viernes, febrero 11, 2011

Facebook y Twitter no son un juego

Abdeslam Baraka
Analista político internacional

Facebook no es un juego. Es un medio de comunicación que trasciende fronteras pero no está dicho que suplante la legalidad nacional o internacional, relativa a las libertades públicas y derechos de asociación y de expresión. Optar por medios similares para difundir su mensaje, es y será útil y eficaz, siempre y cuando dicho mensaje se arrime a principios y reglas de derecho.

Antes que el Facebook y Twitter y otras fórmulas de comunicación más o menos conocidas. Hubo en su momento la radio, que revolucionó los métodos de comunicación de masas y más adelante, fueron la televisión y las imágenes en directo quienes acapararon el interés del público. Por las circunstancias de la época, esos medios fueron utilizados como herramientas de propaganda sobre las poblaciones, por parte de los gobiernos y organizaciones con capacidad técnica y financiera. La gran revolución mediática consiste en que el poder de comunicación puede ser individual a través del móvil, el SMS y sobre todo de la red, incluyendo el mensaje audio-visual, sin apenas coste alguno. Basta con un ordenador o un Smartphone y una conexión Internet para integrar un mundo globalizado receptor, difundir su mensaje y crear su propio grupo o movimiento.

Es prematuro juzgar esta situación, pero es obvio que se plantea de manera muy seria el futuro de las reglas democráticas clásicas, que han prevalecido hasta el momento. Lo más llamativo es el hecho de desconocer la autoridad a la que responden estas redes sociales, su “línea editorial” y sobre todo la manera de hacer prevalecer unos derechos individuales o colectivos en caso de manipulación o agravio. El derecho internacional vigente parece a todas luces, rebasado por las nuevas tecnologías; la legalidad nacional aún más.

En España, se recuerda el impacto del famoso SMS “pásalo”. Por otra parte la simpatía hacia la revolución de la rosas en Georgia, fue el hecho de las televisiones occidentales. De igual modo el movimiento naranja en Ucrania, se benefició de la misma cobertura mediática. La libertad y el poder del pueblo fueron siempre los eslóganes de estas protestas y a veces revueltas, más o menos espontáneas. Años más tarde, las cosas no parecen haber cambiando substancialmente para esos pueblos que se rebelaron contra una situación dada. No pretendo con ello quitar legitimidad alguna a los sobresaltos populares; todo lo contrario, pero eso sí, apunto hacia los riesgos de desvío de sentimientos populares legítimos por un sistema que no duda en disfrazarse y adaptarse con tal de mantener el poder, cualquiera que sean las circunstancias.

Últimamente hemos asistido a la revolución del jazmín en Túnez. Actualmente la atención está acaparada por el movimiento de la "generación Facebook" de Egipto, que corre el riesgo de tener repercusiones internacionales impredecibles. Estos movimientos y otros, merecen respeto y consideración pero no dejan de tener cierta analogía con movimientos precedentes que terminaron por volver al mismo sistema prevaleciente e injusto que padece el mismo Occidente: Un sistema económico ultra-liberal salvaje que se acapara la fuerza de trabajo, la creatividad y el progreso en beneficio de una minoría mercantilista y oportunista, generalmente próxima al poder político.

Sigo creyendo en un liberalismo que de las mismas oportunidades a todos y en donde el Estado siga ejerciendo sus funciones sociales y reguladoras. Pero de ningún modo se puede aceptar que el liberalismo, compañero de ruta imprescindible de la democracia, se transforme en una estafa hacia el pueblo trabajador y productor importante de riqueza.

Es hora de que las nuevas tecnologías sirvan para concienciar a los pueblos. Es posible utilizar los mismos medios que los manipuladores para inmunizarnos contra las estafas políticas y estratégicas de los poderes predominantes. Si estamos frente a un complot de especuladores y sanguijuelas sin sentimientos ni consciencia, Facebook y Twitter pueden servir igualmente la causa de los desfavorecidos.

