viernes, diciembre 04, 2009

Reflexiones sobre la Sociedad Digital

Francisco García García
Universidad Complutense de Madrid
Manuel Gértrudix Barrio
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
La Sociedad Digital representa un reto y al tiempo una oportunidad para los individuos, para los ciudadanos y para las colectividades. El aprovechamiento de sus potencialidades requiere interpretar adecuadamente sus claves y explotar de forma activa las enormes posibilidades que la tecnología nos brinda para la comunicación, la formación, el ejercicio de la ciudadanía, la política, etc.
Comprender el estado actual de la Sociedad Digital y su desarrollo futuro precisa un ejercicio simultáneo de análisis, reflexión y estudio de sus alcances, sus dimensiones, sus rasgos y su naturaleza hiperevolutiva. Es preciso mantener un espíritu crítico frente al desarrollo de la Sociedad Digital; el impacto de lo puramente tecnológico, del “hacer por hacer digital” no debe eludir ese ejercicio. Esto no significa una prevención o un rechazo, sino de mantener una postura equilibrada.
El actual desarrollo de los servicios y aplicaciones sociales en la Red configura nuevos escenarios formativos en los que el aprendizaje informal posee una importancia creciente (Open Social Learning). Ello está produciendo una reconfiguración en los roles y en los procesos de enseñanza-aprendizaje. El eLearning ha aportado a la sociedad una nueva manera de aprender: desde donde se quiera y cuando se quiera, para superar los obstáculos tradicionales de un aprendizaje que necesita de un espacio y tiempo concretos y determinados previamente. No obstante, existen aún numerosas sombras en el eLearning. Se debe incidir en el desarrollo de contenidos avanzados que atiendan a una calidad en los procesos y a una satisfacción de los usuarios. Esto implica una necesidad de construir y aplicar una ética del eLearning. La importancia de este nuevo modelo propone la necesidad de elaborar un libro blanco sobre este proceso en España.
La sociedad digital está propiciando cambios en la forma en la que experimentamos las relaciones sociales. Por ello, la cuestión de la confianza es esencial en la sociedad en Red, en el entendimiento de que una sociedad digital confiable debe cumplir con los siguientes requisitos: debe ser segura, debe ser accesible evitando la exclusión digital y debe ofrecer servicios de calidad.
Por su parte, los soportes digitales y la web social configuran un nuevo concepto de medio de comunicación que ayuda a contrastar y a complementar la información procedente de medios consolidados, en concreto en lo referente a la prensa escrita, la televisión o la radio. Los medios de comunicación están directamente afectados, positivamente, por esta nueva sociedad que nos acoge, la Sociedad Digital. En este contexto, es imprescindible buscar la generación de contenidos interactivos a través de la democracia participativa, dando espacio real a grupos y minorías sin posibilidades naturales para acceder a ellos.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación han modificado el escenario de socialización, ya que están contribuyendo a una mejor efectividad de la comunicación.
No obstante, se trata de sistemas y herramientas que nacen sin significación alguna y es con la práctica cultural como adquieren significación. Por ejemplo, en el ámbito de la información estamos asistiendo a una desmaterialización del soporte: este proceso modifica las lógicas de producción y comunicación de información al dejar de existir un soporte específico para los contenidos.
La transformación del enorme flujo de datos que conforman la sustancia líquida de la Sociedad Digital requerirá potenciar capacidades, destrezas y competencias en el ciudadano digital basadas en principios tales como la gestión y análisis crítico de información, el manejo de situaciones de alto impacto informacional, la gestión eficaz de las fuentes y sistemas de información en un contexto de conexión continua y de hiperexposición personal (Open Data), etc. Vivimos, y aún viviremos más, en el abarrotamiento de vidas dominadas por los discursos audiovisuales, los discursos personales, los discursos colectivos, los discursos oficiales, en todas las pantallas, de forma simultánea, en permanente interacción, si dar tregua ni descanso. Estamos ya, pero aún estaremos más, en la panoplia del discurso; no podemos ni podremos escapar a las tramas, aunque no pertenezcamos a ninguna.
http://www.ucm.es/info/solidarios/index.php

miércoles, diciembre 02, 2009

El elogio a la vanalidad en la cultura pooph
La insoportable frivolidad del ser

Jorge Majfud
Lincoln University


Alguna vez Fedor Dostoyevski observó que cualquiera podía hacerse famoso en cualquier momento. Como no todos podían ser Darwin, Franklin o Fedor Dostoyevski, cualquiera podía pasar a la historia asesinando a un emperador o a un presidente. Si el precio era muy alto, aun quedaban otras opciones. Creo que más famoso, aunque cien años tardío, es la popular idea de Andy Warhol que en los sesenta, en pleno nacimiento de la cultura pop, predijo que en el futuro todos serían famosos por quince minutos, para lo cual bastaba con estar “en el lugar correcto o en el incorrecto, en el momento exacto o en la peor situación posible”. No es casualidad, si consideramos que Dostoyevski es hijo del siglo del periodismo escrito como Warhol es hijo del siglo del espectáculo mediático de la televisión.
Hace pocos días y no muy lejos, el matrimonio Tareq and Michaele Salahi decidió colarse en la fiesta de recepción que el presidente Obama daba al primer ministro indio Manmohan Singh. Los Salahi se fotografiaron con un gran número de estrellas de la política nacional. El exótico ministro de la segunda nación más grande del mundo no fue considerado en este paseo de la fama.
Pero la consagración de los Salahi llegó cuando fueron descubiertos. Este inconveniente, que dudosamente puede atribuirse a un error de cálculo, puso a la pareja bajo investigación y la envistió con los quince minutos de fama que pretendían para promocionarse. Lo único que se sabe a ciencia cierta es que en la cultura pooph promoción y fama significan dinero.
Nada importa el contenido de lo que uno tenga para ofrecer sino, simplemente, estar o pasar por debajo de las luces y las cámaras que apuntan al centro del mundo. Lo mismo da ser Sarah Palin, Paris Hilton, Michael Phelps, Mussolini o el Che Guevara. Todos merecen el mismo respeto y admiración de los pooph porque son famosos. Los medios son los fines. Los medios confieren divinidad todo lo que tocan. En este momento, el señor y la señora Salahi se encuentran bajo investigación policial mientras venden sus entrevistas a medio millón de dólares cada una.
Hace unas semanas una pareja en Fort Collins, Colorado, denunció que su hijo había salido volando en un globo de helio que su padre, Richard Heene, había construido en el patio de su casa. Como los niños son asunto serio en Estados Unidos, rápidamente movilizaron a la policía y lograron atraer la atención de las cadenas más importantes de televisión. Las horas de persecución aérea del globo terminaron con la aparición del niño en el altillo de la casa. En lo que parecía el clímax del orgasmo mediático, Larry King entrevistó a la familia y al niño, Falcon [halcón] Heene, quien involuntariamente confesó: “we did this for the show” (lo hicimos para el espectáculo).
Los padres del ahora célebre Niño del Globo habían planeado sus quince minutos de fama con la intención de promover un posible reality show. Lo cierto es que montaron un reality show más real y más espectacular que cualquier reality show convencional.
No son la excepción. Nuestra cultura es un inmenso, un inocentemente perverso reality show alimentado por la vanalidad, la vana vanidad de la cual quizás somos victimas alguna vez en cuando todos los mortales.
Ahora, si alguien pensó que esta es una locura anglosajona está equivocado. El resto del mundo está en el mismo negocio, con el agravante de que son copias de copias en nombre de la originalidad.
No nos vayamos muy lejos. Recordemos el pasado concurso de talentos Viva el Sueño. El titulo es significativo, si recordamos la obra maestra de Calderón de la Barca, La vida es sueño (1635). Fedro, el participante más elogiado por el jurado, casi nunca criticado, victima del voto nunca suficiente del público machista y homofóbico, canta muy afinado y llora mientras repite lo que el jurado y el mundo repiten: “su propuesta es original”, “su virtud es ser único”, “me propuse mostrar algo diferente”, etc.
Fedro es rechazado por ser gay. Esta es una verdad conveniente. En el fondo todos saben que ser gay es un negocio de moda, como antiguamente en las cortes de los reyes eran populares los enanos. El público consume lo que rechaza, aplaude lo que evita, admira lo que odia, destruye lo que ama, digiere lo que es políticamente correcto mientras el artista remeda originalidad y el jurado y los especialistas repiten las mismas frases que incluyen un menú de elogios orgásmicos e inevitables insultos que pretenden vender como crítica o sinceridad. La fábrica de ídolos es también un picadero de carne humana. Carne humana a muy alto precio.
Fedro, el candidato a ídolo mexicano canta, se viste y se peina y llora como Adam Lambert, el american idol del mismo año. Como Adam, Fedro llegó a la final pero no pudo ser rey, idol o ídolo. Comparten el mismo estilo, la misma opción sexual y posan de victimas de la sociedad. De hecho lo son. Victimas de la sociedad y productos del mercado. Las verdaderas victimas, los discriminados no famosos, son así revindicados, más que representados, por estas originales copias de copias, producto de productores.
Sí, claro, en el mundo hay lugar para todos. Por suerte. Lamentablemente la historia insiste en lo contrario: en la uniformización, en la imposición de “lo que se parece a nosotros” hasta cuando parece diferente. Fedro, Adam, los ídolos de la cultura pooph nunca desafían mientras desafían; nunca salen de lo políticamente correcto mientras escandalizan. Sus transgresiones son variaciones adaptadas a las reglas preestablecidas del éxito, tal como lo entiende el mercado. La referencia de los jueces de “hay un mercado para ti allá afuera”, es explícita y es recibida con algarabía por el rebelde pooph. Sin embargo, estas nuevas y originales propuestas son simples remedos de lo que se encuentra en cada rincón de la nueva cultura dominante, que es la cultura del mercado: la frivolización y el narcisismo.
En un mundo en que todos pueden obtener su fama por quince minutos, la ansiedad que produce carecer de ella es democrática y dominante. Pero si todos son famosos nadie lo es. Razón por la cual esta ansiedad por ser el centro de las miradas del mundo se vuelve una obsesión, como la anorexia o la conexionimia.
La fama ya no es la consecuencia o el medio para promover una propuesta artística, ideológica, religiosa o filosófica. Cualquier camino que conduce a ella es válido. Ya no es necesario ser Edison, la Madre Teresa, Michel Foucault, Noam Chomsky o Eduardo Galeano para ser famoso. Los verdaderos famosos han demostrado que para la cultura pooph la fama no depende del contenido sino del envase. Un envase célebre puede inducirnos a tomar el mejor vino o Coca-Cola, agua mineral o aguas servidas. Ya ni siquiera es necesario recurrir al engaño. El éxito de la cultura de la vanalidad es tanto y tan abrumador que cualquier pretensión de algo más allá, algo con contenido, algo con profundidad, algo que quede después del pooph es tomado como el acto más ridículo, objeto de burla a boca partida. Lo políticamente correcto, lo único que los nuevos cerebros adiestrados en la frivolidad son capaces de soportar es el peso de la vanalidad, de la repetición en nombre de la originalidad, de la esclavitud intelectual y espiritual en nombre de la liberación, de las célebres excusas del tipo: “no sé qué es esto pooph que me salió, pero es muy bueno por que me gusta, es lindo, habla de cómo soy yo, yo mismo, yo único…”

