viernes, diciembre 04, 2009

Reflexiones sobre la Sociedad Digital

Francisco García García
Universidad Complutense de Madrid
Manuel Gértrudix Barrio
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
La Sociedad Digital representa un reto y al tiempo una oportunidad para los individuos, para los ciudadanos y para las colectividades. El aprovechamiento de sus potencialidades requiere interpretar adecuadamente sus claves y explotar de forma activa las enormes posibilidades que la tecnología nos brinda para la comunicación, la formación, el ejercicio de la ciudadanía, la política, etc.
Comprender el estado actual de la Sociedad Digital y su desarrollo futuro precisa un ejercicio simultáneo de análisis, reflexión y estudio de sus alcances, sus dimensiones, sus rasgos y su naturaleza hiperevolutiva. Es preciso mantener un espíritu crítico frente al desarrollo de la Sociedad Digital; el impacto de lo puramente tecnológico, del “hacer por hacer digital” no debe eludir ese ejercicio. Esto no significa una prevención o un rechazo, sino de mantener una postura equilibrada.
El actual desarrollo de los servicios y aplicaciones sociales en la Red configura nuevos escenarios formativos en los que el aprendizaje informal posee una importancia creciente (Open Social Learning). Ello está produciendo una reconfiguración en los roles y en los procesos de enseñanza-aprendizaje. El eLearning ha aportado a la sociedad una nueva manera de aprender: desde donde se quiera y cuando se quiera, para superar los obstáculos tradicionales de un aprendizaje que necesita de un espacio y tiempo concretos y determinados previamente. No obstante, existen aún numerosas sombras en el eLearning. Se debe incidir en el desarrollo de contenidos avanzados que atiendan a una calidad en los procesos y a una satisfacción de los usuarios. Esto implica una necesidad de construir y aplicar una ética del eLearning. La importancia de este nuevo modelo propone la necesidad de elaborar un libro blanco sobre este proceso en España.
La sociedad digital está propiciando cambios en la forma en la que experimentamos las relaciones sociales. Por ello, la cuestión de la confianza es esencial en la sociedad en Red, en el entendimiento de que una sociedad digital confiable debe cumplir con los siguientes requisitos: debe ser segura, debe ser accesible evitando la exclusión digital y debe ofrecer servicios de calidad.
Por su parte, los soportes digitales y la web social configuran un nuevo concepto de medio de comunicación que ayuda a contrastar y a complementar la información procedente de medios consolidados, en concreto en lo referente a la prensa escrita, la televisión o la radio. Los medios de comunicación están directamente afectados, positivamente, por esta nueva sociedad que nos acoge, la Sociedad Digital. En este contexto, es imprescindible buscar la generación de contenidos interactivos a través de la democracia participativa, dando espacio real a grupos y minorías sin posibilidades naturales para acceder a ellos.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación han modificado el escenario de socialización, ya que están contribuyendo a una mejor efectividad de la comunicación.
No obstante, se trata de sistemas y herramientas que nacen sin significación alguna y es con la práctica cultural como adquieren significación. Por ejemplo, en el ámbito de la información estamos asistiendo a una desmaterialización del soporte: este proceso modifica las lógicas de producción y comunicación de información al dejar de existir un soporte específico para los contenidos.
La transformación del enorme flujo de datos que conforman la sustancia líquida de la Sociedad Digital requerirá potenciar capacidades, destrezas y competencias en el ciudadano digital basadas en principios tales como la gestión y análisis crítico de información, el manejo de situaciones de alto impacto informacional, la gestión eficaz de las fuentes y sistemas de información en un contexto de conexión continua y de hiperexposición personal (Open Data), etc. Vivimos, y aún viviremos más, en el abarrotamiento de vidas dominadas por los discursos audiovisuales, los discursos personales, los discursos colectivos, los discursos oficiales, en todas las pantallas, de forma simultánea, en permanente interacción, si dar tregua ni descanso. Estamos ya, pero aún estaremos más, en la panoplia del discurso; no podemos ni podremos escapar a las tramas, aunque no pertenezcamos a ninguna.
http://www.ucm.es/info/solidarios/index.php

