad creativa, dentro de un marco común acordado en el Estado, es indispensable para que los ecuatorianos desarrollemos nuestras potencialidades. El Estado garantice el derecho que tienen los padres de familia a escoger libremente la educación de sus hijos y a promoverla dentro de un marco común acorde a nuestra identidad nacional.

Familia-vida:

El Estado garantice y proteja la vida humana, como derecho primario inalienable de toda persona. Ninguna autoridad puede lesionar directa o indirectamente este derecho.

El Estado y las Leyes protejan a la familia, formada por un hombre y una mujer, origen de la vida y célula fundamental de toda sociedad. Favorezcan la paternidad responsable y la unidad de la familia en la procreación.

El Estado y las Leyes protejan la vida desde su concepción hasta su fin natural y favorezcan su desarrollo y crecimiento en salud, seguridad, educación, trabajo, como medios para evitar su desintegración.

El Estado proporcione servicios médicos asequibles a todos los ecuatorianos.

Corrupción y pobreza:

El Estado garantice la creación de los elementos necesarios para que los ciudadanos, las funciones del Poder Público y los órganos de control impidan su corrupción en todas sus formas.

Los organismos del Estado, en todos sus niveles, promoverán planes y programas de desarrollo para erradicar la pobreza y prestar atención preferencial a los sectores menos favorecidos de la sociedad.

Estructuras del Estado:

Las reformas que requiere la estructura del Estado en las actuales circunstancias deben tender al robustecimiento de la unidad nacional y de una democracia real y participativa basada en la persona y en la que se alcance la necesaria equidad y armonía entre el bien común y los intereses particulares.

Sentimos como Buena Nueva la Dignidad Humana y bendecimos a Dios por la dignidad de la persona humana, anterior al Estado, creada a su imagen y semejanza. Le alabamos por los hombres y mujeres que en el Ecuador, movidos por su fe trabajan incansablemente en defensa de la dignidad de la persona humana, especialmente de los pobres y marginados.

En los mismos términos se dieron también los mensajes anteriores:

Mensaje de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana ante las próximas elecciones (21-IX-2006)

Invitamos a todos los ciudadanos a ejercer su derecho al voto con libertad y responsabilidad. Para ello es de importancia decisiva el conocer el pronunciamiento de los candidatos al menos sobre estos aspectos: el rescate de la moralidad pública, la familia y la defensa de la vida, una educación de calidad para todos, las políticas sociales.

Mensaje de los Obispos del Ecuador ante el actual proceso electoral (20-X-2006)

Con nuestros ciudadanos deseamos cambios profundos, necesarios para recobrar optimismo y acortar la enorme brecha entre ricos y pobres, produciendo más y distribuyendo mejor. Volvemos a recoger este deseo en las inquietudes, que creemos deben ser respondidas por nuestro próximo gobernante: al acceso de los enfermos a la salud; el rescate de la moralidad pública; la atención a la familia y la defensa de la vida; una educación de calidad en libertad para todos; las políticas sociales que lleven a mejorar la condición de vida de campesinos, trabajadores, promoción de clases pobres y marginadas. El cumplimiento de estos compromisos servirá para fortalecer nuestra identidad y sentirnos orgullosos de ella… Pidamos al Señor de la Vida bendiga a nuestro pueblo y oriente el camino de nuestra nación para el bien de todos.


Conclusión

Bienaventuranzas del dirigente político

Termino esta reflexión con las palabras del Cardenal Francisco Javier Yan Thuan (encarcelado injustamente por trece años en su país), anterior presidente del Consejo Pontificio “Justicia y Paz”. Estas palabras actuales, autorizadas, colmadas de sabiduría evangélica, sintetizan los deberes de la política y de los políticos:

Bienaventurado el dirigente político que entiende su papel en el mundo.

Bienaventurado el dirigente político que ejemplifica personalmente la credibilidad.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el bien común y no por intereses personales.

Bienaventurado el dirigente político que es sincero consigo mismo, con su fe y con sus promesas electorales.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por la unidad y hace de Jesús el apoyo de su defensa.

Bienaventurado el dirigente político que trabaja por el cambio radical, se niega a llamar bueno lo que es malo y utiliza el Evangelio como guía.

Bienaventurado el dirigente político que escucha al pueblo antes, durante y después de las elecciones y que siempre escucha a Dios en la oración.

Bienaventurado el dirigente político que no tiene miedo de la verdad ni de los medios de comunicación, porque en el momento del juicio responderá sólo ante Dios, no ante los medios de comunicación.


Bibliografía utilizada:
Cartilla de la escuela social “Monseñor Leonidas Proaño”: La Política, ISAMIS, Lago Agrio, 1990.
Fe y compromiso político, Vicaría Oriental. Arquidiócesis de Cuenca, 2004.
Maccise, Camilo, “Fe y política según el Magisterio de la Iglesia”, en Cammini di libertá, Roma, 2003.
VATICANO II. Gaudium et spes (1965).
Documentos de Puebla (1979)
Documentos de Aparecida (mayo 2007).
Documentos de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, 2006-2007
Conferencia del Cardenal Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, en Argentina, el 8-X-2007, sobre Política y Valores.



[1] Mgt. Juan Arias Luna, docente de la Universidad Politécnica Salesiana en Quito. Carrera de Teología Pastoral.