Hoy parece que Occidente defiende, con razón, la libertad de estos nuevos medios de comunicación. Esperemos a ver, en los próximos tiempos si se mantiene la misma determinación cuando la rebeldía frente a un sistema globalizado injusto y empobrecedor en masa, se manifieste en países occidentales. Desde la ribera sur del mediterráneo, no hay duda de que se apoya la libertad de comunicación y de expresión por todos los medios disponibles.

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.

martes, febrero 08, 2011

Lo importante es el “SÍ”

www.pastoralsj.org

Hay quien piensa que la religión es una sucesión de “noes”. No hagas esto, no elijas esto, no se puede pensar de esta manera… Entonces, parece que seguir a Jesús es ir renunciando a muchas posibilidades, ir cerrándose puertas, ir poniéndose frenos que otros, que no comparten la misma fe, no parecen tener. Pero esa visión es muy triste, e irreal. Porque lo importante, en la fe, en el evangelio, y en la pasión por Dios, es el “sí”. Es lo que abrazamos, lo que nos seduce, lo que apasiona, llena de ilusión o pone un horizonte. De esto se trata…

1. Afirmaciones

Yo te amo, señor mi fortaleza. Mi roca mi baluarte, mi liberador. Tu eres la peña en que me amparo. Mi escudo y mi fuerza, mi salvador (Sal 18)

Decir que “sí” a Jesús, a su evangelio, a la fe… es decir muchos “síes”. Es elegir una forma de amor que merece la pena: fiel, luchador, generoso, buscador… Es fijar los ojos -y el corazón- en Jesús de Nazaret, para aprender de él en qué consiste ser persona, y cuántas posibilidades tenemos. Es afirmar al prójimo, o lo que es lo mismo, aprender a disfrutar del valor de cada persona. Es encontrar mil posibilidades para llenar tus días. Es mirar al mundo y aprender a leer lo que ves, descubriendo en cada persona valores, capacidades y talentos que apuntan hacia Dios. Es optar por una forma de ser feliz.

¿Qué afirmo con mi fe?

¿Dónde encuentro pasión hoy en mi vivencia del evangelio?

Presencia

Todo lo llena tu presencia:

lo distante y lo próximo,

lo pequeño y lo grande,

el delicado nudo de los sueños.

El mundo es una larga huella tuya

y yo piso la tierra

desterrando el olvido.

(Cristina Maya)

2. ¿Renunciar?

“Y dejando al instante las redes, le siguieron” (Mc 1,18)

Entonces, ¿no hay “noes” en el seguimiento de Jesús? Pues no más (ni menos) que en otras opciones.

Es decir, en toda vida, al elegir unos caminos dejas atrás otros. Pero normalmente cuando dejas algo atrás, lo haces porque quieres con más intensidad lo que abrazas.

Mirar siempre a aquello de lo que uno prescinde es solo una forma de nostalgia, y únicamente revela que, de algún modo, falta la pasión por lo que vives. Pues bien, Dios, en verdad, apasiona.

El evangelio ilusiona. Jesús seduce.

La amistad, la comunidad, la posibilidad de encuentro, llena los días.

¿Qué he dejado atrás?

¿Qué es lo que me ha motivado (pues eso es lo que en verdad importa)?

Claro que no somos una pompa fúnebre...

Claro que no somos una pompa fúnebre,

a pesar de todas las lágrimas tragadas

estamos con la alegría de construir lo nuevo

y gozamos del día, de la noche

y hasta del cansancio

y recogemos risa en el viento alto.

Usamos el derecho a la alegría,

a encontrar el amor

en la tierra lejana

y sentirnos dichosos

por haber hallado compañero

y compartir el pan, el dolor y la cama.

Aunque nacimos para ser felices

nos vemos rodeados de tristeza y vainas,

de muertes y escondites forzados.