martes, octubre 27, 2009

¿Todavía tiene futuro el individualismo?

Leonardo Boff

teólogo

En Estados Unidos hay una crisis más profunda que la económico-financiera. Es la crisis del estilo de sociedad que se formó desde que fuera constituida por los «padres fundadores». Es una sociedad profundamente individualista, consecuencia directa del tipo de capitalismo que fue implantado allí. La exaltación del individualismo adquirió forma de credo en un monumento delante del majestuoso Rockfeller Center en Nueva York, en el cual se puede leer el acto de fe de John D. Rockfeller Jr: «Creo en el supremo valor del individuo y en su derecho a la vida, a la libertad y a perseguir su felicidad».

En un fino análisis contenido en su clásico libro La democracia en América (1835), el magistrado francés Charles de Tocqueville (1805-1859) señaló al individualismo como la marca registrada de la nueva sociedad naciente. El individualismo se mantuvo triunfante, pero tuvo que aceptar límites debido a la conquista de los derechos sociales de los trabajadores y especialmente al surgimiento del socialismo, que contraponía otro credo, el de los valores sociales. Pero con el derrocamiento del socialismo estatal, el individualismo volvió a tener vía libre bajo el presidente Reagan hasta el punto de imponerse en todo el mundo en forma de neoliberalismo político.

Contra Barack Obama, que intenta un proyecto con claras connotaciones sociales, como salud para todos los estadounidenses y medidas colectivas para limitar la emisión de gases de efecto invernadero, el individualismo resurge con furor. Le acusan de socialista y de comunista y, en facebook, en internet, hasta no se excluye su eventual asesinato si llegara a suprimir los planes individuales de salud. Y eso que su plan de salud no es tan radical, pues, tributario todavía del individualismo tradicional, excluye de él a todos los emigrantes, que son millones.

La palabra «nosotros» es una de las más desprestigiadas de la sociedad estadounidense. Lo denuncia el respetado columnista del New York Times, Thomas L. Friedman en un excelente artículo: «Nuestros líderes, hasta el presidente, no consiguen pronunciar la palabra ‘nosotros’ sin que les produzca risa. No hay más ‘nosotros’ en la política estadounidense, en una época en que ‘nosotros’ tenemos enormes problemas -la recesión, el sistema de salud, los cambios climáticos y las guerras en Irak y en Afganistán- con los que sólo vamos poder lidiar si la palabra ‘nosotros’ tiene una connotación colectiva» (JB 01/10/09).

Sucede que, por falta de un contrato social mundial, Estados Unidos se presenta como la potencia dominante, que prácticamente decide los destinos de la humanidad. Su arraigado individualismo proyectado al mundo se muestra absolutamente inadecuado para señalar un rumbo al ‘nosotros’ humano. Ese individualismo no tiene ya futuro.

Se hace cada vez más urgente un gobierno global que sustituya el unilateralismo monocéntrico. O desplazamos el eje del ‘yo’ (mi economía, mi fuerza militar, mi futuro) hacia ‘nosotros’ (nuestro sistema de producción nuestra política y nuestro futuro común) o difícilmente evitaremos una tragedia, no sólo individual sino colectiva. Independientemente de ser socialistas o no, lo social y lo planetario deben orientar el destino común de la humanidad.

Pero, ¿por qué ese individualismo tan arraigado? Porque está fundado en un dato real del proceso evolutivo y antropogénico, pero asumido de forma reduccionista. Los cosmólogos nos aseguran que hay dos tendencias en todos los seres, especialmente en los seres vivos: la de auto-afirmación (yo) y la de integración en un todo mayor (nosotros). Por la autoafirmación cada ser defiende su existencia; si no, desaparece. Pero por otro lado, nunca está sólo, está siempre enredado en un tejido de relaciones que lo integra y le facilita la supervivencia.

Las dos tendencias coexisten, juntas construyen cada ser y sustentan la biodiversidad. Excluyendo una de ellas surgen patologías. El ‘yo’ sin el ‘nosotros’ lleva al individualismo y al capitalismo como su expresión económica. El ‘nosotros’ sin el ‘yo’ desemboca en el socialismo estatal y en el colectivismo económico. El equilibrio entre el ‘yo’ y el ‘nosotros’ se encuentra en la democracia participativa que articula ambos polos. Ella acoge al individuo (yo) y lo ve siempre insertado en una sociedad mayor (nosotros), como ciudadano.

Hoy necesitamos una hiperdemocracia que valore cada ser y a cada persona y garantice la sostenibilidad de lo colectivo que es la geosociedad naciente.

jueves, octubre 22, 2009

Un millón de personas se quitan la vida cada año

José Carlos García Fajardo
Profesor U. Complutense de Madrid

Cada día hay en promedio casi tres mil personas ponen fin a su vida, y veinte intentan suicidarse por cada una que lo consigue. Cada hora, ciento veinticinco personas ponen fin a su vida, más de dos personas por minuto. Datos de la Organización Mundial de la Salud, (OMS).

Hablamos de suicidios verificados, no de los camuflados en “accidentes”, previa ingestión de drogas, de alcohol o de broncas emocionales insoportables que conducen a pisar el acelerador sin freno.

Está entre las tres primeras causas mundiales de muerte en personas de entre 15 y 44 años, pero el sector que presenta mayor riesgo es el de los adolescentes. Entre poblaciones rurales, son las personas de edad que ya no se sienten útiles, ni necesitadas, ni queridas.

También existen “suicidios” enmascarados en el abandono de tratamientos médicos, para “hacer pagar culpas a la familia”.

Asimismo, muchos ancianos que viven solos en las ciudades grandes, en donde todo egoísmo tiene su asiento, y que “aparecen” muertos, no se han pegado un tiro, ni se han tirado por la ventana ni ingerido venenos, sencillamente, se han dejado morir poco a poco, abandonándose en la comida y en la higiene, debilitándose, perdiendo fuerzas, y hasta intuyendo un descanso y una liberación, no en la muerte, que siempre impresiona, sino en dejar de llevar un vivir sin sentido; para ellos, ergo, para el universo entero.

¿Sabe alguien cuántos soldados se han dejado morir por no poder soportar la tensión inhumana de una confrontación absurda? ¿Hay suicidio más eficaz que dejarse matar por el “enemigo”, y encima sin “deshonor” ante la familia pues te los rinden militares? ¿Acaso en la guerra de Vietnam, la droga no se distribuía desde la propia intendencia?

Para el año 2020, la OMS prevé que el número de muertes por suicidio en el mundo superará el millón y medio. Por ello, es tan importante tratarla como corresponde. Con una aproximación psicológicamente cálida, acogedora, tranquilizadora. Y con el arsenal terapéutico, realmente efectivo, que tenemos a nuestra disposición. Y con tiempo, paciencia, con ese sumergirse en el drama del enfermo.

Recordemos que ‘asistir’ (assistere) es, "estar al lado del otro".

Los profesionales que trabajan en la prevención de los suicidios, insisten en que se trata de muertes evitables que, en algunos países, alcanzan a 10,4 por cada cien mil habitantes y, entre los adolescentes, el riesgo es del 30% por la misma proporción.

Ya sabemos que el suicidio se ha convertido en un tabú tan fuerte como el incesto o, hasta hace poco, las denominadas “desviaciones” sexuales, como la homosexualidad. Como fue tabú durante siglos tratar de la pedofilia, pederastia o, como ahora prefiere denominar el Vaticano para las experiencias de sus clérigos, “efebofilia”, es decir, atracción por jóvenes de 11 a 17 años.