miércoles, diciembre 02, 2009

El elogio a la vanalidad en la cultura pooph
La insoportable frivolidad del ser

Jorge Majfud
Lincoln University


Alguna vez Fedor Dostoyevski observó que cualquiera podía hacerse famoso en cualquier momento. Como no todos podían ser Darwin, Franklin o Fedor Dostoyevski, cualquiera podía pasar a la historia asesinando a un emperador o a un presidente. Si el precio era muy alto, aun quedaban otras opciones. Creo que más famoso, aunque cien años tardío, es la popular idea de Andy Warhol que en los sesenta, en pleno nacimiento de la cultura pop, predijo que en el futuro todos serían famosos por quince minutos, para lo cual bastaba con estar “en el lugar correcto o en el incorrecto, en el momento exacto o en la peor situación posible”. No es casualidad, si consideramos que Dostoyevski es hijo del siglo del periodismo escrito como Warhol es hijo del siglo del espectáculo mediático de la televisión.
Hace pocos días y no muy lejos, el matrimonio Tareq and Michaele Salahi decidió colarse en la fiesta de recepción que el presidente Obama daba al primer ministro indio Manmohan Singh. Los Salahi se fotografiaron con un gran número de estrellas de la política nacional. El exótico ministro de la segunda nación más grande del mundo no fue considerado en este paseo de la fama.
Pero la consagración de los Salahi llegó cuando fueron descubiertos. Este inconveniente, que dudosamente puede atribuirse a un error de cálculo, puso a la pareja bajo investigación y la envistió con los quince minutos de fama que pretendían para promocionarse. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que en la cultura pooph promoción y fama significan dinero.
Nada importa el contenido de lo que uno tenga para ofrecer sino, simplemente, estar o pasar por debajo de las luces y las cámaras que apuntan al centro del mundo. Lo mismo da ser Sarah Palin, Paris Hilton, Michael Phelps, Mussolini o el Che Guevara. Todos merecen el mismo respeto y admiración de los pooph porque son famosos. Los medios son los fines. Los medios confieren divinidad todo lo que tocan. En este momento, el señor y la señora Salahi se encuentran bajo investigación policial mientras venden sus entrevistas a medio millón de dólares cada una.
Hace unas semanas una pareja en Fort Collins, Colorado, denunció que su hijo había salido volando en un globo de helio que su padre, Richard Heene, había construido en el patio de su casa. Como los niños son asunto serio en Estados Unidos, rápidamente movilizaron a la policía y lograron atraer la atención de las cadenas más importantes de televisión. Las horas de persecución aérea del globo terminaron con la aparición del niño en el altillo de la casa. En lo que parecía el clímax del orgasmo mediático, Larry King entrevistó a la familia y al niño, Falcon [halcón] Heene, quien involuntariamente confesó: “we did this for the show” (lo hicimos para el espectáculo).
Los padres del ahora célebre Niño del Globo habían planeado sus quince minutos de fama con la intención de promover un posible reality show. Lo cierto es que montaron un reality show más real y más espectacular que cualquier reality show convencional.
No son la excepción. Nuestra cultura es un inmenso, un inocentemente perverso reality show alimentado por la vanalidad, la vana vanidad de la cual quizás somos victimas alguna vez en cuando todos los mortales.
Ahora, si alguien pensó que esta es una locura anglosajona está equivocado. El resto del mundo está en el mismo negocio, con el agravante de que son copias de copias en nombre de la originalidad.
No nos vayamos muy lejos. Recordemos el pasado concurso de talentos Viva el Sueño. El titulo es significativo, si recordamos la obra maestra de Calderón de la Barca, La vida es sueño (1635). Fedro, el participante más elogiado por el jurado, casi nunca criticado, victima del voto nunca suficiente del público machista y homofóbico, canta muy afinado y llora mientras repite lo que el jurado y el mundo repiten: “su propuesta es original”, “su virtud es ser único”, “me propuse mostrar algo diferente”, etc.
Fedro es rechazado por ser gay. Esta es una verdad conveniente. En el fondo todos saben que ser gay es un negocio de moda, como antiguamente en las cortes de los reyes eran populares los enanos. El público consume lo que rechaza, aplaude lo que evita, admira lo que odia, destruye lo que ama, digiere lo que es políticamente correcto mientras el artista remeda originalidad y el jurado y los especialistas repiten las mismas frases que incluyen un menú de elogios orgásmicos e inevitables insultos que pretenden vender como crítica o sinceridad. La fábrica de ídolos es también un picadero de carne humana. Carne humana a muy alto precio.
Fedro, el candidato a ídolo mexicano canta, se viste y se peina y llora como Adam Lambert, el american idol del mismo año. Como Adam, Fedro llegó a la final pero no pudo ser rey, idol o ídolo. Comparten el mismo estilo, la misma opción sexual y posan de victimas de la sociedad. De hecho lo son. Victimas de la sociedad y productos del mercado. Las verdaderas victimas, los discriminados no famosos, son así revindicados, más que representados, por estas originales copias de copias, producto de productores.
Sí, claro, en el mundo hay lugar para todos. Por suerte. Lamentablemente la historia insiste en lo contrario: en la uniformización, en la imposición de “lo que se parece a nosotros” hasta cuando parece diferente. Fedro, Adam, los ídolos de la cultura pooph nunca desafían mientras desafían; nunca salen de lo políticamente correcto mientras escandalizan. Sus transgresiones son variaciones adaptadas a las reglas preestablecidas del éxito, tal como lo entiende el mercado. La referencia de los jueces de “hay un mercado para ti allá afuera”, es explícita y es recibida con algarabía por el rebelde pooph. Sin embargo, estas nuevas y originales propuestas son simples remedos de lo que se encuentra en cada rincón de la nueva cultura dominante, que es la cultura del mercado: la frivolización y el narcisismo.
En un mundo en que todos pueden obtener su fama por quince minutos, la ansiedad que produce carecer de ella es democrática y dominante. Pero si todos son famosos nadie lo es. Razón por la cual esta ansiedad por ser el centro de las miradas del mundo se vuelve una obsesión, como la anorexia o la conexionimia.
La fama ya no es la consecuencia o el medio para promover una propuesta artística, ideológica, religiosa o filosófica. Cualquier camino que conduce a ella es válido. Ya no es necesario ser Edison, la Madre Teresa, Michel Foucault, Noam Chomsky o Eduardo Galeano para ser famoso. Los verdaderos famosos han demostrado que para la cultura pooph la fama no depende del contenido sino del envase. Un envase célebre puede inducirnos a tomar el mejor vino o Coca-Cola, agua mineral o aguas servidas. Ya ni siquiera es necesario recurrir al engaño. El éxito de la cultura de la vanalidad es tanto y tan abrumador que cualquier pretensión de algo más allá, algo con contenido, algo con profundidad, algo que quede después del pooph es tomado como el acto más ridículo, objeto de burla a boca partida. Lo políticamente correcto, lo único que los nuevos cerebros adiestrados en la frivolidad son capaces de soportar es el peso de la vanalidad, de la repetición en nombre de la originalidad, de la esclavitud intelectual y espiritual en nombre de la liberación, de las célebres excusas del tipo: “no sé qué es esto pooph que me salió, pero es muy bueno por que me gusta, es lindo, habla de cómo soy yo, yo mismo, yo único…”