Huyendo como prófugos

vemos como nos nacen arrugas en la frente

y nos volvemos serios,

pero siempre por siempre

nos persigue la risa

amarrada también a los talones

y sabemos tirarnos una buena carcajada

y ser felices en la noche más honda y más cerrada

porque estamos construidos de una gran esperanza,

de un gran optimismo que nos lleva alcanzados

y andamos la victoria colgándonos del cuello,

sonando su cencerro cada vez más sonoro

y sabemos que nada puede pasar que nos detenga

porque somos semillas

y habitación de una sonrisa íntima

que explotará

ya pronto

en las caras

de todos.

(Gioconda Belli)

martes, febrero 01, 2011

Sentido de la comunicación en la era digital

Carlos Ayala Ramírez
director de radio YSUCA
El Salvador

Durante la fiesta de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas, el Papa Benedicto XVI dio a conocer el tema hilo conductor para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2011. En esta ocasión la temática es “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”. El mensaje comienza por la constatación de un hecho: la propagación de la comunicación a través de Internet con sus extraordinarias potencialidades y la complejidad de sus aplicaciones. Y en efecto, según datos difundidos por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU, por sus siglas en inglés), en la actualidad hay al menos tres celulares por cada cuatro personas en el mundo, mientras que 29% de la población (un poco más de 2,000 millones) es usuaria de Internet, sobre un total de 6,980 millones de habitantes que calculó la ONU el año pasado. Este hecho, según el mensaje, ha modificado no sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma y exige con creciente urgencia una seria reflexión sobre el sentido de la comunicación en la era digital. Para tal propósito nos propone los siguientes elementos de análisis:

En primer lugar, nos presenta un criterio de carácter ético señalando que las nuevas tecnologías de comunicación deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad entera. “Si esas tecnologías se usan con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano”, sostiene el mensaje del Papa. Este planteamiento hace referencia a una necesidad actual y con frecuencia descuidada: el carácter esencialmente humano de la comunicación. Una vez más debemos repetir que “el ser humano es el gran medio de comunicación, después vienen los medios”. Y la ética de la comunicación puede llevarnos a un paso más: no se trata sólo de buscar el bien de la persona considerada abstractamente, sino del bien de aquellos y aquellas cuya realidad y cuya palabra ha sido sometida a la inexistencia. Por eso, garantizar la centralidad de la persona en el uso de las nuevas tecnologías implica, por un lado, superar la brecha digital que todavía sigue existiendo entre grupos y naciones (las mayorías no tienen acceso a la red); y por otra parte, se hace necesario implementar reglamentaciones y autorregulaciones para evitar las conductas delictivas o contrarias a la dignidad humana.

La segunda reflexión del mensaje está relacionada con el acto de comunicar. “Transmitir información en el mundo digital significa cada vez más introducirla en una red social, en la que el conocimiento se comparte en el ámbito de intercambios personales. Se relativiza la distinción entre productor y el consumidor, y la comunicación ya no se reduce a un intercambio de datos, sino que se desea compartir”. Lo anterior es posible por las características propias que tiene Internet: es instantáneo, inmediato, mundial, descentralizado, interactivo, capaz de extender ilimitadamente sus contenidos y su alcance, flexible y adaptable en grado notable. Pero el mensaje también nos advierte de peligros sobre los cuales hay que estar vigilantes: “una interacción parcial, la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismos que suele llevar a la autocomplacencia”. Ciertamente Internet puede conectarnos con millones de personas sin que tengamos que encontrarnos con nadie. Se puede comprar, vender, realizar pagos, trabajar, pedir comida, etc. sin hablar con nadie. Por eso se afirma que el mundo virtual ha creado un nuevo hábitat para el ser humano, caracterizado por el encapsulamiento en uno mismo. Para superar este peligro el mensaje nos exhorta a “recordar siempre que el contacto virtual no puede y no debe sustituir el contacto humano directo, en todos los aspectos de nuestra vida”.