Hasta en el Libro de estilo de muchos medios de comunicación se reglamenta la publicación de estas noticias, “porque pueden provocar estímulo de imitación”.

La OMS pide mejorar la educación en el tema, reducir la estigmatización y aumentar la conciencia de que el suicidio es prevenible. Todavía, en muchas legislaciones, el intento de suicidio se castiga como delito. Y a un enfermo no se le lleva al paredón, se le cura y después se le fusila. La Iglesia católica y otras religiones, castigaban al suicida con la prohibición de ser enterrado en “tierra sagrada”. Con el progreso en la conciencia de una mayor libertad y responsabilidad, se han avenido con el subterfugio de que “no sabían lo que hacían”, “locura transitoria”, “fuera de sí, “enajenados”.

No hay más que ver las dificultades que tiene un enfermo terminal para tener una muerte digna, mediante suicidio asistido, o mediante eutanasia positiva, por compasión y por justicia. ¿Tanto cuesta reconocer el derecho a disponer de la propia vida? ¿Alguien nos ha pedido permiso para nacer?

¿Pueden imponerse manu militari ideologías que parten de peticiones de principio, de falsas premisas y de un fanatismo que condena a vivir, como durante siglos bendijeron las condenas a morir?

Partiendo del reconocimiento de este derecho inalienable, es necesario prevenir las decisiones fatales que podrían evitarse mediante atención médica y psicológica, comprensión y tratamiento, información adecuada y medios eficaces al alcance de enfermos depresivos, alcoholismo, drogadicción y esquizofrenia. Adolescentes que no asumen su realidad sexual, o de ancianos sin medios para vivir con dignidad porque la sociedad se lo debe siempre ya que las cosas no son de su dueño sino del que las necesita. Y aunque la vida no tuviera sentido tiene que tener sentido vivir, pero con dignidad y sin padecimientos insoportables. No vamos de la vida hacia la muerte, sino hacia la felicidad de saberse uno mismo, libre y responsable. (http://www.ucm.es/info/solidarios/index.php)

miércoles, septiembre 16, 2009

Partidos, caudillos y democracias

Alejo Vargas Velásquez
Profesor universitario

Tradicionalmente las democracias modernas, que son de tipo representativo, se sustenta en sistemas de partidos a través de los cuales se supone que la opinión política de la sociedad, diversa por naturaleza, se expresa. En esta medida, la fortaleza del sistema de partidos da cuenta de la solidez y estabilidad de la democracia.

Pero, por causalidades diversas, casi siempre asociadas al desarrollo de prácticas que distorsionaban el rol de representación política partidaria –abandono de su papel de representar intereses de sus electores, clientelismo, corrupción-, en muchas democracias, especialmente de países en vías de desarrollo como los de la región andina, pero también en países desarrollados como Italia, los sistemas de partidos entraron en crisis y en algunos casos colapsaron, perdiendo toda su capacidad de representar a sus sociedades.

Esto fue lo sucedido, por diversas causas en cada país, en Venezuela en los 90s con el bipartidismo de Acción Democrática y COPEI que sustentó casi cuarenta años la democracia puntofijista, o lo que pasó en Italia también en los 90s con la crisis de los dos grandes partidos de la segunda postguerra mundial, Democracia Cristiana y el Partido Comunista, o en Colombia con el debilitamiento a finales del siglo pasado del bipartidismo centenario Liberal y Conservador, o en Ecuador, donde la atomización partidista y su inestabilidad política vienen desde los años 60s.

Cuando los sistemas partidistas hacen agua entran en la escena política los llamados outsiders, casi siempre mimetizados como líderes antipolíticos, pero realmente con trazos caudillistas y son los que aparecen como los salvadores de sus países –cada cual invoca ser defensor de diversos objetivos con los cuales logra consolidar unas agrupaciones de seguidores que comienzan casi a idolatrarlos-.

Pero a ninguno le gusta ser controlado, ni tener partidos serios a las cuales dar cuenta. Por ello tienden a menospreciar la organización política partidista y si la promueven son partidos de devotos incondicionales que conviertan sus idearios en nuevos doctrinas de las religiones de las cuales ellos son una especie de ‘sumos sacerdotes’. Y claro, los seguidores de cada uno de ellos no aceptan que los comparen con sus pares: los de Uribe dicen que nunca se le puede comparar con Chávez o Correa; lo mismo dicen los seguidores de Chávez, que ni se les ocurra compararlo con Uribe; o los de Correa. Otros como Berlusconi afirma que él representa lo que todos los italianos quisieran ser y seguramente los demás piensan lo mismo, aunque no lo hayan dicho.

Pero no hay duda que la gran damnificada es la democracia, trátese de regímenes presidencialistas –que se acomoda mejor a este tipo de nuevo caudillismo-, o de regímenes parlamentarios; en todos los casos la democracia tiende a debilitarse: congresos controlados, poder judicial intervenido o arrinconado, organismos de control en manos de amigos y sobretodo, imposibilidad de aceptar las voces criticas, las cuales son estigmatizadas o aún amenazadas de ser judicializadas; los pesos y contra-pesos son domesticados, amedrentados, en fin, debilitados.

Pero eso sí, todos proclaman permanentemente que respetan las instituciones democráticas y que nunca van a atropellarlas. Es llamativo que las democracias sólidas de los países más serios, trátese de países en desarrollo o desarrollados como Estados Unidos, Brasil, Chile, Uruguay tienen sistemas de partidos estables y alternación en el gobierno, con Presidentes que no se mantiene más allá de dos períodos.

Para empezar a recuperar nuestras democracias debemos comenzar por construir serios sistemas de partidos políticos.

martes, agosto 11, 2009

Creación literaria

Frei Betto
religioso dominico

Como subraya Bertolomé Campos de Queiros, todo lo que existe -esta publicación, el ordenador, la silla en que me siento, la habitación en que me encuentro- fue fantasía en la mente humana antes de hacerse realidad. De ahí la fuerza de la literatura de ficción. También ella fue fantasía en la mente del autor y remite al lector a una realidad onírica que le permite encarar la vida con otros ojos. La fantasía impulsa todos nuestros gestos, actitudes y opciones.

La ficción funciona como un espejo que hace que el lector trascienda la situación en que se encuentra. El texto revela el contexto e impregna al lector de pretextos, de motivaciones que lo envuelven, aquel entusiasmo de que hablaban los griegos antiguos, estar poseído por los dioses, por energías anímicas que nos devuelven a lo mejor de nosotros mismos.

Toda ficción, narrativa o poética, es des-cubrimiento, revelación. Somos polifacéticos y, al leer, una de nuestras identidades emerge por fuerza del encantamiento suscitado por la quintaesencia de la obra de ficción: la estética. La literatura de ficción no tiene que ser de izquierda o de derecha. Tiene que ser bella. Hacer de la ficción un tablado de causas es aprisionarla en una camisa de fuerza, transformándola en un espejo que no refleja al lector, sino que refleja al autor y su proselitismo.

La ficción no tiene que ser comprometida, el escritor sí, tiene el deber ético de comprometerse con la defensa de los derechos humanos en este mundo tan conflictivo y desigual.

En el prólogo del evangelio de Juan, uno de los textos más poéticos de la Biblia, sólo comparable al Cantar de los Cantares, se dice que “el Verbo se hizo carne”. En el arte literario la carne -la creatividad del autor- se hace verbo Instaura la palabra, que organiza el caos.

En el Génesis, Yahvé crea el universo por el poder de la palabra. Él se hace palabra, manifestación que nos remite, como en la obra de ficción, a la trascendencia (el autor sobrepasa la cotidianidad o le imprime nuevo carácter), a la transparencia (el texto refleja lo que está contenido entrelíneas), a la profundización (la narrativa o el poema nos invita a algo más profundo de lo que percibimos en la superficie de la realidad).

Leer ficción es una experiencia extática -estar en sí y fuera de sí. Somos elevados a lo imaginario, inducidos a una experiencia de catarsis, oxigenando nuestra psiquis. La estética nos imprime un nuevo modo de encarar las cosas. Como recuerda Mario Benedetti, la literatura no cambia el mundo, pero sí cambia las personas. Y las personas cambian el mundo.

La estética literaria nos envía a lo no dicho, a la esfera del deseo, suscitándonos sueños, proyectos, utopías, del encuentro con el príncipe encantado (Blancanieves) al reencuentro amoroso con la opresiva figura del padre (La metamorfosis, de Kafka, y Labor arcaica, de Raduan Nassar). Como señala Aristóteles, la poética completa lo que le falta a la naturaleza y a la vida. El arte no se satisface con el estado fáctico del ser. Nos invita a la diferencia, a la desemejanza, a cambiarse. Suscitar en niños y en jóvenes el hábito de la lectura es librarlos de la vida anodina, superficial, fútil, y educarlos en el diálogo frecuente con personajes, relatos y símbolos (la poesía) que habrán de dilatar en ellos la virtud de la alteridad, de una relación más humana consigo mismo, con el prójimo, con la naturaleza y, quizás, con Dios. (Traducción de J.L. Burguet)

lunes, julio 13, 2009

“Ojos que no ven, corazón que no siente”

Carlos Ayala Ramírez
director de Radio Ysuca, San Salvador

1. La mirada mediática: “el ojo enfermo”

Este conocido refrán popular expresa de forma clara y gráfica, algo de lo que suele ocurrir en los “ojos mediáticos”, es decir, en esos instrumentos que le otorgan valor a los hechos, las opiniones o las personas. Esos medios dan centralidad al espectáculo, a lo insólito, a los grandes personajes de la política, la economía, la religión o la farándula, pero no hacen lo mismo con las víctimas de la exclusión estructural, cuya realidad no parece ser tan central y tan visible por la mayoría de medios de comunicación social.