En tercer lugar, se reconoce que la red está contribuyendo al desarrollo de nuevas y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión común. En ese contexto, se invita a los hombres y mujeres de fe a comunicar el Evangelio en dicha plataforma. Y eso significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de él. En este aspecto el mensaje propone que “la proclamación del Evangelio implica una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia; una forma que evoca el estilo de Jesús resucitado cuando se hizo compañero de camino de los discípulos de Emaús (cf. Lc, 13-35)…”.

Ese estilo de Jesús ofrece grandes posibilidades para que la comunicación virtual sea una comunicación humanizadora, es decir, para que esté efectivamente al servicio de la comunicación, de la persona humana, de la verdad y de la solidaridad. Para que fomente la justicia y la paz, el crecimiento espiritual e intelectual, la participación ciudadana y el ejercicio de sus derechos, y la comprensión mutua entre pueblos y naciones. No está demás recordar que Internet también puede llevar a un mayor egocentrismo y a una mayor alienación, puede unir a la gente, pero también puede separar y enfrentar; ya se ha usado de modo agresivo, casi como un arma de guerra. De ahí que el mensaje propone un sentido distinto: “que la red no sea instrumento que reduce las personas a categorías, que intenta manipularlas emotivamente o que permite a los poderosos monopolizar las opiniones de los demás”. Por el contrario, se propone que la red tenga su contrapeso en la verdad, la autenticidad y la creación de relaciones positivas.

jueves, enero 27, 2011

La muerte del individuo

Jorge Majfud
Jacksonville University

El individuo virtual y sus identidades

Es un lugar común en nuestras instituciones las políticas para ahorrar papel reemplazándolo por archivos PDF, etc. Está claro que las tecnologías electrónicas han hecho posible no sólo una mayor democratización mundial de la información y de algunos medios digitales de producción sino que, además, han evitado que esa masiva popularización del acceso a la participación de la vida moderna (que fastidiaba a Ernest Renan en el siglo XIX y a Ortega y Gasset a principios del XX) no se traduzca en una catástrofe ecológica mayor de la que ya tenemos.

Sin embargo, este mundo virtual no es tan “environmentally friendly” (“amable con el ambiente”) como se pretende. Todo tiene un precio. Usando el correo electrónico ahorramos energía y evitamos una contaminación mayor que si enviásemos cartas de papel por correo postal. Pero seguramente en la era del correo tradicional no enviábamos ni recibíamos cientos de cartas por día.

Desde hace algunos años sabemos que hacer una brevísima investigación on line usando un buscador como Google emite tanto dióxido de carbono como al hervir una caldera. Consideramos que una búsqueda razonable emite 7 gramos de CO2, lo que más o menos se corresponde con la aclaración de Google que dice que cuando uno aprieta “search” solo se consume/libera 0.2 gramos.

Esta referencia ecológica puede ilustrarnos un problema semejante a nivel psicológico y social cada vez que consideramos la “nueva libertad” y las nuevas posibilidades de comunicación de los individuos por el mero hecho de estar conectados. Ya hemos escrito mucho sobre este punto y no vamos a repetir. Pero ahora me interesa molestar un poco más sobre el problema central de este fenómeno del individuo-conectado.