Ignacio Ellacuría, el rector mártir, planteó en su momento que el modo principal que tiene la mayor parte de la población para acercarse a la realidad y tomar posición ante ella, es a través de la imagen pública, controlada en gran medida por los medios de comunicación. Por eso les atribuía una enorme responsabilidad en la generación o superación de las crisis sociales.

Ignacio López Vigil, comunicador apasionado de América Latina, sostiene que los medios de comunicación son los nuevos mercaderes de la realidad. Lo que no sale en ellos es como si no hubiera ocurrido. Lo que los medios afirman, afirmado queda. Lo que ignoran, no existe. Este hecho destacado por Vigil no supone que los medios sean “todopoderosos”, pero sí reconoce el alto grado de incidencia en los modos colectivos de entender y explicar la realidad del mundo.

Jon Sobrino, uno de los principales teóricos de la teología latinoamericana, ha recordado recientemente que el llamado “globo” hace todo menos “globalizar” el conocimiento de la existencia de las mayorías de víctimas. Afirma que la industria del deporte, de la música fácil, de la moda, del turismo – y de los seres humanos que giran a su alrededor – tienen existencia, pero los pobres y víctimas están excluidos de la conciencia colectiva. Trivializar la realidad o la indiferencia ante el sufrimiento humano de los pobres, son dos críticas recurrentes que Sobrino hace a los medios de comunicación social.

Estos tres académicos traen a cuenta uno de los principales problemas que tiene el ámbito de la comunicación social: el vínculo entre medios y realidad. Los medios se han convertido en un referente de la realidad (Ellacuría). No sólo dan a conocer hechos sino que deciden lo que es real (López Vigil). Lo que se presenta en los medios no sólo es una parcela de la realidad, sino que en muchos casos es la parte menos importante de la misma (Sobrino).

En efecto, gran parte del público termina pensando que si una persona, institución o hecho son importantes, van a estar necesariamente en el centro de atención de los medios. En los últimos días, por ejemplo, los “ojos mediáticos” han estado puestos de manera planetaria (global) en dos hechos convertidos en dominantes: primero, el funeral y despedida de Michael Jackson, considerado el rey del Pop. Millones de personas en el mundo presenciaron el acto fúnebre por la televisión e Internet; segundo, la presentación oficial del portugués Cristiano Ronaldo como nuevo jugador del Real Madrid. Más de 80 mil personas llenaron el estadio Santiago Bernabéu para recibir al jugador más caro de la historia (su fichaje alcanzó la cifra de 94 millones de euros). Medios electrónicos e impresos desplegaron grandes espacios y tiempos para recibir a una estrella del fútbol y para despedir a una estrella de la música.

Cierto es que la música y el fútbol forman parte de la realidad lúdica. Y que el interés y apasionamiento por ambas no es necesariamente negativo o perjudicial. Pero, cuando estas realidades son sobredimensionadas al extremo, haciéndolas pasar como lo más real del mundo (lo más importante) o informar entusiasmadamente sobre los millones de un fichaje futbolístico al margen de un mundo en el que millones – ahora de personas – están excluidas simplemente de la vida, puede resultar en encubrimiento de esa realidad dramática de buena parte del mundo o en ofensa o agravio hacia quienes mueren paulatinamente por la exclusión provocada por un sistema que, sin escándalo, puede invertir millones de euros en el mercado del fútbol. Ojos que no ven esa otra realidad, producen corazones sin entrañas.

2. La nueva mirada: “el ojo sano”

Cuando los medios de comunicación hagan central la realidad de las poblaciones marginadas, considerándolas no como destinatarias de beneficencia sino como sujetos de derechos, habremos entrado a la etapa de la dignificación de los medios. No está demás recordar que hacer central la realidad de los inexistentes o silenciados es una tradición muy arraigada en la fe bíblica.

El núcleo de la fe de Israel (Ex 3), tiene como punto de partida el grito de un pueblo que sufre y que reclama justicia. El Dios de la Biblia es un Dios que reacciona ante el sufrimiento humano y baja para liberarlo de ese sufrimiento. Es un Dios que mira (la opresión), oye (los clamores), conoce (los sufrimientos) y actúa (liberando). A la mirada “mediática” le hace falta mucho de esa tradición. Acceder a ella y ponerla a producir sería una opción ética – quizás utópica – pero necesaria para humanizar el mundo de la comunicación social, para construir una nueva globalización, la de la solidaridad.

La inspiración cristiana, entendida no como proselitismo confesional de carácter religioso, sino como fuente de valores humanos que animan y dan sentido a la vida, aporta a los medios de comunicación – desde el modo de ser de Jesús de Nazaret – un talante, un espíritu, “unos ojos” para hacer comunicación con voluntad de verdad (desenmascarando las formas ocultas de opresión y mentira), con voluntad solidaria (superando la indolencia ante el sufrimiento humano) y con voluntad participativa (abriendo espacios para la expresión ciudadana como derecho humano fundamental).

En la mentalidad bíblica el corazón era considerado símbolo de las emociones, de la memoria y de la sabiduría. El corazón es la sede de la vida consciente. Con un corazón muerto (endurecido, apático) no se puede vivir. Por eso se exhortaba a “tener un corazón de carne y no de piedra”. Los ojos son sede de la estimativa (aprecio, cariño, respeto). De ese significado procede el término “ojo sano” (generoso) versus “ojo enfermo” (indolente). Si los medios de comunicación aspiran ponerse al servicio de la persona, de la comunicación, de la verdad, de la justicia: pero sobre todo, de los excluidos a los que se les niega existencia y dignidad, tendrán que optar por la voluntad de ver con el “ojo sano” y el “corazón de carne”. Cuando eso ocurra, el espectáculo, la farándula, lo insólito, lo extravagante, dejarán de ser lo central en la comunicación. Y se abrirá paso a la voz de la realidad en lo que tiene de justicia frente a la injusticia, de verdad frente a la mentira, de esperanza frente a la crisis, de gozo frente al desencanto, de condolencia frente a la indolencia. Entonces podemos decir “ojos que sí ven, corazón condoliente”.

miércoles, julio 01, 2009

Los periódicos en 2020

Jeff Jarvis
Periodista, bloguero y profesor
Universidad de la Ciudad de Nueva York.

El periodismo es un servicio, un proceso, un principio organizado. Y gracias a la tecnología, es decir, Internet –que muchos creen una amenaza para los periódicos–, este servicio ahora se puede expandir de muchas maneras y convertir en algo nuevo y con un coste más bajo.

Para 2020 deberíamos desear que los periódicos ya no sean únicamente papel, sino miembros valiosos de redes mayores que permitan a sus comunidades recopilar, compartir y dar sentido a las noticias que necesitan.

Así que, con todo el respeto, debo decir que la Asociación Mundial de Periódicos1 hace la pregunta incorrecta (y de paso debería considerar un nuevo nombre): ¿cómo serán los periódicos en 2020? Es más, ¿qué es un periódico? Es lo que deberían preguntarse los jóvenes.

Jeffrey Cole, del Centro para el Futuro Digital de la Escuela Annenberg de la Universidad de Southern California, concluyó en su última investigación sobre el uso de Internet que los que tienen ahora entre 12 y 25 años ?y que tendrán entre 25 y 38? en 2020, “nunca leerán un periódico”. Nunca es una palabra muy fuerte. Como bien predijo Phil Meyer en su libro The vanishing newspaper (El periódico que desaparece), si la tendencia actual continúa, el último periódico estadounidense se publicará en 2040. Dejemos que esta palabra también penetre: último.

Así que, por una vez, rompamos la tendencia. Matemos nosotros mismos a los periódicos. Elijan una fecha de un futuro más cercano de lo que creen y desconéctense de la prensa. Y después pregunten: ¿qué es un periódico? ¿Cuál es su valor real? ¿Y cómo ese valor subsiste y crece más allá del papel?

Los productos impresos puede que sobrevivan, y en algunos países hasta seguirán creciendo. Pero yo no sentiría su muerte más allá de que encontremos la manera para que su periodismo subsista y prospere. Porque un periódico no debe definirse a sí mismo por su forma. No es únicamente papel. Su fuerza y valor no reside en controlar el contenido o la distribución. Y proteger esas ventajas menguantes no es una estrategia viable para su crecimiento o supervivencia.

Yo incluso sostengo que un periódico ni siquiera es un producto. El periodismo -como ya se dijo- es un servicio, un proceso, un principio organizado. Así que en vez de preguntar cómo será un periódico, creo que debemos preguntar cómo será la relación entre una organización de noticias y su comunidad.

Imaginen que les piden que predigan el destino de los periódicos de aquí a 13 años. Precisamente fue hace 13 años, el 13 de octubre de 1994, cuando Netscape presentó el navegador comercial. Piensen en todos los cambios que se han producido desde entonces y el paso acelerado de ese cambio ahora. Piensen en el impacto tan perjudicial que ha tenido en muchas industrias, especialmente en la nuestra, y esto sólo irá más rápido. Es de tontos aventurar cómo será la tecnología mañana. Pero no es imposible definir y quizás predecir el campo de acción, la forma y el valor del periodismo en nuestras comunidades, en las que creo que seremos organizadores más que productores.

Recuerdo especialmente un momento de la reunión del Foro Económico Mundial 2007 en Davos. En una sesión del Consejo de Medios Internacional, el director de un influyente periódico suplicó al joven fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, que le aconsejara acerca de cómo su periódico podía crear una comunidad como esa. La conocida y lacónica respuesta de Zuckerberg fue: “No puedes”. Punto final. Después, Zuckerberg explicó que las comunidades ya existen y que hacen lo que quieren hacer, así que la pregunta que deberíamos plantearnos es qué podemos hacer para que lo hagan mejor. La receta de Zuckerberg: démosles “organización elegante”. Es lo que hizo él con Facebook, y Harvard, después, con las comunidades de las universidades y con el mundo. Y cuando se piensa en ello, vemos que es la esencia de lo que el periodismo ha intentado hacer desde su nacimiento: ayudar a organizar el conocimiento de la comunidad para que una sociedad mejor informada pueda lograr las metas que el propio periodismo se propone a sí mismo.

Así que, ¿cómo podemos llevar esto a cabo con las herramientas que tenemos a nuestro alcance?

Primero, debemos garantizar que las organizaciones de noticias sobrevivan, y para hacerlo debemos explotar la eficacia de las herramientas de Internet, que han posibilitado la nueva arquitectura de las noticias en la era del enlace. Éste nos libra de la necesidad de malgastar nuestros cada vez más menguantes recursos en información fácil de conseguir, que la comunidad ya conoce. Ya no tenemos la obligación de recrear la misma noticia que todo el mundo tiene. Podemos enlazarla. Ya no necesitamos hacer todas las cosas para todo el mundo. Podemos enlazar un reportaje que es mejor que lo que nosotros podríamos haber aportado. Ya tampoco necesitamos malgastar recursos en el ego, en que todos tengamos nuestros críticos de televisión o columnistas de golf, en que mandemos uno o demasiados reporteros a la gran historia que está en todas las televisiones sólo para decir que hemos estado allí.

Tenemos que hacer lo que hacemos mejor y enlazar el resto. ¿Y qué es lo que mejor hacemos? Informar, por supuesto. Si creamos un periodismo magnífico y único, el público vendrá a nosotros cuando otras organizaciones de noticias, blogueros, motores de búsqueda y lectores nos enlacen. El enlace es la llave de nuestra supervivencia y prosperidad en el futuro. Así que creo que los periódicos de 2020 necesitarán agregar y que les agreguen. Señalarán a otros que lo hacen bien y se ahorrarán el gasto de hacerlo ellos mismos. Harán lo que mejor sepan hacer y lo que otros enlacen a ellos.

Debemos encontrar también otras herramientas eficaces en la organización. Habiendo puesto en práctica esa hipotética desconexión de nuestra prensa, podemos ahora preguntarnos cuánto ahorraríamos no sólo en papel, tinta, impresión y distribución, sino también en marketing de un producto de pago. La escala de nuestros negocios cambia.

Prácticamente cada semana escucho cómo los ejecutivos de comunicación se preguntan amargamente de qué manera las ganancias de la red apoyarán las organizaciones que tienen ahora. No lo harán. Gestionarán empresas más pequeñas pero más eficientes y quizás más rentables.

Pero se preguntarán cómo se puede sobrevivir en la red con el valor más bajo que tiene la publicidad en Internet. La cruda realidad es que ahora estamos en la época posterior a la escasez en la economía de los medios de comunicación. Los periódicos locales ya no son monopolios y no pueden contar con cobrar las primas que ese control permitía. También los medios de comunicación, incluidos los estatales y de forma especial la televisión, hemos dejado atrás la posibilidad de ofrecer un producto único a los consumidores.

Así que, ¿cómo lograremos ganancias suficientes en el futuro? Considero que necesitamos manejar nuevas redes de publicidad y encontrar y vender lo mejor que existe tanto dentro como fuera de nuestros muros y páginas Web. Y si lo hacemos rápido tendremos algunas ventajas frente al tiempo: primero, tendremos las relaciones y la confianza de los anunciantes; si reunimos las mejores redes, estaremos bien posicionados para venderlas.

Segundo, los anunciantes han sido incluso más tímidos que nosotros en esta era, así que podemos ser sus guías. Si no lo hacemos, podemos estar seguros de que Google lo hará.

Aquí es donde Google es una amenaza para los periódicos: en el objetivo y en la publicidad local. Google no es ?repito, no es? una amenaza porque nos enlace a él. De hecho, agregar y enlazar nuestros contenidos es el mejor regalo que Google puede darnos; sin su contribución como nuevo soporte de noticias, los periódicos digitales habrían muerto. Si no podemos ser buscados y enlazados, no nos encontrarán. Los periódicos que están en contra de que Google los agregue son peligrosos, son tontos suicidas.

Agregar no es el tema, sino la publicidad. Google está amasando su fortuna al ofrecer un mejor servicio que nosotros a los anunciantes. Deberíamos seguir su ejemplo y preguntarnos qué haría Google WWGD (en sus siglas en inglés). Pues Google ha creado una red más grande de distribución de publicidad sobre los contenidos que no necesita poseer. Nosotros debe-mos hacer lo mismo.

Predigo que las empresas periodísticas que sobrevivan para 2020 estarán dentro de redes más grandes y eficientes. Colocarán la publicidad no sólo en el contenido que generen, sino en el contenido que otros produzcan, y lo harán en mayor volumen. Esto quiere decir que necesitan animar a otros a elaborar un contenido de mayor calidad. Sostengo que éste es el reto estratégico clave para los periódicos: cómo recopilar más y producir menos, cómo permitir a otros que creen más contenidos para que construyan una red mayor alrededor de ellos. Esto reduce nuestros costes a la vez que aumenta el contenido para nuestras comunidades. También reduce el gasto mientras que se incrementan nuestras posibilidades gananciales.
Así que nos convertimos en redes de contenido y en creadores de contenido. Para 2020, muchas de las coberturas de las noticias no las realizarán trabajadores de nuestras empresas. Muchas de ellas las harán profesionales, gente que convierte el periodismo en una forma de vida. Muchos de ellos serán independientes. Por todo el mundo veo periodistas que dejan sus trabajos y empiezan nuevas empresas periodísticas, y muchos comienzan a tener beneficios económicos. Y también veo recién llegados que montan sus propias empresas.

En la primera semana del curso en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Nueva York, asusté a mis estudiantes, quizá demasiado, al señalarles todos los retos que encara el negocio del periodismo. Un estudiante se sujetó la cabeza con las manos y se lamentó: “He cometido un terrible error”. Pero a la siguiente semana, les saqué del precipicio cuando subrayamos todas las oportunidades que tenemos para reunir y compartir noticias. Los estudiantes comenzaron a apoyar la idea de que les gustaría trabajar de forma independiente, no sólo como freelance sino también como propietarios de su minimedia.

Este otoño, doy clases de periodismo empresarial en las que los estudiantes elaboran planes para nuevos productos y negocios periodísticos que puedan sostenerse. Por tanto, algunos periodistas serán empleados; otros, agentes independientes. Y, sí, algunos recopiladores de noticias serán amateurs: blogueros, vlogeros y lo que sea que venga después. Cuanto más podamos fomentar esto, mejor nos irá. Entonces, ¿por qué no entregar grabadoras para permitir a los ciudadanos que difundan (más que crear un podcast) las reuniones de sus gobiernos locales? Organicemos nuestras comunidades para recoger la información que una redacción no puede recopilar por sí misma (véase el experimento de Jay Rosen, NewAssigment.net, sobre la información creada por múltiples fuentes). Ya lo hemos visto en marcha en Bild, con sus miles de ciudadanos reporteros, armados de móviles con cámara.

Pero hay otras capas de información que no forman parte del reporterismo clásico: bases de datos de delitos o las notas de los exámenes del colegio; comunidades de críticos que se ayudan unos a otros a encontrar las películas que quieren ver; padres que comparten resultados y fotos y videos de competiciones deportivas; negocios locales que crean ricos directorios; ciudadanos que marcan en mapas los puntos donde las calles se han inundado y así, uno tras otro.

En 2020, me imagino que habrá una red más numerosa de gente que informará, y el valor que nosotros añadimos es organizarles y permitirles el trabajo: promovemos sus contenidos y vendemos publicidad en ellos. Los educamos (y ellos a nosotros). Moderamos el debate. Encontramos a los mejores y más fiables practicantes. Y, por supuesto, añadimos periodismo, unido al reporterismo, a la investigación y a la edición que siempre necesitaremos. Cuanto más incrementemos el valor de la red, más crecerá el valor de sus miembros.

Recopilamos noticias de nuevas formas y las compartimos de nuevas maneras. Nos convertiremos en omnimedia, y al final seremos capaces de elegir el mejor medio para contar y enseñar historias. Pero detrás hay un cambio más fundamental y perjudicial: los medios se están atomizando, están hiperdistribuidos, se están convirtiendo en herramientas, en bases de datos, en archivos API y en enlaces.

Preguntemos otra vez: ¿qué haría Google? Éste no depende de que nosotros acudamos a Google.com. Google viene a nosotros. La publicidad de Google en mi blog me hace parte de su red, y difundo Google cada vez que coloco en mi página un video de YouTube o un mapa de Google. Las ideas de la página y del sitio Web se empiezan a colapsar.