Hace unos días, mientras esperaba en un mall o centro comercial (lo que en español latinoamericano se dice “shopping center”, tan equivoco como la palabra “plaza” usada en Estados Unidos) me detuve a descansar. En un instante dejé de mirar toda la gente que estaba buscando cosas para comprar y observé el resto de la gente que no estaba comprado cosas. Delante de mí pasó un padre seguido de tres niños, con un iPhone en una mano, el pulgar explorando la diminuta pantalla y sus ojos absortos en una lista de mensajes recibidos. Una chica entro a una tienda y revisó varias camisas sin dejar de leer su correo. Dos chicas más, repitiendo la misma práctica, se cruzaron increíblemente sin chocarse. En el nivel de abajo dos jóvenes y un hombre mayor reposaban en cuatro sillones. Cada uno tenía un BlackBerry, un iPad, un iPod y un iPud en una mano, sobre una rodilla, o en la mesita de al lado. (El insistente prefijo “i” puede referir “intelligent” o, ¿por qué no?, “yo” en inglés, algo así como “yo-Telefono”, “yo-Cosa”; porque cuando el mercado insiste con un símbolo, es porque el verdadero significado es el contrario.) Ninguno resistió más de un minuto sin revisar algo. Casi siempre cambiaban de postura y se ponían a escribir, tal vez contestaban un correo o chateaban con alguien que no debía ser ninguno de los otros dos que estaban al lado.

Siempre pensé que el fenómeno de las comunicaciones había puesto de relieve, a un nivel crítico, alguna obsesión histórica o natural de la humanidad por la comunicación. Algo así como el impulso de los insectos en la noche que orbitan alrededor del fuego y van a morir incinerados allí mismo. Al fin al cabo, la gente habla y escribe, en gran medida, no porque tenga algo importante o crucial que decir, sino por el solo hecho, placer o necesidad de sentirse comunicados, desde un novelista hasta un médico o un mecánico.

Todo lo cual parecería ser algo muy humano: la comunión sería el clímax de este impulso de comunicación.

Estuve media ahora observando, tratando de descifrar el fenómeno que nos engloba. Tratar de dar respuestas a cada fenómeno que cae alrededor también es otra obsesión. Pero yo no quería resolver esa cuestión antes de tener una idea, al menos vaga, una tímida hipótesis, del fenómeno que había atrapado a el resto de la gente que no estaba comprando, consumiendo (fenómeno más primitivo y más fácil de explicar).

Para responder a esta pregunta había que preguntarse primero por qué el fenómeno de hablar por teléfono y, sobre todo, de textear, ha reemplazado de forma tan dramática el simple acto de hablar cara a cara, con lo interesante que debe ser sentir con todos los sentidos a un semejante, a otro ser humano.

¿Cómo explicar, entonces, la contradicción de este impulso histórico de comunicación con la incomunicación resultante?

Entonces creí encontrar la lógica de esta aparente contradicción. En el mundo de la comunicación digital no sólo se destila en su estado más puro el acto de la comunicación, que requiere la distancia como obstáculo de placer, sino que el acto es una confirmación del individuo aislado, alienado, por la supresión del otro, por la objetivizacióndel sujeto.

En este mundo, el otro se ha multiplicado de forma exponencial y proporcionalmente se ha diluido la comunión con cualquiera de ellos. El otro es menos sujeto y mas objeto, desde el momento en que yo, como individuo, puedo decidir cuándo eliminarlo. Es decir, en todo momento me protege la conciencia o la percepción de que el otro no amenazará mi espacio individual con una visita incómoda de la que no puedo deshacerme. Así, el otro está bajo control.

Los jóvenes y el viejo estaban allí, comunicándose con alguien más, con muchos más, pero su espacio vital, sus individualidades estaban protegidas por un simple botón (que ni siquiera es un botón) capaz de eliminar la presencia del otro, capaz de ponerlo entre paréntesis o de arrastrarlos a un tiempo posterior, un tiempo de calendario que depende del individuo-aislado-que-se-comunica.

Al mismo tiempo, esta paradoja genera otra contradicción aparente que es parte de la misma lógica. Tampoco el individuo-aislado-que-se-comunica es un individuo en el sentido tradicional. Primero, porque su existencia virtual puede adquirir varias identidades simultaneas. El sujeto se autocosifica con una máscara. Segundo, porque su “verdadera identidad” (más exactamente su “identidad oficial”) puede ser robada. El robo de identidad es uno de los terrores crecientes de la nueva civilización digital. Una vez que alguien le roba la identidad a Juan Rosas-Z con carnet número X, ni el pesado peso del gobierno más poderoso del mundo puede hacer mucho. Juan Rosas-Z deja de ser Juan Rosas-Z y adquiere los delitos que alguien más, que ahora se llama Juan Rosas-Z ha cometido en alguna parte del mundo. En algunos casos, se ha verificado que esta pesadilla ha llevado a mucha gente a cambiar su nombre oficial, su identidad, para detener la ola de actos cometidos por su fantasma.