Ésta es la razón por la que Nielsen dejó de contar en Estados Unidos las visitas a las páginas, porque cada una puede ser infinitamente profunda, pues su contenido se renueva constantemente. Cada contenido se puede convertir en una herramienta que se muestra en cualquier lugar. Éste es el futuro de la distribución.

Hace unas semanas comí con el director de un periódico y con mi hijo de 15 años, webmaster y programador de Facebook. El director rechazaba el valor de Digg, el útil servicio Web de intercambio de contenidos. Pero en ese momento resulta que mi hijo, aburrido de la conversación, estaba consultando Digg en su iPhone (comprado con los frutos de su trabajo como programador en Facebook). Explicó al director que si quiere leer una página nunca acude a ella directamente ?ni siquiera a las grandes páginas de noticias, ni a los blogs (ni al de su padre). Lo que lee ?y aquí están las buenas noticias: lee mucho? lo localiza a través de los enlaces de sus colegas. Debemos situarnos por tanto donde él está. Tenemos que estar hiperdistribuidos.

Por tanto, la arquitectura de las noticias y de los medios está cambiando tanto que es demasiado compleja, y hay que tener una mentalidad bloguera para poder predecir qué ocurrirá.

¿Quién es el mejor para llevarnos hasta allí? Ninguna regla dice quiénes serán los beneficiados: los periódicos de hoy. Si estos productos, marcas y compañías quieren sobrevivir en los próximos 13 años, deben renovarse hoy, llevando ?no siguiendo? a sus lectores y anunciantes a un nuevo universo. Deben repensar y reinventar su servicios ?y el propio periodismo? para explotar su nueva arquitectura de medios y noticias. Su ventaja nace del control que tienen sobre el contenido, y la distribución tendrá cada vez menos sentido. Sus negocios pierden valor a medida que baja la tirada y la publicidad. Sus medios pierden valor a medida que disminuye la confianza (un estudio reciente de Pew dice que 53% de los americanos cree que en muchas ocasiones los reportajes no son precisos).

Los nuevos competidores tienen la ventaja de trabajar con más destreza, sin la carga de una infraestructura y con un entendimiento ?no temor? más entusiasta de las nuevas oportunidades que ofrece la tecnología.

Tristemente, no veo la suficiente innovación en las compañías ya establecidas; sigo escuchando estrategias de defensa y protección contra el cambio en vez de apoyarlo. Pero necesariamente no tiene que ser la tendencia. Los estudiantes a los que enseño piensan de forma independiente y con imaginación. Es lo que me da esperanza. Deben repensar su papel en una nueva arquitectura de la red de noticias. No sólo deben informar ?algo que tienen que hacer?, sino también permitir al público que recopile y comparta noticias. Necesitan incorporar el rol de una comunidad de organizadores, moderadores y educadores.

Para 2020, soy firmemente optimista en que tendremos más periodismo: más información y apertura, más eficacia en la industria, aventuras periodísticas más sostenibles. No lo tendremos si mantenemos la idea de que las noticias le pueden o deben pertenecer a una organización o si nos definimos a nosotros mismos por un único medio. Los periódicos sólo sobrevivirán y prosperarán si se unen a una red de noticias mayor y más abierta.

(http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=611)

miércoles, junio 24, 2009

Regalar juguetes para vender comida basura: ¿es lícito?

Margarita Lázaro
(SOITU.ES)

"Sólo hasta el 2 de julio dos juguetes en cada Happy Meal por el mismo precio". No todos los niños se resistirán a este eslogan. Es la última promoción de McDonald's orientada a los más pequeños de la casa. Empieza hoy. Con cada menú infantil la cadena regala dos juguetes y un extra: alrededor de 500 calorías, lo que aportan la hamburguesa, patatas fritas, el refresco y el postre que componen el menú.

La cadena de comida rápida más famosa del mundo no es la única que regala juguetes con sus alimentos infantiles para atraer a los niños. Lo mismo hace Burger King, donde "en cada Diverking hay un transformer oculto". Hay ocho en total. Así que si se quiere hacer la colección completa no queda más remedio que comerse ocho menús con un contenido y un valor nutricional muy similar al de su competencia directa en un plazo de 37 días, lo que dura la promoción. Otro ejemplo es el de Telepizza. Con cada compra, los niños acumulan puntos como miembros de 'la tribu' para luego canjearlos por juegos.

Podríamos seguir dando ejemplos de regalos vinculados con comida 'basura', pero ésa no es la cuestión. La cuestión es saber si es lícito utilizar este tipo de promociones para ganase el estómago de los más pequeños. Sobre todo teniendo en cuenta que se quieren vender son productos conocidos como 'comida basura' —ricos en grasas y calorías— en una sociedad donde la obesidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se ha convertido en la epidemia del siglo XXI. Y donde preocupa especialmente su aumento entre los niños. Según un estudio de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), más del 30% de los menores españoles son obesos o tienen sobrepeso.

¿Deberían prohibirse entonces este tipo de promociones? Brasil ya tiene la respuesta y es que sí. Según su fiscal federal Marcio Schusterschitz da Silva Araújo, estas ofertas alientan a los niños a comprar comida con alto contenido en grasa. "El juguete adquirido con la comida, antes o después se perderá, pero los hábitos alimenticios o las consecuencias del consumo de la comida con exceso de grasa o azúcares tienden a persistir", asegura. Es por eso que el pasado 15 de junio pidió que se prohíba a McDonald's, Burger King y la cadena brasileña Bob, regalar juguetes con la comida. La decisión está ahora en manos del juez.

En España no existe ningún tipo de normativa que prohíba regalar juguetes con estos alimentos y según asegura la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESA) tampoco la va a haber. Lo más parecido es el Código Paos, elaborado en 2005 y enmarcado dentro de la estrategia NAOS, cuyo objetivo es "disminuir la prevalencia de obesidad y sobrepeso y sus consecuencias". Este Código, aprobado por el 97% de los anunciantes, establece una serie de recomendaciones a seguir en la elaboración de campañas publicitarias dirigidas a menores de 12 años.

Y se refiere a menores de 12 porque "cuanto menor es la edad del público al que se dirige el anuncio, mayor es su credulidad y vulnerabilidad". Así los anuncios no pueden inducir a error sobre la adquisición de fortaleza, status, popularidad, crecimiento, habilidad o inteligencia. Tampoco pueden sugerir que un padre sea mejor si compra un alimento o que adquiriéndolo el menor obtenga mayor aceptación entre sus amigos. Ni siquiera se acepta que un personaje famoso promocione este tipo de productos.

El cambio puede estar cerca

Tampoco en el resto del mundo hay nada parecido. O al menos por el momento. Aunque sí se ha puesto en marcha un intento de elaborar un conjunto de recomendaciones sobre la comercialización de alimentos y bebidas no alcohólicas dirigida a niños y niñas. En marzo de 2008 Consumers International (CI) y la organización Internacional Obesity Task Force (IOTF), avalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), iniciaron el proyecto Junk Food Generation para hacer frente a la creciente obesidad infantil.

El Código de Comercialización Internacional de Alimentos para Niños, incluido dentro de éste, "pretende proteger a generaciones presentes y futuras frente a las consecuencias dañinas para la salud y socioeconómicas de la ingesta de alimentos hipercalóricos, muy poco nutritivos, ricos en grasas, azúcares o sal, y fomentar una comercialización responsable dirigida a los niños y las niñas". Y entre sus recomendaciones, el Código habla de prohibir "la inclusión de regalos gratis, juguetes o artículos coleccionables que puedan atraer a niñas y niños" (artículo 6, apartado h). Este mes la OMS comenzó las consultas entre sus países miembros para decidir si debe ser o no aprobar el Código. Terminarán en agosto.

Curiosamente la única medida relativa a alimentos y obsequios que hay en la Unión Europea es una directiva aprobada en diciembre de 2008 en la que se prohíben los productos en los que haya un juguete dentro que no esté embalado. Pero la medida no tiene como fin evitar el aumento de la obesidad, su objetivo es mejorar la seguridad de los niños.

¿Y tú qué opinas? ¿Deberían prohibirse este tipo de regalos? ¿Son lícitas estas promociones? ¿Es necesario llevar a cabo una iniciativa como la de Brasil?¿O es exagerada su postura?

(http://www.soitu.es/soitu/2009/06/23/actualidad/1245776007_093994.html)

lunes, junio 22, 2009

Respeto a todo ser, a la Madre Tierra

Leonardo Boff

teólogo brasileño


Si reconocemos, como los pueblos originarios y muchos científicos modernos, que la Tierra es Gaia, Madre generosa, generadora de toda la vida, entonces debemos darle el mismo respeto y veneración que profesamos a nuestras madres. La crisis ecológica mundial deriva en buena parte de la sistemática falta de respeto a la naturaleza y a la Tierra.

Respeto
implica reconocer que cada ser tiene valor por sí mismo, por el mero hecho de existir y que, al existir, expresa algo del Ser y de aquella Fuente originaria de energía y de virtualidades de la cual todos provenimos y a la cual todos retornamos (vacío cuántico). En una perspectiva religiosa, cada ser expresa al propio Creador.


Al captar a los seres como valor intrínseco, surge en nosotros el sentimiento de cuidado y de responsabilidad hacia ellos, a fin de que puedan continuar existiendo y coevolucionando.

Las culturas originarias dan testimonio de la veneración ante la majestad del universo, el respeto por la naturaleza y por cada uno de sus representantes.