El otro, el fantasma que ha perdido su condición humana de sujeto, ahora forma parte de un mundo fantasmagórico donde vive el individuo que tiene a los otros bajo control pero ha perdido el control sobre si mismo.

Queda una esperanza, claro. El individuo-colectivo-humano se ha suicidado muchas veces y muchas veces ha renacido con viejas y nuevas obsesiones. Tal vez sea su forma natural de reinventarse cada quinientos años.

Fuente:

http://majfud.org/2011/01/24/la-muerte-del-individuo/

viernes, enero 14, 2011

Libertad de empresa, no de prensa

Federico Mayor Zaragoza
Presidente de la Fundación Cultura de Paz y

ex Director General de la UNESCO


El poder mediático está resultando uno de los tentáculos más peligrosos del “gran dominio”: especulación, “calificaciones” interesadas, sesgadas, tanto en economía como en educación, uniformización y, lo peor, difundir informaciones que no reflejan la realidad sino la ideología del “amo”. Y cada vez vemos a los mismos “amos” acaparar mayor número de medios.

La televisión y la prensa ofrecen, en general, una peligrosísima información parcial y partidista a una ciudadanía que, también en general, está desorientada porque, con buena voluntad, acepta las noticias que recibe.

La televisión, por ejemplo: en España hemos asistido en los últimos meses a la “absorción” de Canal “Cuatro” y ahora de la CNN+. Con excepción de la televisión pública, la objetividad de la televisión está evolucionando como en Italia o en Estados Unidos. Lo mismo sucede con la prensa. Incluso periódicos tradicionalmente “independientes” son ahora “globales”.

Reaccionemos y fomentemos la autonomía de los medios de comunicación. Es fundamental para una democracia genuina. El poder ciudadano no puede seguir impasible, indiferente. Es escandaloso ver la fidelidad de los medios a sus “patrocinadores”, normalmente con miras electorales.

Las excepciones son cada vez más escasas. Aquellos ciudadanos –insisto en ello- que leen diarios o ven canales de televisión absolutamente carentes de objetividad, “desenfocados”… se instalan permanentemente en la mentira.

Necesitamos, tenemos derecho a una información veraz. “En época de mentiras, contar la verdad es un acto revolucionario”, escribió George Orwell. Pues bien: por un mañana mejor, pensando en las generaciones venideras, en la voz que les debemos, tenemos que iniciar la “revolución pacífica” de decir la verdad, de tener acceso a una información que refleje rigurosamente lo que sucede, que nos permita analizar y comparar.

Recuerdo en este punto, por cierto, un refrán francés que dice: “Al analizar, nos desolamos. Al comparar, nos consolamos”. ¿Seguiremos de espectadores impasibles? ¿Hasta cuándo?

En un excelente discurso, el 28 de octubre pasado, decía el excelente periodista Ignacio Ramonet: “Con unos grandes conglomerados de comunicación de talla continental y hasta planetaria quieren convertir el periodismo en un entretenimiento domesticado, en una aborrecible simplificación de la realidad. Lo importante se diluye en lo trivial y el sensacionalismo sustituye a la explicación. El periodista debe reafirmar su rabiosa voluntad de saber y comprender para poder transmitir”.

Este es el periodismo que hoy reclamamos y exigimos. O lo tenemos, o dejaremos de adquirir las publicaciones y los productos que se anuncian en canales de televisión “dependientes”.

Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.