El budismo, que no se presenta como una fe sino como una sabiduría, un camino de vida en armonía con el Todo, enseña a tener un profundo respeto, especialmente por aquel que sufre (compasión). Desarrolló el Feng Shui que es el arte de armonizar la casa y a uno mismo con todos los elementos de la naturaleza y con el Tao.

El cristianismo conoce la figura ejemplar de san Francisco de Asís (1181-1226). Su más antiguo biógrafo, Tomás de Celano (1229) manifiesta que andaba con respeto sobre las piedras en atención de aquel, Cristo, que fue llamado «piedra»; recogía con cariño las babosas para que no fueran pisadas, y en el invierno daba agua dulce a las abejas para que no muriesen de frío y de hambre.

Aquí se nos presenta otro modo de habitar el mundo, junto con las cosas, conviviendo con ellas, y no sobre las cosas, dominándolas.

Enormemente actual es la figura del humanista Albert Schweitzer (1875-1965). Elaboró una grandiosa ética del respeto a todo ser y a la vida en todas sus formas. Era un gran exegeta y famoso concertista de la música de Bach. En un momento de su vida, dejó todo, estudió medicina y se fue a servir a los leprosos (es más sencillo) en Lambarene (Gabón).

En una carta dice explícitamente que «lo que necesitamos no es enviar allí misioneros para convertir a los africanos, sino personas dispuestas a hacer con los pobres lo que hay que hacer, si es que el Sermón de la Montaña y las palabras de Jesús tienen algún valor. Si el Cristianismo no realiza esto, perdería su sentido».

En su hospital en el interior de la selva tropical, en Lambarene, entre una atención y otra, entre consulta y consulta, escribió varios libros sobre la ética del respeto, siendo el principal éste: El respeto ante la vida (Ehrfurcht vor dem Leben) .

Bien decía él: «la idea-clave del bien consiste en conservar la vida, desarrollarla y elevarla a su máximo valor; el mal consiste en destruir la vida, perjudicarla e impedir que se desarrolle. Este es el principio necesario, universal y absoluto de la ética».

Para él, la limitación de las éticas vigentes consiste en concentrarse solamente en los comportamientos humanos y olvidarse de las otras formas de vida. En una palabra: «la ética es la responsabilidad ilimitada por todo lo que existe y vive».

De aquí se derivan comportamientos de gran compasión y cuidado. En una predicación decía: «Mantén los ojos abiertos para no perder la ocasión de ser un salvador. No pases de largo, inconsciente del pequeño insecto que se debate en el agua y corre peligro de ahogarse. Busca un palito y sácalo del agua, sécale las alitas y experimenta la maravilla de haber salvado una vida y la felicidad de haber obrado a cargo y en nombre del Todopoderoso. La lombriz perdida en la calle dura y seca y que no puede hacer su agujero, quítala y ponla en medio de la hierba. ‘Lo que hayáis hecho a uno de estos más pequeños es a mi a quien lo hicisteis’. Estas palabras de Jesús no valen solamente para nosotros los humanos sino también para las más pequeñas criaturas».

Esta ética del respeto es categórica en el momento actual en que la Madre Tierra se encuentra bajo un peligroso estrés.

lunes, junio 01, 2009

“Las amenazas a la democracia no vienen del populismo sino del neoliberalismo”

Leonardo Moledo y Nicolás Olsevicki
Página 12.

El populismo ha estado cargado de connotaciones negativas, pero para Laclau el populismo no es un movimiento que baje directamente del líder hacia el pueblo sino, a menudo, todo lo contrario, y puede convertirse en una opción genuinamente progresista para América latina. Dialogo con Ernesto Laclau, teórico político, autor de La Razón Populista

–¿Qué representa para usted el populismo? ¿Qué es? ¿Qué papel juega en la transformación social? Porque es un movimiento que se asocia, generalmente, a lo irracional. Y es muy criticado desde las posturas más clásicas de la izquierda.

–Bueno, le voy a dar, para comenzar, un ejemplo. Supongamos que en una localidad hay un grupo de gente que le pide a la municipalidad que cree una línea de ómnibus para llevarlos desde el lugar donde viven al lugar donde trabajan. Supongamos, también, que la demanda no es satisfecha, con lo cual se genera una frustración. Si esa gente empieza a ver que alrededor de ellos hay una serie de otras demandas que tampoco son satisfechas (con respecto a la salud, a la escolaridad, a la seguridad, por ejemplo), entre todas esas demandas insatisfechas se empieza a crear una cierta solidaridad, y se empieza a ver que hay una especie de distancia entre el espacio en el cual se generan las demandas populares y el poder. Ese tipo de distancia empieza a crear una especie de división en el campo social entre el poder y el ámbito popular. Es decir: empezó a surgir el clima donde el populismo puede emerger.

–No está basado en relaciones de clase...

–No, o por lo menos no necesariamente. Está basado en una cantidad de demandas insatisfechas que se articulan espontáneamente de determinada manera. En cierto momento la gente empieza a advertir que entre todas las demandas insatisfechas se establece lo que yo llamo en mi teoría una “cadena de equivalencias”, porque todas ellas expresan un cierto rechazo respecto de un sistema. Ahí es donde se crean las bases para el populismo, la existencia de un pueblo que se enfrenta al poder establecido.

–Si la demanda es esa línea de ómnibus, y se puede articular con otras demandas parecidas, ¿por qué tenemos que pensar que es algo antisistema y no movilizador del sistema? En el sentido en que el sistema tendría que funcionar de todas maneras...

–Eso no determina cuál va a ser la naturaleza del enemigo. El populismo no es en sí ni malo ni bueno: puede avanzar en una dirección fascista o puede avanzar en una dirección de izquierda. El maoísmo, por ejemplo, fue un movimiento populista en el cual las masas de China, que estaban desorganizadas por la invasión japonesa, consiguen una expresión a través del Partido Comunista. Pero también fue populista el fascismo italiano. Otra vez: el populismo no es ni bueno ni malo: es el efecto de construir el escenario político sobre la base de una división de la sociedad en dos campos.

–¿Pero cómo puede ser un elemento de la acción política, si no es ni bueno ni malo?

–La acción política tiene siempre lugar entre dos polos: el institucionalismo y el populismo. El institucionalismo es la absorción individual de las demandas por parte de un sistema que impide que se cree la cadena de equivalencias. Ese es el caso de Disraeli en la Inglaterra del siglo XIX. El decía: “La sociedad inglesa está completamente dividida en dos campos, y si seguimos así vamos a acabar todos como Luis XVI. Lo que hay que hacer, cuando hay dos naciones, es crear una nación. Ahora bien: ¿cómo crear una nación? Sobre la base de la absorción individual de las demandas”. Toda la teoría política del torismo inglés estaba basada en la creación de una sola nación mediante la absorción individual de las demandas, impidiendo que se crearan cadenas equivalenciales que dividieran a la sociedad en dos campos. Toda esta ideología después pasa a la idea del Estado de Bienestar: absorber demandas para que no haya puntos de ruptura en la sociedad. Era el reemplazo de la política por la administración. La sociedad iba a ser dirigida de un modo administrativo sin que hubiera ningún punto de ruptura política. Ese era el lema que en el siglo XIX proclamaba Saint-Simon: hay que pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas.

–Digamos que si reemplazamos la palabrita “administración” por “gestión”, eso tiene connotaciones bien actuales en la Ciudad de Buenos Aires...

–Sí. Ese fue el lema de todo el positivismo: en la bandera brasileña, aún hoy, el lema es “Orden y progreso”. Les doy un ejemplo opuesto: si pensamos en el fenómeno de Solidaridad en Polonia, aparece lo contrario. Al principio, las demandas eran muy individualizadas: eran los obreros de los astilleros Lenin que pedían determinadas cosas muy puntuales. Como esas demandas y esos símbolos se plantean en una sociedad en las cuales muchas demandas no están siendo satisfechas, empiezan a ser los símbolos de una totalidad social.

–Y comienza a formarse la cadena de equivalencias. ¿Qué es exactamente esa cadena?

–Pongo un ejemplo: si hay demandas con respecto a transporte, a vivienda, a seguridad, a educación, la gente empieza a percibir que entre todas esas demandas hay una cierta solidaridad, porque todas se refieren a algo que no es satisfecho. Lo que se necesita después es que toda esa cadena se cristalice en determinado símbolo...

–¿Por ejemplo?

–Perón. Esa forma de cristalización es, por un lado, lo que llamo un significante hegemónico. Hegemonía quiere decir que una cierta particularidad, en determinado momento, asume el rol de algo mucho más amplio de lo que la particularidad originaria representaba. Del otro lado, tiende a ser un significante vacío, puesto que para representar la totalidad de la cadena debe romper sus vínculos con la particularidad originaria (y entonces representa algo que la rebasa ampliamente). Cuando se da ese juego, por el cual ciertos significantes pasan a ser hegemónicos y vacíos, tenemos populismo.

–¿Y eso no se parece un poco al bonapartismo?

–Digamos que el bonapartismo es una de las formas posibles de eso, pero el fenómeno es mucho más amplio.

–¿Cómo se da el paso de la cadena de equivalencias a esa cristalización, ese paso de la particularidad a la universalidad?

–Bueno, es una transición que no tiene por qué ser lógica y que depende de muchos avatares históricos. A la cuestión de si hay algo en el significante originario que lo lleva a ser el punto de confluencia de todas las demandas, la respuesta es que no. Muchos significantes pueden actuar así. Como decíamos antes: podemos llegar a tener un populismo fascista, un populismo de izquierda...

–¿Y el peronismo qué tipo de populismo fue? ¿Un populismo fascista? ¿Un populismo de izquierda?

–Definitivamente no fue un populismo fascista... fue un populismo que se volcó hacia la izquierda en el proceso de devenir central. Si pensamos en el peronismo de los años ‘60 en la Argentina, ahí hay cada vez más cantidad de demandas insatisfechas. Y de otro lado, el significante del retorno de Perón adquiere una centralidad cada vez mayor. Eso no tuvo nada que ver con un populismo de tipo fascista.

–Bueno, en esa etapa no. Pero en un primer momento parecería ser que sí, que lo que hacía y lo que proponía era muy similar a lo de Disraeli.

–Yo no lo veo para nada así. En primer lugar, Perón produjo un discurso en el cual él no estaba en contra de la lucha de clases. Cuando hablaba de “Braden o Perón”, lo que trataba de hacer era dividir a la sociedad en dos campos y, por lo tanto, hacía lo opuesto de Disraeli: en lugar de difuminar las fronteras internas, las creaba. Hay que pensar cómo funcionaba un sistema político en la Argentina en los años anteriores al peronismo: era absolutamente clientelista, todo se resolvía por las mediaciones de los punteros. Había, entonces, demandas que eran completamente individualizadas: no era un sistema como el de Disraeli, porque no se trataba de un clientelismo burocrático sino de un clientelismo clientelista, de un clientelismo de bases. Entre la demanda de la mujer que quería que atendieran primera a su hija en un hospital y la demanda de un hombre para casar rápido a su hijo no se formaba ninguna cadena equivalencial. Todo se resolvía a nivel local, por los punteros y los caudillos. El sistema funcionaba relativamente bien hasta 1930, cuando viene la crisis. En ese momento, las demandas que llegaban desde la base no podían ser satisfechas por el sistema institucional. Ahí se da una situación prepopulista, porque empieza a haber demandas insatisfechas por un lado y un aparato que no las puede absorber. En ese momento, a cierta altura, alguien de afuera del sistema empieza a interpelar a esos sectores de abajo por afuera de todo el sistema institucional. Ese es el origen del peronismo. Yo veo al peronismo como algo que creó un discurso de la ruptura interna de lo social, no como un discurso de la absorción individual de las demandas. Después empezaron a crear un sistema en donde esas demandas sí pudieran ser resueltas. Pero ese espacio que construyeron se daba siempre en oposición: en oposición a la oligarquía, al poder, a Estados Unidos. La mayor ruptura se da en esos años. Después empieza la gran apuesta, que es lo que viene después del ‘55. El argumento de la oligarquía restaurada sí era parecido al de Disraeli: absorber demandas individuales para que no se formaran las cadenas equivalenciales.

–¿Y por qué fracasó ese proyecto?

–Por muchas razones. Porque las inversiones extranjeras no representaron la fuente de desarrollo económico que se pensaba que iban a representar. Por el poder de la oligarquía ganadera en Argentina, que todavía están por acá dando vueltas y que exigían continuas devaluaciones. Faustino Fano, el presidente de la Sociedad Rural Argentina en 1960, usaba una palabra en todos sus comunicados que funcionaba como clave. Decía que los productores rurales se sentían “desalentados”. Cuando la gente leía eso en un comunicado, inmediatamente sabía que había que comprar dólares, porque sabía que lo que se pedía era una devaluación. Si la devaluación no se producía, el Ejército sacaba los tanques a la calle. Que el Ejército saque los tanques a la calle para imponer decisiones a un gobierno elegido democráticamente (al cual se supone que está subordinado) es lo que en cualquier país del mundo se llamaría “golpe de Estado”. Acá se llamaba “inquietud de las Fuerzas Armadas”. Al final, el juego semiológico había llegado a ser tan obvio que un día Fano salía del despacho presidencial y los periodistas le preguntaron: “¿Va a usar en su comunicado la palabra ‘desalentado’?”. El contestó: “Todavía no, pero dentro de una semana la vamos a usar si el gobierno no toma medidas”. Piensen que Frondizi, en efecto, sufrió 14 semigolpes de Estado.

–Ahora no sale el Ejército, los mismos ruralistas cortan las rutas.

–Sí, claro. Esas fuerzas no han dejado de existir, pero las podemos combatir mejor hoy en día. Aunque tienen un poder de convocatoria tremenda.

–¿Usted nota un proceso de derechización muy fuerte en la sociedad argentina?

–Creo lo contrario. Por un lado, a nivel del poder, se está evidentemente en una situación defensiva muy fuerte. Por otro lado, el poder popular se ha incrementado. Los Kirchner han representado un cambio importante desde esa perspectiva.

–Aparte en este momento, en Latinoamérica, hay una serie de gobiernos que se podrían denominar populistas de izquierda...

–Yo creo que este proceso habría que verlo en una secuencia histórica más amplia. Tradicionalmente, la democracia y el liberalismo no se dieron juntos. A principios del siglo XIX, la democracia era un término peyorativo, mientras que el liberalismo estaba perfectamente bien visto. Se requirió todo un largo proceso de revoluciones y reacciones para que liberal-democrático pasara a ser una unidad aceptada. Yo creo que en América Latina esa unificación nunca se dio. En primer lugar, el liberalismo fue la forma en que las oligarquías tradicionales organizaron la sociedad en la segunda mitad del siglo XIX. Esos regímenes eran liberales pero no eran democráticos en absoluto. Las demandas populares de los nuevos sectores a partir de comienzos del siglo XX empiezan a cristalizarse de maneras no liberales, como, por ejemplo, a través de las dictaduras nacionalistas. Entre liberalismo y democracia no se dio ningún tipo de articulación. Creo que en los últimos 30 años, después de las dictaduras más horripilantes que golpearon tanto la tradición liberal democrática, la base de esta unión empieza a ser plausible. Creo que hoy ya es evidente que ningún movimiento nacional y popular puede poner en cuestión las formas democráticas.

–¿Y se está formando una unión entre lo nacional popular y lo democrático como se formó en Europa y Estados Unidos entre lo liberal y lo democrático?

–Creo que estamos avanzando hacia ello. La gente muchas veces me pregunta si no creo que el populismo es una amenaza a la democracia. Yo creo que las amenazas a la democracia en América latina nunca han venido del populismo sino del neoliberalismo.

–Y una vez que estén dadas las condiciones para que emerja el populismo, ¿de qué depende que se oriente hacia la izquierda o hacia la derecha?

–Es que no es que primero se dé el populismo y luego se oriente hacia la izquierda o hacia la derecha. Las dos cosas se dan desde el comienzo mismo. Lo que sí se da es que a veces los movimientos comienzan de manera ambigua. Pongamos por ejemplo el caso del fascismo italiano: Mussolini era socialista originalmente. Lo que empieza a ocurrir es que después de la Primera Guerra Mundial la gente empieza a percibir que todo el orden institucional es un sistema que se está desintegrando, y que se necesita una refundación del sistema político. Es frecuente que la gente, en una situación de desorden generalizado, se sienta amenazada y demande un cierto orden. Cuál va a ser el contenido de ese orden es una consideración secundaria, en la medida en que haya un cierto orden.

–Esta manera de ver las cosas... ¿No nos hace depender demasiado de la figura del líder que aglutina las demandas?

–Yo no creo que el líder tenga ese tipo de centralidad. Si bien es cierto que la aglutinación de demandas depende un poco de la figura del líder, también es cierto que el ascenso de un líder (y no de otro) depende de las demandas que están en la base. Por un lado, los gobernantes se transforman en el símbolo de los gobernados, pero por otro lado los gobernados crean las bases para la constitución de este líder. Esto tiene que ver con la teoría freudiana de la distancia entre el “yo” y el “yo ideal”. El “yo ideal” es la figura del líder: si los particulares son débiles, el “yo ideal” ocupará un papel más central. Pero en otras circunstancias, la distancia entre el “yo” y el “yo ideal” no es tan grande, y entonces es un hermano el que ocupa el lugar del padre. Yo siempre tengo desconfianza de las teorías que hablan del “líder manipulador”. Porque para manipular a alguien, ese alguien tiene que dejarse manipular. Y muchas veces la acción del supuesto manipulado sobre el manipulador es una gran parte del proceso.

–Cuando uno piensa en el gran proceso de marginalización que se dio en Inglaterra, con los cerramientos, es inevitable pensar que toda esa gente pobre que era lanzada a los caminos iba a convertirse, sin siquiera imaginarlo, en la base de lo que iba a ser la Revolución Industrial. El proceso de marginalización que se está dando ahora: ¿puede ser parte de un proceso más grande, como la marginalización esa fue parte de la Revolución Industrial?

–Aquí lo que se está dando es una terciarización, por lo cual no parece haber ninguna forma obvia o equivalente a lo que fue la Revolución Industrial. La identidad de obrero industrial ya no es tan central ahora: estamos ante otro tipo de sociedad. El vínculo económico no tiene la misma importancia que tenía en la época de Marx. Yo creo que la forma de recomposición social no va a estar dada por la estructura económica simplemente, sino que va a estar dada por algún tipo de forma política.

–¿Cómo sería eso?

–Es lo que empezó a intuir Gramsci. La heterogeneidad social, según él, es un mundo que sólo puede reconstituirse a través de la hegemonía, es decir, de la acción política.

–En Hegemonía y estrategia socialista usted habla de “radicalizar la democracia”. ¿Por qué tenemos que radicalizar la democracia?

–Para vivir en un mundo mejor.

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